Paisajes históricos

Castillos de Frontera en el Valle de Ayora-Cofrentes y el Vinalopó

El control del territorio hecho paisaje defensivo

En su deseo de protegerse de amenazas externas y de controlar militarmente el territorio, las sociedades que han habitado el territorio valenciano nos han dejado un pétreo legado en las alturas, que con mayor o menor suerte, vigilan impertérritos el devenir de la historia. Superada la función para la que fueron concebidos, han derivado en un símbolo; en una referencia visual pero también cultural, que genera unos lazos de pertenencia y una imagen territorial o paisaje; en cualquiera de los casos, en un recurso paisajístico de primer orden.

Tras la ocupación musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII y la posterior reconquista cristiana, la Comunidad Valenciana o mejor dicho, el antiguo Reino de Valencia se convirtió en una tierra de frontera. Frontera con el Reino Nazarita de Granada, pero también con el cristiano Reino de Castilla, y en ambos casos en un espacio de conflicto. Los paulatinos avances de unos y retrocesos de otros fueron fuente de acontecimientos bélicos, lo que implicó la fortificación de estos espacios; bien a través de la adecuación de los castillos y fortalezas preexistentes o bien mediante la construcción de nuevos baluartes y torres de vigilancia. Surgen, por tanto, los castillos como lugares estratégicos desde los cuales se ejerce el dominio del territorio y de sus habitantes. Ofrecen protección, pero también albergan el poder o autoridad del estado en su área de influencia.

Sin embargo, la pérdida de la función original ha provocado que una buena parte de ellos hayan sido desmantelados, dañados, ignorados y lo que aún es peor olvidados. Es oportuno recuperar estos elementos de nuestra historia y nuestro paisaje, elevándolos a la categoría de hitos o bienes culturales y paisajísticos. Considerados bienes de interés cultural por la legislación patrimonial, algunos de ellos se han restaurado y asignado una función educativa, cultural y lúdica, mientras que la gran mayoría no han sido intervenidos con el consecuente efecto negativo para su conservación.

 

Dominio territorial

Los castillos y fortalezas constituyen un elemento de la arquitectura militar que, si bien ostentaron su primacía durante época medieval, su solidez y ubicación y, en la actualidad, los instrumentos legales de protección del patrimonio cultural, permiten que continúen siendo un referente cultural y paisajístico de las tierras valencianas. En su origen, los castillos estaban vinculados bien a la defensa de centros de poder, bien al control de los principales pasos, vías de comunicación y evidentemente de las franjas fronterizas.

No se deben entender los castillos y fortalezas como estructuras aisladas e inconexas entre sí. Éstos constituían un entramado defensivo o sistema castral, cuyo objetivo era el dominio de la geografía que estaba bajo su jurisdicción (LÓPEZ ELUM, 2002). Es por ello, por lo que su localización está estrechamente ligada a las vías de comunicación, muchas de las cuales coinciden con los valles fluviales y corredores naturales como son el Valle de Cofrentes-Ayora o el Valle del Vinalopó. Como elemento antrópico, nadie ignora que un castillo estaba ligado a lugares poblados, los cuales suelen coincidir con los grandes valles y corredores a través de los que transcurren las vías de comunicación. Dichos espacios necesitan contar con una protección y puntos de vigilancia ante posibles amenazas externas.

Los rasgos geográficos del territorio valenciano fueron determinantes en la configuración de la red castral. Estamos en un espacio fisiográficamente complejo, pues si bien las alturas no son excesivas, sí las angosturas y los desniveles. Es el valenciano un territorio de media montaña, pero extenso y abrupto, limitándose las áreas más llanas a los fondos de valle y a la franja litoral. En este contexto, su dominio depende del control de determinados puntos estratégicos, casi siempre elevados y con un buen alcance visual. Desde estos emplazamientos existe una buena visibilidad de las poblaciones inmediatas y de las vías de comunicación. Puesto que las sierras y montañas próximas limitaban la visibilidad de todo el espacio y poblaciones susceptibles de control, los principales castillos contaban con otras fortificaciones de segundo orden y éstas a su vez con una serie de torres de vigilancia visibles entre sí, las cuales además de controlar una pequeña porción del territorio, servían para avisar de posibles amenazas (LÓPEZ ELUM, 2002).

Fue con la división administrativa de época musulmana cuando se constituyó el entramado de castillos del territorio valenciano. Las ciudades (medinas) se erigían en centros de poder administrativo y militar. Su área de influencia se extendía por un entorno rural a través del que se organizaba la red castral, destinada a la defensa de aquélla. Efectivamente, en torno a las ciudades proliferaron asentamientos humanos, denominados alquerías que, a modo de aldeas fortificadas, además de efectuar funciones agropecuarias, actuaban como cinturón defensivo de las ciudades. En el interior, los castillos ocupan los puntos elevados con una buena visión de las vías de comunicación; actúan de centros neurálgicos y de enclaves de frontera, en un territorio menos poblado.

A partir del siglo XIII el avance y ocupación cristiana del territorio supuso un nuevo modelo de organización espacial y social. El escaso contingente de pobladores aragoneses y catalanes provocó el abandono y desmantelamiento de parte de los castillos y fortalezas, ya en parte deteriorados por el escaso mantenimiento de un estado musulmán en declive. Por tanto tuvo lugar una simplificación del sistema castral de las tierras valencianas.

 

El control de las fronteras

Con la reconquista cristiana se modificaron las fronteras, tanto interiores como exteriores, y se cambió la organización territorial, con consecuencias para el sistema castral preexistente. La fundación por Jaime I del Reino de Valencia supuso la implantación de un sistema feudal y el consiguiente nuevo ordenamiento territorial, en el que se mantuvieron, si bien con modificaciones, algunas estructuras musulmanas. Las fronteras del reino fueron durante al menos un par de siglos cambiantes, atendiendo a las campañas militares contra los musulmanes y a los acuerdos entre los reinos cristianos. Tras el avance castellano sobre el territorio musulmán de Murcia se creó una frontera entre el Reino de Valencia y el castellano de Murcia.En 1244 Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla firmaron el tratado de Almizra, en el que se marcan las fronteras entre el Reino de Valencia y el reino castellano de Murcia (GUINOT, 2006). Se instauró entre los dos reinos una frontera diagonal desde el Valle de Ayora, Villena y Biar hasta Alicante. Cabe señalar el acuerdo que alcanzaron, en 1281, Pedro III de Aragón con el infante Sancho de Castilla, donde este último entregaba al primero el Valle de Ayora y el concejo de Requena:

et otrossí, vos prometo et vos otorgo que del día d’esta Pascha de Resurrección primera que viene de la Era d’esta carta fasta en tres semanas, que de et entregue a vos [el rey Pedro el Grande] o a quien vos querades, el val d’Ayora et Palaçiolos, Teresa et Xeraful, et Zarra et Chalanç et Conflentes con todos los términos et los derechos d’aquel val et de los castiellos sobredichos”(GUINOT, 2006).

Pero estas fronteras valenciano-castellanas, lejos de ser definitivas, experimentaron variaciones entre los siglos XIII y XV, no exentas de conflictos y disputas. La ocupación del Reino de Murcia por Jaime II de Aragón supuso la ampliación de las fronteras del Reino de Valencia. Éste incorporó el valle del río Vinalopó y las tierras alicantinas al norte del río Segura. Por su parte, ya en siglo XIV, la guerra entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón motivó de nuevo cambios fronterizos a favor de los castellanos. Tras la contienda de “los Pedros” las fronteras meridionales del territorio valenciano se mantuvieron con mínimos cambios, hasta la Guerra de Sucesión.

La simplificación del sistema castral que, como arriba indicamos, experimento el territorio valenciano tras la Reconquista tuvo su repercusión en las guerras internas entre reinos cristianos. Efectivamente, el desmantelamiento de fortalezas tuvo consecuencias negativas en las guerras con Castilla. Así durante la contienda entre los “dos Pedros” el deterioro y ruina de los castillos valencianos impidió la defensa territorial y el refugio de los vasallos de Pedro IV, poniendo de manifiesto que la relación existente entre asentamientos de población y castillos se había truncado, durante época feudal.

 

Arquitectura y características de los castillos medievales

Los castillos y fortalezas tenían como misión la protección de los asentamientos de población y el control territorial. Los rasgos geográficos eran importantes en esta tarea pues, conocida la dicotomía territorial valenciana, interior montañoso, litoral espacio llano y abierto, existían diferencias en el modo de organizar la defensa. Las áreas de suave pendiente contaban con una ciudad que articulaba, a una distancia pareja entre sí, torres-alquerías de carácter productivo y defensivo. Por su parte, las áreas montañosas determinaban ubicaciones en altura que vigilaban los pasos hacia la ciudad. Estos castillos servían para controlar el territorio y proteger a la población, menos abundante, que vivía en los alrededores.

El aspecto actual de los castillos, monumentos bien conservados en unos casos, ruinas en otros, es el resultado de la superposición de intervenciones a lo largo de la historia (SEGURA Y SIMÓN, 2001). En su mayoría cuentan con un origen musulmán y su tipología arquitectónica dependía de su localización geográfica. En las zonas abiertas y llanas las ciudades quedaban rodeadas por una muralla y foso, defendidos a su vez por una serie de torres. Pero además, las ciudades disponían de un cinturón defensivo en los alrededores compuesto por alquerías fortificadas.

Por su parte, los castillos de las zonas de montaña se situaban en puntos altos y contaban con al menos tres partes: la de la residencia del contingente militar, la de cobijo de los habitantes del entorno en momento de peligro y la de residencia del responsable del castillo. En las faldas de la montaña se situaban el o los asentamientos de población abrazados por una muralla. Las fortificaciones localizadas en las zonas más abruptas y alejadas, contaban con menores infraestructuras. Se situaban en la cima de una elevación y no se extendía por las faldas de la montaña.

Los castillos ubicados en la frontera tras el tratado de Almizra presentaban una estructura algo más compleja (GUICHARD, 1982). Se caracterizaban por contar con una torre del homenaje sólida y dominante, más propia de los castillos cristianos que de los musulmanes. Ello se explica por las reformas que las fortalezas experimentaron tras la Reconquista y al tipo de funciones que adoptaron. Estos castillos, pero también el resto, solían presentar más o menos elementos defensivos atendiendo a la disposición natural del enclave. La fortaleza se ubicaba sobre una estructura rocosa en la que los cantiles actuaban, por una parte, de defensa natural, mientras que por el resto de las partes se disponía una muralla en ocasiones de doble muro. Sus dimensiones oscilaban entre los 3.000 y los 6.000 m2 de superficie.

Otro tipo de estructuras fortificadas están relacionadas con las torres aisladas; éstas eran una pequeña pero esencial pieza del sistema defensivo medieval e incluso el de épocas posteriores (torres de vigilancia del litoral del siglo XVI). Constituían una parte menor del sistema castral, generalmente vinculadas a una alquería fortificada, y además de dominar un pequeño territorio actuaba de nexo de comunicación con otras fortificaciones y castillos, sobre las posibles amenazas existentes.

 

Los castillos y fortalezas como elementos estructurantes del paisaje

Los distintos elementos que la mirada del observador capta al contemplar un paisaje, nos dan pistas de los avatares que han tenido lugar en ese territorio. Acontecimientos más o menos recientes, pero también muy lejanos en el tiempo. Es el caso de los castillos y fortalezas, recursos paisajísticos de primer orden por su simbolismo, valores históricos y alcance visual.

Asociados a dos grandes corredores naturales, espacios amplios de paso y tránsito de la población, pero también territorios fronterizos, destacan los castillos del Valle de Ayora y los del Valle del Vinalopó. Entre los primeros, controlando la vía fluvial del Júcar y el valle de Ayora dominan el paisaje el castillo de Cofrentes, el de Chirel, el de Jalance y el de Ayora. Mínimos son los restos de otras fortificaciones que existieron en las poblaciones de Jarafuel y de Teresa de Cofrentes.

En el caso del Vinalopó, para custodiar el corredor que ponía en contacto las tierras de Almansa con el sur de las tierras valencianas, se alzaron los castillos de la Atalaya de Villena, el de Biar, el de Castalla, el de Sax, el de Elda, el de Petrer, el de la Mola de Novelda, el de Monovar, el Alcázar de la Señoría de Elx, el de Cox y el de Santa Pola.

Se trata de castillos o fortalezas edificadas aproximadamente entre el siglo X y el XVI y que, con diferente suerte, han acompañado al paisaje de estas tierras. Efectivamente, no están todos los que fueron, ni fueron todos los que están. Algunos castillos apenas perduraron un par de centurias (castillo del Río, en Aspe; algunas torres vigía en el Alto Vinalopó), mientras que otros han perdurado funcionalmente hasta el siglo XIX (castillos de Elda y de Villena).

No obstante, no todos los castillos nos han llegado en el mismo estado de conservación. Queda el paisaje salpicado bien de ruinas donde hubo un castillo (Jarafuel, del Salvatierra, Almizra…) bien de excelentes muestras de arquitectura militar, parcial o totalmente restauradas y que albergan nuevos usos de carácter social, cultural y turístico (castillo de Petrer, de Cofrentes, de la Atalaya en Villena, de Sax, de Monovar…).

 

Jorge Hermosilla
Emilio Iranzo
Departament de Geografia
Universitat de València

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Fotos

Castillo de Sax (foto Miguel Lorenzo).Vista aérea Villena (foto ESTEPA).Castillo de Cofrentes (foto ESTEPA).Castillo de Petrer (foto ESTEPA)Castillo de los Pacheco. Villena (foto ESTEPA).Jalance y su castillo (foto ESTEPA).

Mapas

Citas

Emili Beüt Belenguer (1984). Castillos Valencianos.

“Por nuestra amplia geografía se encuentran todavía muestras ruinosas generalmente, de la arquitectura militar de otros tiempos. Quienes quieran contemplar estos recuerdos del pasado, refrescar la memoria de antiguas historias, divisar panoramas que vislumbraron viejos señores feudales, tienen amplio campo recorriendo nuestras comarcas y visitando ruinosos castillos.”

Azorín (1917). El paisaje de España visto por los españoles.

“Todo el valle anegado en luz; luz fina, cristalina; oleadas de luz. Luz batida por manos angélicas. El Cid nos saluda; la eminente peña del Cid, que está en la región azul. El Cid que avanza su cuadrada testa sobre el valle... El Reino de los maravillosos grises, que ha comenzado ya. Grises azules, grises verdes, grises amarillos,grises morados. Gris de oro en las piedras de las casas y en los ribazos. El valle como un barco perfecto; con cabidad verde y gris... Vegetación ratiza. Un montecito en que abundan los jacintos de Compostela... Amarillos y rojos; verdes y ocres. Desde la colina de la Ermita contemplar estos altozanos multicolores; el valle de Elda, allí cerca; el Cid, enhiesto y magnífico en el azul, dominándolo todo. Dominando a Elda, Petrel, Monóvar.”

A. Poveda (1986). “Villa et castiello de Ella (Elda, Alicante) en el siglo XIII” en Anales de la Universidad de Alicante 4-5.

“Sabemos que la comarca de Elda se vio afectada por las correrías de El Cid, a finales del siglo XI, en época de debilidad musulmana representada por los reinos de Taifas, momento en el que Elda pertenecía bien a la Taifa de Denia, bien a la de Murcia. También hay noticias del paso de Alfonso I el Batallador por el valle del Vinalopó en 1125. Este mismo lo volvieron a recorrer los almohades, especialmente tras la campaña de Huete, en 1172, quienes al establecerse en el Levante edificaron muchas fortalezas a lo largo de todo el Vinalopó”.

Emili Beüt Belenguer (1984). Castillos Valencianos.

“Todos los castillos tienen su historia y con tantos que existen y con tantos que desaparicieron se escribió la historia del Reino de Valencia. Ahora contemplando las venerables moles que todavía quedan en pie, o simplemente las ruinas de los más se pueden recordar pasadas grandezas.”

Pedro Salinas

“Villena, Sax, Elda, Monóvar, Novelda. El castillo de Sax, agudo, perforando el azul que se ve desde los campos de Monóvar. El partido judicial de Monóvar, que comprende Elda, Pinoso, Petrel, Salinas. Olvidado, allá en la altura, el amado Petrel; tan recatado, tan resplandeciente de limpieza. Petrel, más arriba de Elda, en la ladera de un monte. Petrel, también con su castillo y con sus alfarerías que elevan el humo negro de sus hornos”.

Bibliografía

BEÜT, E. (1984)

Castillos valencianos, Valencia, Editor José Huguet, 127p.

GUICHARD, P. (1982)

“Los castillos musulmanes del norte de la provincia de Alicante”. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 1, pp. 29-46.

GUINOT, E. (2006)

“Fronteras exteriores e interiores en la creación de un reino medieval: Valencia en el siglo XIII”. Studia Historica. Historia Medieval, 24, pp. 127-153.

HERMOSILLA, J., GIL, R. y GARCÍA. J. (2001)

Rutas temáticas del Balneario de Hervideros de Cofrentes, Edita Balneario Hervideros de Cofrentes SA.

LÓPEZ ELUM, P. (2002).

Los castillos valencianos en la Edad Media. Materiales y técnicas constructivas, Valencia, Edita Generalitat Valenciana; Conselleria de Cultura i Educació, 279 p.

SEGURA, G. y SIMÓN, J. L. (Coords) (2001).

Castillos y torres en el Vinalopó, Petrer, Edita Centre de Estudis Locals del Vinalopó, 236 p.

TORRÓ, J. (1988-1989).

“El problema del hábitat fortificado en el sur del Reino de Valencia después de la segunda revuelta mudéjar (1276-1304)”. Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval, nº 7, pp. 53-82.