Paisajes agrarios
Un mar de naranjos inundando la llanura litoral
El cultivo de la naranja se ha convertido en un referente visual del campo valenciano. Sobre la franja litoral, piedemontes inmediatos y en algunas vegas de interior, se suceden, desde Vinaròs al norte hasta Pilar de la Horadada al sur, los espacios dominados por los agrios. La expansión que han experimentado los cítricos en el último siglo ha generado un paisaje, que ya forma parte del imaginario colectivo de la sociedad valenciana.
El naranjal, mar de naranjos que proyecta la sucesión de parcelas irrigadas por los grandes ríos, manantiales y aguas subterráneas; la concatenación de hileras rectilíneas que dibujan unas estructuras geométricas y la explosión de colores y olores de la flor de azahar y de las naranjas, han sido filtrados por los sentidos, e incluso capturados por la pluma o el pincel de ilustres personajes como Vicente Blasco Ibáñez, Josep Pascual Tirado, Vicent Andrés Estellés o Joaquín Sorolla, que han convertido uno de los paisajes españoles más productivos en un paisaje vivido y de referencia. Por ello, no es extraño que poetas valencianos hayan dedicado letras al naranjo y a su fruto, los cuales inundan las tierras valencianas.
Francesc Almela i Vives escribe:
Taronja: forma redona
com una faç d’abadessa.
Taronja: color bufona
com una flameta encesa.
Taronja: sucre en esponja
de canem i satalies.
Taronja: menja de monja
amiga de llepolies
Taronja:
qui en menja se torna flonja […]
El paisaje de la naranja es el paisaje valenciano por excelencia. No existe imagen más asimilada por propios y extraños, que la de los naranjos cargados de fruta, cubriendo extensiones y extensiones de tierra. Sin embargo, si existe un área, que junto a la Ribera del Xuquer, Safor, Vega del Segura o el propio Camp de Turia, destaque por la presencia del naranjo y otros agrios como cultivo sobresaliente es sin duda alguna, la Plana de Castelló.
El naranjal constituye un extenso “bosque cultural”, siempre verde, que cubre la mayor parte de los llanos litorales de la Comunitat Valenciana. Pero no sólo eso; la reactivación de la demanda internacional en el último tercio del siglo XX ha propiciado su expansión por las vertientes de los relieves adyacentes, sustituyendo a los cultivos de secano tradicionales o a la propia cubierta natural.
En algunos espacios como en la Plana de Castelló, el incremento gradual de los cítricos tiene una clara respuesta paisajística. La actividad agrícola se ha especializado, siguiendo las directrices del mercado, en un monocultivo citrícola que prácticamente ha sustituido al mosaico hortícola preexistente. Los rasgos geográficos del amplio llano litoral, que se extiende entre las montañas del Desert de les Palmes y las últimas estribaciones de la serra d’Espadà, posibilitaban el cultivo de todo tipo de cereales, frutales y hortalizas, así como la utilización de sus zonas menos productivas como áreas de pasto para el ganado. Sin embargo, el incremento de la superficie ocupada por los cítricos, proceso que se inició en la Plana a finales del siglo XIX, ha supuesto un importante cambio no sólo económico, sino también paisajístico. En efecto, el paisaje agrícola de la Plana, en el que aún se pueden identificar tres grandes unidades homogéneas, compuestas por una franja de secanos en los piedemontes occidentales, cultivos de regadío en el llano y marjalería en la faja litoral, se presenta como un paisaje muy dinámico, que ha evolucionado hacia la especialización en el cultivo de los agrios.
Una serie de factores explican el proceso de especialización citrícola. En primera instancia, la formación del naranjal responde a la disponibilidad de un medio propicio para el desarrollo de las Rutaceas, especies de origen subtropical. Las naranjas, mandarinas, limones y otros agrios pertenecen a esta familia y al género Citrus. Estos cultivos requieren unas condiciones climáticas, hídricas y edáficas concretas para su supervivencia, las cuales se reproducen además de en las zonas subtropicales, en el ámbito mediterráneo. La latitud y el efecto termorregulador del mar Mediterráneo propician un régimen térmico, insolación y humedad favorable, para el ciclo vegetativo de los árboles; pero es especialmente en la llanuras litorales valencianas, donde además de contar con temperaturas que no descienden habitualmente de los cero grados y unos suelos fértiles y profundos, existe una infraestructura hidráulica ancestral capaz de suministrar el agua que requiere la producción.
La Plana de Castellón reúne las características geográficas adecuadas que han contribuido al desarrollo de una agricultura citrícola, de clara vocación comercial. El territorio de la Plana, como su propio nombre indica, se muestra como un espacio llano, de tipo sedimentario, conformado por la acumulación de acarreos fluviales de cauces como el río Mijares, el riu Sec, rambla de la Viuda, rambla de Betxí y el del río Belcaire. Los depósitos cubren un área deprimida abierta al mar, situada en el centro de un anfiteatro compuesto por el Desert de les Palmes y la serra d’Espadà; éste, a modo de extenso delta interior, se presenta como un espacio triangular de suave pendiente, compuesto por la coalescencia de distintos conos aluviales, y cuyo litoral es del tipo albufera restinga.
Disponibilidad, por tanto, de suelos, que se complementa con un clima benigno para la práctica de la citricultura. Las temperaturas medias de la Plana oscilan entre los 16 y 17 grados, mientras que las heladas, difícilmente soportadas por los cítricos, rara vez superan los 10 días al año. Significativas son las inversiones térmicas, pues propician que las zonas de los piedemontes, ligeramente más elevadas que el llano en sentido estricto, sean térmicamente más favorables para el cultivo, adelantando el ciclo vegetativo de los naranjos. Sin embargo, no es frecuente encontrar este cultivo si nos adentramos en el interior, donde las temperaturas descienden y se incrementa el riesgo de heladas. En este sentido, la morfología en abanico de la Plana muestra una faja litoral entre sus extremos, de 45 kilómetros y una anchura máxima hacia el interior de 21 kilómetros, en Onda. Pero la superficie de suave pendiente y altitudes por debajo de los 200 metros, se reduce a una franja, que oscila entre los 5 y los 8 kilómetros de anchura.
Las necesidades hídricas de los agrios oscilan en torno a los 1.000 mm de precipitación, regularmente repartidas a lo largo del año. Estas cantidades y distribución anual de la lluvia no se ajustan al clima mediterráneo, más seco (500 mm) e irregular y con elevada evapotranspiración potencial. Es por ello por lo que resulta imprescindible para su desarrollo en la Plana, la captación de aguas superficiales y subterráneas a partir de los sistemas de regadío. Dos son los puntos de origen de las aguas para el riego de la Plana. Por una parte, las aguas superficiales de los aportes fluviales de ríos y barrancos, y las aguas de fuentes y manantiales. Por otra, las aguas subterráneas, captadas del acuífero a través de pozos, norias y galerías drenantes. Buena parte del actual naranjal es regado con aguas del río Mijares, gracias a la disponibilidad de caudal permanente y de una sucesión de tomas de agua y acequias, que distribuyen el agua por la llanura. A estos aportes se le unen las tomas en alguno de los cursos menores, como el riu Sec de Borriol o el riu Sec de Betxí, y manantiales como la Font Calda, que completan el sistema de riego. Además, la superficie regada y por tanto dedicada al cultivo de los agrios de la Plana de Castelló, se vio incrementada gracias a la construcción de nuevos canales desde los embalses de Sitjar y María Cristina, así como a la proliferación de pozos para la captación de aguas subterráneas.
El extenso naranjal de la Plana se presenta como un auténtico pulmón verde del área metropolitana formada por Castellón, Almassora y Vila-real y del resto de municipios de la zona. Constituye no sólo un espacio agrícola, sino un geosistema o sistema ecológico en el que interactúan los procesos naturales y los culturales. La matriz agrícola, en la que se han impuesto los cítricos, constituye una extensión arbolada de tipo sabaniforme, que además de productiva es fijadora de dióxido de carbono y refugio de especies animales. Los cauces de ríos y barrancos movilizan flujos abióticos y bióticos; las escorrentías y la vegetación natural de los márgenes actúan de corredor ecológico. Asimismo la densa red de acequias y canales de riego funcionan como las arterias del naranjal y de los cascos urbanos, que salpican el profundo manto verde creado.
La citricultura en la Comunitat Valenciana constituye una actividad relativamente reciente, si se compara con otros cultivos como los cereales, la vid, el olivo, el algarrobo o las propias hortalizas. Sin embargo, en poco más de un siglo, se ha convertido en la actividad agrícola más importante y extendida de la región. Fue a finales del siglo XVIII cuando, con fines comerciales, comenzó el cultivo regular de la naranja dulce en el Reino de Valencia. El origen se halla ligado a la Ribera Alta, donde un religioso de Carcaixent, D. Vicente Monzó Vidal, experimentó con distintas clases de naranja hasta hallar una variedad dulce, que empezó a ser plantada en las zonas del regadío. El éxito y aceptación del producto motivó su expansión por la Ribera y por la Costera, y rápidamente alcanzó espacios agrícolas ubicados al norte como l’Horta, el Camp de Morvedre y la Plana de Castelló, pero también al sur como la vega del Segura.
La citricultura en Castellón arranca a finales del siglo XVIII, aunque es en el siglo XIX cuando realmente inicia su expansión. Los primeros textos que señalan la existencia de naranjos en la Plana corresponden al farmacéutico José Jiménez. En 1789 describe en un tratado de botánica ligado a usos medicinales, la presencia de distintas variedades de cítricos, indicaciones que sin embargo, no efectúa Antonio José Cavanilles en las Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y frutos del Reino de Valencia. A principios de siglo XIX tuvo lugar la primera gran expansión del naranjal. Crecen los huertos en Vila-real, Borriana y Almassora y desde aquí se extienden hacia el norte y hacia el sur, hasta conectar con otras zonas como las del Camp de Morvedre (Sagunt). Con este nuevo cultivo se genera todo un sistema agroambiental y económico, que permite las entradas de divisas extrajeras, gracias a la apertura del mercado internacional (Reino Unido y Francia). A mediados de siglo XIX, se introduce una nueva variedad de cítrico, el mandarino, y se alcanzan nuevos mercados en Europa que obliga a ampliar la superficie destinada al cultivo de cítricos. Muchos huertos de naranjos y mandarinos ocupan zonas del secano y de la marjal, momento caracterizado por la consolidación de la producción y el incremento de rentas agrícolas.
Entre 1850 y 1920 se afianza la producción de naranjas, con unas repercusiones claramente económicas y paisajísticas. Se mejoran y amplían los puertos de Borriana y Castelló, se incrementa el precio de la tierra, se introducen nuevas variedades y se rediseñan los parcelarios. El boom de la naranja atrae inversiones extranjeras y se experimenta con otros cítricos como el mandarino. Durante las primeras décadas del siglo XX, la conversión de tierras de secano en regadío, gracias a la elevación de agua a través de motores, aceleró el cambio paisajístico de la Plana. También se actúa sobre la marjal, saneándola y cultivando en ella. Se pasa de un paisaje dominado por la variedad de cultivos en una agricultura hortofrutícola, a un monocultivo citrícola que se plasma en la sucesión de fincas de naranjos, que se pierden en el horizonte.
Las crisis ligadas a las Guerras Mundiales y la Civil Española contrajeron la producción. Los agricultores trataron de sobreponerse a ella con la introducción de variedades de naranjas “tempranas” y del mandarino, que ha ido ganándole superficie a los naranjos. A pesar de la expansión de la citricultura en el siglo XX, la actual crisis que experimenta el campo y concretamente la citricultura, pone en peligro el paisaje citrícola de la Plana, cada vez más fragmentado por la proliferación de vías de comunicación, abandonado por las escasas rentas y, en el peor de los casos, sustituido por nuevos usos urbano-industriales.
La disponibilidad de agua de riego, conducida mediante canales y acequias a cada campo de cultivo, explica la formación del naranjal de la Plana. Buenos suelos y agua son recursos indispensables en el ciclo vegetativo de los cítricos. El llano de inundación del río Mijares acumula ricos sedimentos, que son soporte de los cultivos. Pero además las aguas de ríos, barrancos, manantiales y pozos son gestionadas a través de una red hidráulica, que se ha ido conformando y perfeccionando con el paso de los siglos. El naranjal de la Plana de Castelló se soporta en un sistema de riego tradicional de gran escala. La superficie histórica regada es de casi 22.000 hectáreas, 11.650 ligadas a las comunidades de regantes históricas y 9.595 ligadas a aguas subterráneas.
Aunque cuentan los sistemas de riego con unos orígenes romanos, durante el periodo andalusí también se configuraron los sistemas de algunos municipios y alquerías. Fue a partir de estos últimos cuando se desarrollaron en época feudal el entramado de acequias, que posibilitan el actual paisaje. Los riegos históricos de la Plana están principalmente asociados al río Mijares. Así, por la margen izquierda derivan los riegos de Almassora y Castelló, mientras que por la derecha lo efectúan los de Vila-real, Borriana y Nules. Los sistemas parten de tres azudes ubicados sobre el río, desde los cuales se derivan cinco acequias: Séquia Major de Vila-real, Séquia Comuna de Castelló-Almassora, Séquia Major de Borriana y Séquia Major de Nules.
A partir del siglo XIX, los sistemas de riego experimentan transformaciones importantes ligadas al boom de la naranja: ampliaciones, nuevos trazados, reformas en los cajeros de las acequias. Las aguas del Mijares son complementadas con los aportes subterráneos, a partir de la captación mediante pozos a motor. Sin embargo, en la actualidad, como consecuencia de la crisis del sector citrícola y de la instalación de nuevos sistemas de riego a goteo, la red de acequias está experimentando una reducción y deterioro. La implantación del cítrico (naranjos y actualmente mandarinos) en la Plana genera un monocultivo, interrumpido ocasionalmente por algunos campos de hortalizas y sobre todo por nuevos usos de carácter urbano-residencial, industrial y terciario.
Los cítricos de la Plana de Castelló y por extensión, el resto de espacios citrícolas de la franja litoral valenciana, constituyen la matriz paisajística de un territorio en el que se superponen distintos usos del suelo (urbanos, industriales, viarios y turísticos). El protagonismo que en las últimas décadas han adquirido nuevos agentes territoriales, es responsable del cambio de la imagen agrícola tradicional y de la dinámica rural de la Plana. Unas transformaciones aceleradas, ligadas al crecimiento urbano e industrial, proyectan un paisaje cada vez más fragmentado y castigado.
El continuo vegetal constituido por los naranjos y mandarinos está experimentando una pérdida de superficie motivada por la espectacular expansión de otros usos del suelo y por el abandono de la actividad agrícola. Se ha producido un envejecimiento de los activos agrarios y no hay relevo generacional. Además, la especulación ha propiciado un aumento espectacular del precio del suelo, dificultando el aumento de tamaño de las explotaciones y el acceso a la propiedad de jóvenes agricultores. La industria cerámica y los usos urbano-residenciales están ganando rápidamente espacio en este paisaje agrícola de larga tradición, que marcaba las directrices de la ordenación territorial mediante sus canales, caminos y estructura del parcelario.
En la última década la reducción de la superficie regada se ha incrementado notablemente, especialmente en Castellón y en Vila-real. El abandono de los campos de cultivos, en lo que se ha denominado barbecho social, con fines especulativos, provoca un afeamiento y banalización del paisaje, acrecentado con la proliferación de polígonos industriales, carreteras y autovías, centros de ocio etc.
La situación paisajística que experimenta la Plana, derivada de la nueva realidad territorial, sitúa al naranjal en el límite del imaginario colectivo de sus habitantes. Ya no estamos en la región de la naranja, sino en la región de la cerámica que es la actividad productiva y escena con la que los habitantes empiezan a identificarse. Sin embargo, la aparición de una nueva cultura territorial, acompañada de un corpus legislativo que aboga por la salvaguarda del carácter de los paisajes, insta a los responsables políticos y a los agentes sociales a preservar un sistema de espacios abiertos y unos entornos paisajísticamente dignos, que pueden erigirse en puntales para la conservación de los paisajes citrícolas de la Plana.
El Plan de Acción Territorial de Castellón propone una Citrípolis es decir la preservación de una matriz agrícola intermunicipal, que actúe de espacio abierto y paisaje cultural. Un pulmón verde para los ciudadanos del área metropolitana de Castellón y un espacio de ocio y de reencuentro con la naturaleza y la cultura.
Jorge Hermosilla
Emilio Iranzo
Departament de Geografia
Universitat de València
Azorín (1941). Valencia. Recuerdos autobiográficos.
“[…] Las acequias distribuidoras del agua tienen los rebordes alisados con primor. Y en esta tierra pulcra y limpia, el naranjo se levanta y esponja orgulloso, aristocrático. Él nos suele dar flor y fruto al mismo tiempo. La flor es blanca, carnosa, de un aroma que embriaga. Y su zumo aplaca nuestros nervios en las crisis dolorosas. El fruto son esferas áureas, en su mejor clase de piel delgada, lustrosa y con la carne henchida de abundante jugo, ni dulce ni agrio, carne suavísima, pletórica, de fuerza vital, que llena voluptuosamente nuestra boca.
La mancha blancuzca del alba, se acentúa en su claridad. El día naciente avanza. Surge la casa entre el follaje. Comienzan a vivir los naranjos […]”.
Carlos Sarthou Carreres (1910). Impresiones de mi tierra.
“Enclavado Castellón en la parte más alta de su extensísima huerta, ofrece, contemplándola desde las cercanas alturas, un golpe de vista encantador. Cercada por el Mediterráneo y por las suaves montañas de Borriol y Benicasim, encuéntrase una inmensa llanura en extremo fértil, que, por sus variados colores y caprichosas combinaciones de éstos, no parece sino que es el mosaico elegido por la sabia Providencia para servir de pavimento a una de las mejores salas construidas por Dios en su palacio...”.
Blasco Ibáñez (1900). Entre naranjos.
“Los naranjos extendíanse en filas, formando calles de roja tierra anchas y rectas, como las de una ciudad moderna tirada a cordel en la que las casas fuesen cúpulas de un verde oscuro y lustroso […] En el inmenso valle, los naranjales, como oleaje aterciopelado; las cercas y valladas, de vegetación menos oscura, cortando la tierra carmesí en geométricas formas […]”
Carles Sarthou Carreres (1920-1927). Geografía General del Reino de Valencia, de Carreras Candi.
“En 1825 comenzaron a plantarse naranjos y fue Villarreal el primer pueblo de la Provincia que se decidió a cultivarlo en gran escala. El naranjo mandarín lo importó y propagó don José Polo de Bernabé. Hoy se ha extendido de tal modo el cultivo del naranjo, que hasta se cultiva a fuerza de sacrificios de todo género, en los secanos roquizales que nuestros antepasados ni siquiera para viñedos aprovechaban”.
HERMOSILLA J. (2010).
Los regadíos históricos del Baix Millars-La Plana: un patrimonio paisajístico en transformación (nº 12), Valencia, Ed. Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano. Generalitat Valenciana.
PIQUERAS, J. (1995).
Geografia de les comarques valencianes. Tomo 2, Valencia, Edita Foro Ediciones S.L.
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El espacio valenciano: una síntesis geográfica, Valencia, Editorial Gules. 392 p.
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