Paisajes históricos

El pantano de Relleu

El secreto de la montaña

El pantano de Relleu y el estrecho que lo encierra representan uno de los lugares más fascinantes y desconocidos de la Comunitat Valenciana. Desde que a principios del siglo XVII Gaspar Escolano se refiriera a las virtudes de ese “amenisimo parayso”, no se han encontrado referencias sobre este lugar donde se erigió, en un momento indeterminado de esa centuria, una sólida muralla que a la postre sería durante siglos la presa más esbelta del mundo. Hasta mediados del siglo XIX, ninguna otra presa fue tan alta y tan estrecha como Relleu, y aún así permaneció sumida en un sorprendente olvido por parte de eruditos y viajeros que tanto ayudaron a conocer las excelencias del regadío peninsular. Cavanilles, referente para la mayor parte de ellos, no tuvo oportunidad de visitarlo, se refirió a él pero adjudicándole una categoría menor a los embalses de Tibi o Elx. Tal vez, con ello, condenó involuntariamente al ostracismo a una obra monumental y única, en la que la técnica y el espacio se integran para conformar un espacio muy singular y sorprendente.

 

Un lugar inhóspito e innacesible

El entorno del pantano de Relleu llama poderosamente la atención porque, aún tratándose de un espacio básicamente artificial, resulta especialmente inhóspito para el ser humano. Siempre lo fue, tanto para sus creadores, los regantes de Villajoyosa que accedían desde Orxeta, como para los habitantes de Relleu, que siempre han vivido de espaldas al pantano, considerado desde sus inicios un lugar peligroso y ajeno. A diferencia de otros pantanos como Almansa, Elx o Tibi, el acceso a la base de la presa era una operación compleja, para la que se requerían cuerdas y escaleras para descender los últimos metros por las paredes verticales de la cerrada, que en su base no tiene más de dos metros de ancho. Las labores de mantenimiento, por tanto, eran complejas y peligrosas en aquel estrecho y profundo lugar, donde no alcanzan los rayos del sol y el goteo proveniente de las fugas de la presa era continuo.

Por la cola, partiendo desde Relleu, las abruptas paredes también obligaban a dar un rodeo para poder alcanzar la culminación de la presa, o bien requerían de una barcaza para alcanzar la pared a través de las oscuras aguas retenidas. El encajamiento de la garganta, localizada en las entrañas de la Serra del Pantà, lo convertían en un espacio lúgubre y poco aireado, donde las neblinas que supuestamente provocaban fiebres tercianas eran comunes y convertían el espacio en un lugar casi maldito.

Desde sus orígenes, a principios del siglo XVII, el pueblo de Relleu se opuso a la construcción de una presa que, siguiendo el modelo desarrollado en Tibi, fue promovida por una villa real en un término diferente al suyo. Al lógico sociocentrismo de la población de interior se sumaba sobre todo el miedo a la malaria, una enfermedad secular que se asociaba a las aguas estancadas. Cavanilles, aunque no visitó el pantano era conocedor de este peligro y en sus Observaciones llegó a postularse a favor de la población de Relleu cuando opinaba que “la salud de los hombres ha de ser siempre la ley principal: cuanto le daña debe excusarse”. En aquel lugar solo residía, ocasionalmente, el pantanero, persona encargada del mantenimiento y vigilancia de la presa; una tarea para la cual disponía de un pequeño habitáculo en una de las vertientes des del que, a través de una pequeña ventana, observaba el pantano a salvo de sus numerosos peligros.

Varias veces amenazaron los de Relleu con volar la presa “con un barril de pólvora” y el rechazo perduró hasta que en las primeras décadas del siglo XX no comenzó a hablarse de sustituir este embalse por otro aguas abajo, que a la postre sería el de Amadorio (1947-1957), hoy en funcionamiento. Por entonces, las principales debilidades del pantano ya eran difícilmente superables. El río Amadorio ha padecido siempre marcados estiajes y un escaso caudal, a lo que había que sumar los graves problemas de filtraciones que tenía la roca caliza sobre la que se disponía la pared. Junto a ello, la carga sólida que ocasionalmente llevaban consigo las aguas de crecida producía importantes problemas de colmatación, ya que los sistemas de limpia eran deficientes. Esto era algo muy común en los embalses de la época, que aun siendo técnicamente revolucionarios por su planta en arco, no consiguieron solucionar de forma eficiente el problema de los aterramientos.

Concretamente, la operación en el embalse de Relleu era además conocida como “lo de l’home mort”. Consistía en abrir la compuerta de tablones que contenían la carga sólida del fondo, pero en muchas ocasiones era necesario acceder directamente, descolgándose con cuerdas, hasta la galería para serrar la compuerta y facilitar su apertura, que se realizaba de forma repentina y violenta. En estos casos, había que escapar con habilidad y rapidez para evitar ser arrastrados por la masa fangosa que vomitaba el pantano y, en ocasiones, se dieron accidentes mortales. El último conocido ocurrió en mayo de 1927, aunque aquí se trataba de desencajar las compuertas de regadío: el cadáver del pantanero fue hallado a más de un kilómetro aguas abajo de la presa y el pantano quedó vacío a las puertas del verano.

Con estas dificultades, el vaso del pantano, que inicialmente era un profundo cañón cubierto por más de 30 m de agua oscura y somera, fue progresivamente cubriéndose de sedimentos hasta convertir el lugar en un valle de fondo plano y habitualmente seco. Algunos autores consideran que esa pronta colmatación, con noticias documentadas ya en 1717, ha ayudado a la estabilidad de la pared, obligando no obstante a recrecerla en diversas ocasiones.

 

Historia y singularidad técnica

Hasta hace unos años los orígenes del pantano de Relleu eran prácticamente desconocidos, de manera que se consideraba un embalse proyectado en el siglo XVII y construido a finales del XVIII. A pesar de su singularidad técnica, la autoría del proyecto seguía estando en el anonimato. Este hecho, junto con los errores de datación y su abandono durante el siglo XX le restaron un protagonismo mayor en la historiografía moderna. No obstante, en los últimos años se ha avanzado en el conocimiento de esta infraestructura, lo que ha permitido entenderla en su completa dimensión dentro de la historia mundial de las presas en general y del regadío peninsular en particular.

El proyecto fue promovido por los regantes de la Vila Joiosa, donde desemboca el Amadorio y donde se desarrolló un paisaje agrario regado muy similar al de la Huerta de Alicante, con predominio de secanos mejorados y cultivos comerciales. Los paralelismos con Tibi son mayores, si cabe, al saberse que el proyecto data de 1607 y que la autoría se debe a Cristobal Antonelli, afamado ingeniero italiano vinculado a la proyección y construcción de la primera presa. De hecho, para numerosos autores, Relleu representa una versión mejorada de Tibi, al construirse una pared arqueada pero de espesor uniforme, sin ataluzado, recordando al efecto logrado por las bóvedas. Este hecho, junto con la estrecha cerrada donde se construyó, permitía elevadas alturas y paredes relativamente estrechas, por lo que es posible que originalmente se pensara en una altura incluso mayor a la actual. No obstante, el proyecto original continúa de momento siendo un misterio: fue la última obra de Antonelli, que falleció meses después de sus trabajos en Relleu.

Las expectativas creadas por su construcción fueron muy elevadas ya que no solo se pretendía asegurar las cosechas, sino directamente duplicar la superficie de regadío, de ahí que el retraso en su construcción se convirtiera en un grave problema para la población costera. Cuando por fin se concedió el privilegio real para su edificación, dado en Aranjuez un 8 de mayo de 1653, se produjo el conocido como “miracle de les Llagrimes”, al llorar la imagen de Santa Marta, patrona de La Vila. Hoy continúa siendo una importante fiesta local, aunque muchos vileros desconocen las razones del supuesto milagro, bien representativo de la trascendencia que antiguamente tuvo la construcción del pantano.

En la década de 1680 el pantano ya era funcional, pero los problemas provocados por la retención de lodos y tarquines obligaron a recrecer la presa un siglo después: de los 24,5 m iniciales se incrementó la altura hasta los 29 m en la década de 1770 y posteriormente, en torno a 1879, nuevas obras la aumentaron hasta los casi 32 m actuales. Fue una lucha en vano contra la acumulación de lodos, pero la presa funcionó hasta que el pantano de Amadorio no empezó a retener agua en la década de 1950. De finales del siglo XIX es una famosa fotografía realizada por Leopoldo Soler y Pérez que muestra el embalse en activo y a rebosar de agua. Durante el año, las lluvias otoñales sobre la cuenca vertiente del río Amadorio con facilidad llenaban el pantano y las aguas rebosaban por la coronación de la presa, tal y como sigue ocurriendo en la actualidad. Aguas abajo, a la salida de la garganta del Estret del Pantà y en la confluencia con el Riu de Sella, en la cola del actual pantano, un complejo sistema de azudes que hoy duermen bajo las aguas repartían el riego hacia la huerta de La Vila Joiosa. El abandono de la presa supuso también su imparable deterioro, que hoy resulta ciertamente alarmante.

 

Un paisaje por descubrir

A tratarse de un monumento bastante desconocido para el gran público y carente de protección -está registrado en el Catálogo valenciano de Zonas Húmedas pero todavía no es siquiera Bien de Interés Cultural- la presa se encuentra escasamente señalizada y su acceso, a través de un espacio poco humanizado, tiene un sugestivo componente de viaje en el tiempo.

Conviene realizar la ruta a pie desde la cola del pantano, comenzando por internarse por el propio vaso del pantano. Habitualmente seco, es posible acercarse a la pared a través de una extensa llanura de cieno compacto donde, según la estación del año en la que se realice la visita, podremos encontrar formaciones vegetales en distintos estados fenológicos e interesantes procesos geomorfológicos. Ocasionalmente se desarrolla una extensa colonia de Aster squamatus, planta invasora procedente de sudamérica, que ocupa todo el llano y aporta un singular color rojizo que simula una lámina de agua. En otras ocasiones, se pueden apreciar formaciones circulares, a modo de dolinas incipientes, que anuncian pequeñas subsidencias provocadas por la circulación subálvea que circula por el interior del pantano. No obstante todo esto, la circulación a pie no es peligrosa aunque debe evitarse el acceso motorizado. Al llegar a la pared, el contraste entre aguas arriba y aguas abajo es espectacular, al abrirse en todo su esplendor el profundo y encajado Estret del Pantà. En los alrededores de la presa, existen numerosos detalles sobre los que conviene detenerse. En el estribo septentrional una escalera tallada en la piedra permite descender hasta las inmediaciones de la galería que contiene los mecanismos de apertura de compuertas. Desde allí se contemplan más de 25 m de altura de la presa y las distintas fases de recrecimiento, pero la distancia al fondo del estrecho, inaccesible sin cuerdas, solo puede intuirse con el lanzamiento de una piedra. Es en ese momento, a unos siete metros del cauce oculto y pulido de la garganta, cuando el espectador puede imaginar las dificultades que debió presentar para canteros y obreros el realizar semejante muralla en tales profundidades.

De regreso, los escalones esculpidos en la roca continúan una vez pasada la culminación de la presa y es recomendable acercarse hacia una cornisa cercana desde la que se observa tanto el recorrido del estrecho como la presa en toda su magnitud. Conviene entonces tener presente la imagen captada hace 120 años por Leopoldo Soler y Pérez para valorar los cambios sufridos por el pantano. De regreso, en la margen derecha, se puede visitar una pequeña presa colmatada que desviaba las aguas del Barranc de Fassamais y la casa del Pantanero, una interesante construcción abovedada que parece mostrarse tal cual la edificaron en el siglo XVII. A través de la casa se podrá seguir un camino carretero de regreso, junto al cual podrán observarse restos de sillares abandonados durante alguna de las obras sufridas por la presa a lo largo de tres siglos. Un periodo que parece haber quedado fosilizado en este paraje tan singular como inhóspito donde duermen las aguas.

 

Pablo Giménez Font
Instituto Interuniversitario de Geografia
Universitat d’Alacant

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Fotos

Estrecho del río Amadorio, aguas abajo del Pantano de Relleu (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Relleu (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Relleu (foto Miguel Lorenzo).Vegetación en el pantano de Relleu (foto Miguel Lorenzo).Sierra de Orxeta (foto Miguel Lorenzo).Embalse del Amadorio (foto Miguel Lorenzo).Sierra de Orxeta (foto Miguel Lorenzo).

Mapas

Citas

Gaspar Escolano (1610-1611). Décadas.

“Dexó la naturaleza una graciosa calle de media legua de largo, a otra media de Relleu, entre dos tierras que se van alargando a compás, cosa de dos varas la una de la otra, pero tan enrriscadas y altas, que se pierden de vista sus cumbres. Por esta tan profunda y estrecha calle, que parece labrada a plomo y cordel, corre un Riachuelo, y se crian infinitos venados, cabras monteses, y palomos silvestres, de que se forma un amenisimo parayso para el gusto humano.”

Cristobal Antonelli (1607). (Manuscrito conservado en el Archivo de la Corona de Aragón).

“Lo lloch hon se vol fer dit pantano es molt comodo y capaç per a ferse aquell en tal manera que les mateixes montañes seran strep de la mateixa obra y aixi ab mes fortalea se podra fer y ab meñs gasto, per ço que ell testimoni ha vist que dit puesto esta de tal manera que en tot lo present regne ni haja altre tant bo, perque les vertents son moltes y molt bones per a recollir molta aygua y les peñes molt groces, altes y amples y forts per a recollir dita aygua”

Eduardo Soler y Pérez (1891). Excursiones y viajes (Manuscrito conservado en el Archivo de la Diputación de Alicante).

“Lleno de aguas azuladas y limpias: un lago suizo en pequeño, salvo la vegetación, que debía fomentar el Sindicato. Vertientes fértiles. Repliegues en las laderas, cabos, ensenadas. Vertiente izquierda nivelada al mar, más accesible para poder llegar al Estrecho y poder descender. Camino por la orilla de ese brazo izquierdo, casi llano, antes de llegar a la pared, un cabo y sobre él, plazuela y casita en el porvenir.”

Jaume Silvestre (2014) “L’home mort” (Per un moment tot m’ha fet por).

“A la cua del pantà vaig trobar una barqueta senzilla de fusta que es bressava entre un canyar. Vaig aconseguir agafar la maroma i m’hi vaig embarcar per arribar a la paret del pantà i veure la situació de la construcció. Remava silent, amb una cadència tranquila i aprofitant els petits marors que anava fent. Remava i m’endinsava en una boirina que s’alçava d’aquella superficie lacustre i que m’engolia en la incertesa de no saber la distància que em restava per arribar-hi. De sobte, va aparèixer davant meu el meu objectiu, una paret sòlida i gruixuda al peu de la qual vaig observar unes escales que em menarien a dalt de tot. De la presa estant vaig observar l’abruptesa del lloc on s’havia encaixonat l’embassament. Un indret en forma d’embut que anava estretint-se fins a la presa, a partir de la qual hi havia un precipici angost i profund presidit per dos espadats de pedra, un cingle pregon el final de la qual ni s’intuïa.”

Bibliografía

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