Paisajes de los humedales
Un paisaje anfibio entre torres de vigía
El Prat de Cabanes-Torreblanca, una albufera en avanzado proceso de colmatación, es un alargado humedal costero de fisonomía muy cambiante a lo largo del año. El paraje es un destacado refugio biogenético y un lugar objeto de bonificación y aprovechamientos extensivos (ganadería, agricultura, caza y pesca, extracción de turba, etc.), sin perder por ello el carácter anfibio. En 1988 el Prat fue declarado paraje natural (812 ha) –y reclasificado en 1994 como parque natural–, una decisión que reconoce este “gran legado botánico, faunístico y geomorfológico” (M. A. Gómez-Serrano et al, 2001, 114) que compone un caracterizado paisaje del litoral mediterráneo. En la periferia del parque, existe una creciente presión urbanística.
Esta antigua albufera –enmarcada por varios edificios aluviales y cerrada al mar por una restinga regresiva de cantos y gravas (de unos 8 Km de longitud) sobre afloramientos de eolianitas– es un alargado medio de transición con elevada variabilidad ambiental. La marisma registra extensas láminas de aguas permanentes o estacionales, mantenidas por un freático muy somero y por las descargas de ullals y surgencias de agua dulce. En palabras de Cavanilles (1795-97, I, 47), “los frequentes estanques… principalmente los llamados boca de infierno y de Albalat…, como tambien la multitud de aguas, muchas veces sin movimiento, alteran la bondad del agua, y soplando regularmente del mar se acumula la masa de vapores mefíticos, que producen tercianas y otras enfermedades”. Sin duda, el alcance espacio-temporal del encharcamiento y de la salinidad establece sustanciales diferencias de hábitats en el Prat.
En la restinga de gravas se pueden encontrar especies como la amapola marina (Glarecium flavum), la oruga marítima (Cakile maritima), etc. Donde hay acumulaciones de arena se encuentra vegetación dunar poco alterada (Euphorbia paralias, Medicago maritima, Eryngium maritimum, etc.). De excepcional importancia es la presencia del enebro marítimo (Juniperus oxycedrus ssp. macrocarpa). Por su parte las comunidades de saladar ocupan los suelos más ricos en sales solubles y estacionalmente encharcados, destacando por su extensión el juncal (Juncus, Scirpus), las áreas de carrizal (Phragmites) y eneas (Typha), y otras especies como la sosa jabonera (Arthrocnemum), la cirialera (Salicornia ramosissima), etc. En los lugares permanentemente inundados son abundantes los herbazales con diversas especies subacuáticas (Chara, Potamogeton, etc.). Esta diversidad de la marjal ya fue señalada por Cavanilles (1795-97, I, 47): “la ninfea, varios potomogetos, el mil en rama de arroyos ó bien miriofilo, el llaten aquático y otras plantas nadan en los azarbes: la hermosa ipoméa asaeteada, varias campanillas, gencianas y senecios adornan la parte inculta del ribazo”.
El Prat también es hábitat de aves invernantes y estivales. En el primer grupo, destacan el porrón común, el pato cuchara, la cerceta común, el chortilejo grande, la avefría, etc. Entre las nidificantes más frecuentes destacan el zampullín común, el ánade real, el pato colorado, el aguilucho lagunero y el cenizo, etc. Otras aves buscan el área del Prat con mayor regularidad como reposo o alimento. También mantiene poblaciones de especies poco repartidas de anfibios y reptiles, como el galápago europeo, etc. Al mismo tiempo constituye uno de los últimos reductos del samaruc (Valencia hispanica) y del fartet (Aphanius iberus) (M. A. Gómez-Serrano et al. 2001, 121-127).
Durante los tiempos medievales y modernos, las márgenes del Prat fueron pastizal de invierno de ganados trashumantes que hasta allí se desplazaban por azagadores o carrerasses. Herencia de estos aprovechamientos son los caminos y corrales subsistentes en el contorno del Prat. El Prat también fue lugar de caza; se habla de pesca en la laguna, una actividad que exigiría una bocana o gola de comunicación con el mar (una cuestión insuficientemente documentada por el momento). También hubo iniciativas de bonificación. En cualquier caso, los alrededores del Prat eran un desierto casi abandonado ante el peligro de las invasiones berberiscas. Castillos y torres vigías documentan este prolongado vacío demográfico de toda la llanura costera inmediata al Prat en época moderna.
Cuando remitieron los “peligros del mar”, la bonificación del Prat fue avanzando, desde la periferia menos encharcadiza hacia las áreas más bajas. Fue una transformación que exigió muchos brazos coordinados. En el sector periférico – inmediato al camí de l’Atall – se abrieron numerosas norias; el proceso de bonificación avanzaba con la apertura de azarbes perpendiculares al mar: las tierras sacadas de la excavación –de color oscuro, casi negro – se esparcían en los campos que quedaban en alto. Cavanilles presenció el resultado – “parecen a la verdad un conjunto de deliciosos jardines, pero deben verse de paso, y no escogerse de habitación” -. En varias ocasiones, en los siglos XIX y XX, se planteó culminar la bonificación entera del sector más hondo y pantanoso del Prat. Madoz entendía que esta costosa operación eliminaría la insalubridad del paraje y atraería moradores que convertirían aquel desierto en la más agradable y poblada campiña. En 1850 se inicia un expediente que no prosperó; hay después una concesión a Luciano Bautista Muñoz en 1863 que se transfiere al inglés Mackinley en 1878. Se avanza en la construcción del canal de circunvalación y se realizan cosechas de arroz y maíz. Recuerdo de esta empresa eran las compuertas de la gola sur que aún existían hace unos años, cerca del desaparecido cuartel de carabineros.
Nuevos proyectos se acometen en el siglo XX. Tras la Guerra Civil los ayuntamientos de Torreblanca y Cabanes se implican en la bonificación, aunque los resultados no son definitivos. En los años 60 se ensayan otros usos (un complejo turístico, transformación en salinas o aprovechamiento agrario). En varias ocasiones se ha explotado la turba infrayacente como combustible y después con finalidad agrícola o para jardinería. Todavía en los años ochenta se propuso el Prat de Cabanes para la localización de un importante parque de ocio. En la actualidad el Prat siente la presión de actividades agrícolas y ganaderas, de la explotación de la turba, y de la creciente actividad turística y los planes urbanizadores.
El Prat sigue conservando el carácter de paisaje anfibio, y preservando numerosos valores naturales y patrimoniales. Es un auténtico refugio biogenético que además mantiene la memoria de usos y aprovechamientos colectivos. Al mismo tiempo es un paisaje representativo de otros largos tramos – hoy muy transformados- del litoral valenciano.
Joan F. Mateu
Departament de Geografia
Universitat de València
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