Paisajes litorales

La Serra d’Irta

Atalaya del Maestrazgo sobre el Mediterráneo

Esta sierra – “un lugar donde las ásperas tierras de secano, algarrobos, olivos, campos abandonados y pinos azotados por el viento llegan hasta el mar” (J. M. Almerich) – es una joya natural y cultural, y su conservación, un auténtico milagro pese al avance de dos frentes urbanizadores. Su cercanía al mar otorga carácter y unidad a unos mosaicos paisajísticos que mantienen la huella de su potencial ecológico y la memoria de diversos usos humanos. El 16 de julio de 2002 la mayor parte de la sierra (12.000 ha) fue declarada parque natural y reserva marina, una decisión que apuesta por la protección de sus calidades ambientales y paisajísticas y por las buenas prácticas territoriales.

 

Una sierra paralela al litoral

Entre los llanos costeros de Peníscola (al N) y Alcossebre (al S), esta sierra alargada – de unos 15 Km de longitud, formada por bloques mesozoicos fallados, de dirección NNE-SSW – separa el mar Mediterráneo (E) del corredor o fosa prelitoral de Alcalà de Xivert (W). No alcanza gran altura media (en torno a 300-400 m). La divisoria principal – donde varios cerros y cimas superan la cota de 500 m – delimita una fachada oriental marítima y una vertiente occidental terrestre, esto es, dos frentes opuestas pero con muchos elementos compartidos. Una densa red de fallas – el elemento estructural más notable – cuartea las predominantes calizas jurásicas y cretácicas hasta convertir el gran horst de Irta en una mosaico de bloques distensivos. Hacia el sur, el macizo montañoso se descompone en dos alineaciones separadas por el valle o fosa de Estopet. Hacia el norte, el macizo sigue hasta el tómbolo de Peníscola. En la línea de costa, el hundimiento de los bloques mesozoicos da lugar a acantilados, calas y una estrecha rampa coluvial.

En el macizo de Irta hay un amplio mosaico de formas exocársticas (lapiaces, dolinas, balmas) y endocársticas (simas, avencs, cuevas, etc.). Hacia la costa – además de formas de lapiaz costero, calas y cavidades – la descarga de agua subterránea – procedente del acuífero del Maestrazgo – se estima entre 100 y 200 hm3/año. También existen desprendimientos rocosos en los acantilados altos y medios.

La vegetación de la sierra está compuesta por un matorral mediterráneo abierto, que en algunos puntos llega a formar agrupaciones densas compuestas por romero (Rosmarinus officinalis), coscoja (Quercus coccifera), lentisco (Pistacia lentiscus), brezo (Erica multiflora), cada (Junisperus oxycedrus), sabina negral (Junisperus phoenicea) y palmito (Chamaerops humilis). “Se trata de una de las mejores representaciones de la maquia litoral de óvalo valenciano” (M. A. Gómez-Serrano, et al. 2001). Por su parte en la línea costera se identifican tres tipos de comunidades, según ocupen acantilados, arenales o cordones de gravas. También hay valiosos endemismos (entre otros, el Limonium perplexum).

 

El uso secular de la sierra

Algunos elementos del paisaje guardan la memoria del uso y transformación colectiva de la sierra. En Irta – cercana al bastión de Peníscola – hay dos castillos islámicos (Xivert y Polpís), varias torres de vigía (Almadum, Ebrí, Torre Nova) y algún cuartel de carabineros que evocan la secular función de vigía de esta despoblada pero estratégica sierra litoral. Irta fue tierra de invernada de ganados trashumantes, área de aprovisionamiento de leña y recolección de plantas útiles, lugar de carboneo, hábitat permanente en alguna masía y orilla marina explotada por pescadores.

Avanzado el siglo XVIII se aceleró la colonización agraria de la sierra, para cuyo éxito Cavanilles propuso la fundación de una villa en Alcossebre y otra al pie del castillo de Polpís. El proceso roturador se intensificó en el siglo XIX: se construyeron multitud de márgenes de piedra seca; en los abancalamientos se plantaron olivos, viñas, algarrobos y otros cultivos de secano. En los alrededores de Alcossebre y Peníscola se practicó el regadío por elevación (primero norias y después motores).

En la época de los primeros motores de riego, se inició también el veraneo tradicional y las primeras valoraciones no utilitarias del paisaje de Peníscola y Alcossebre y sus entornos. Por entonces, Alcossebre fue un activo y publicitado observatorio del eclipse de 1905, de gran resonancia en la prensa de la época. Después, se construiría el apeadero del ferrocarril para promover este enclave turístico, un objetivo compartido por la prensa provincial y por asiduos veraneantes de Valencia (barón de Alcahalí, etc.). En 1959, el geógrafo suizo Heinrich Frey que disfrutó un veraneo tradicional, aún fotografió una sierra de Irta explotada por esforzados agricultores, pescadores y pastores.

 

Los valores de Irta

La ausencia de grandes asentamientos humanos y el abandono progresivo de los aprovechamientos agrícolas y ganaderos permiten albergar – especialmente en el núcleo de la sierra, más allá de las penetraciones urbanizadoras procedentes de Peníscola (N) y Alcossebre (S) – grandes calidades paisajísticas. La proximidad de la sierra al mar proporciona “panorámicas espléndidas” con intensos contrastes de color y un espectacular frente costero con algunos acantilados altos y medios, y pequeñas calas. En el paisaje de Irta – un paraje vivo y representativo de las márgenes abruptas del mar Mediterráneo – se conservan explícitos o escondidos numerosos valores naturales, sociales, patrimoniales, educativos y estéticos que merecen las mejores prácticas de ordenación y gestión.

 

Joan F. Mateu
Departament d’Història de l’Art
Universitat de València

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Fotos

Castillo templario de Alcalá de Xivert (foto Adela Talavera).Castillo templario de Alcalá de Xivert (foto Adela Talavera)La Serra d’Irta (foto Adela Talavera).La Serra d’Irta (foto Adela Talavera).Playa de Alcossebre (foto Adela Talavera).Faro de Alcossebre (foto Adela Talavera)Cala en los alrededores de Alcossebre (foto Adela Talavera).

Mapas

Citas

A. Giner Sorolla (1980). Amunt i Avall, 34

A. Sánchez Gozalbo (1931). Bolangera de dimonis, 95.

H. Frey (1959). “Vegetación y cultivos de Alcocebre (Castellón) y sus alrededores”, Estudios Geográficos, 270.

A. J. Cavanilles (1795-97). Observaciones sobre el Reyno de Valencia, I, 45.

Barón de Alcahalí (1905). Alcalá de Chivert. Recuerdos históricos, 8.

Bibliografía

COSTA, M. et al. (1986).

FREY, H. (1959).

GÓMEZ-SERRANO, M. A. et al. (2001).

RAMOS, J. (2009).

ROSSELLÓ, V. M. (1969).

RUIZ DE LIHORY, J., BARÓN DE ALCAHALÍ (1905).