Paisajes de montaña y forestales
Paisajes de corcho, suelos de rodeno y pueblos con encanto
El Parque natural de la Serra d’Espadà (Coordenadas: 39o55’20’’N 0o22’29’’O), forma parte de una sierra en las estribaciones del Sistema Ibérico que separa las cuencas de los ríos Palancia al sur y Mijares al norte. Se encuentra en el sur de la provincia de Castellón, entre las comarcas del Alto Mijares, Alto Palancia y la Plana Baixa.
Tiene una superficie de 31.000 ha, abarcando 19 municipios de la provincia de Castellón, de los cuales 11 tienen todo su término municipal dentro del Parque. (Aín, Alcudia de Veo, Almedíjar, Azuébar, Chóvar, Eslida, Fuentes de Ayódar, Higueras, Pavías, Torralba del Pinar y Villamalur); mientras que los 8 restantes (Alfondeguilla, Algimia de Almonacid, Artana, Ayódar, Matet, Sueras, Tales y Vall de Almonacid), sólo están incluidos parcialmente.
La Sierra de Espadán constituye una alineación montañosa triásica que posee un modelado geomorfológico caracterizado por abruptas crestas y lomas más suaves y redondeadas, pasando en pocos kilómetros desde el nivel del mar hasta los 1.106 m del pico de la Rápita. Los diferentes tipos de suelo tienen como consecuencia la existencia de diversos tipos de materiales como minerales de cobre o cobalto, cinabrio, arenisca o rodeno.
Esta sierra presenta un típico clima mediterráneo con un fuerte período de sequía en verano y con un máximo pluviométrico en otoño. Es importante señalar que en esta sierra existe un índice pluviométrico ligeramente superior al existente en su entorno.
El único río de cierta importancia que surca el parque es el río Veo. Existen, eso sí, diversos arroyos, ramblas o barrancos que desaguan en los ríos Palancia o Mijares. Además, la Sierra de Espadán, cuenta con dos pequeños embalses (el de Ajuez en Chóvar y el de Benitandús).
En la Sierra de Espadán, la combinación entre una litología singular (areniscas triásicas) y una elevada pluviometría permite una gran diversidad en cuanto a los ecosistemas representados: pinares de pino rodeno, bosque de ribera, el típico bosque mediterráneo de encinas y pino carrasco e interesantes peculiaridades como bosquetes de castaños, y otras especies como el melojo, tejo, acebo, castaño, arce, quejigo, avellano o madroño.
La vegetación de la Sierra de Espadá se caracteriza por su riqueza y variedad, pero sin duda, es el bosque de alcornoques el ecosistema más representativo tanto por su singularidad como por su buen estado de conservación. Los alcornoques (Quercus suber L.) se desarrollan bien por el índice de pluviosidad existente en la sierra que combinado con la existencia de suelos de rodeno (mineral que destaca por la alta absorción de agua) permite que el nivel de humedad ambiental sea relativamente alto. En el sotobosque, hay matorrales con brezo, enebro o torvisco y algunos endemismos como la bracera, el clavellet de roca, l’herba de llunetes o la ginesta de sureda.
Las condiciones climáticas, geológicas y edáficas, así como la riqueza florística y la acción humana sobre el medio han dado lugar al reconocimiento de diferentes formaciones vegetales. Los alcornocales, representan la vegetación potencial en suelos silíceos. El alcornoque, posee la peculiaridad de ofrecer resistencia al fuego lo que le confiere un gran valor ecológico. Su resistente corteza, el corcho, convenientemente explotado constituye un recurso económico para las poblaciones de la sierra.
Junto a los alcornocales, o bien formando masas boscosas, encontramos al pino rodeno, utilizado en la antigüedad para la extracción de resinas. Se caracteriza por presentar acículas y piñas de mayor tamaño que las del pino carrasco, que encontraremos compartiendo suelos calizos con las encinas.
En cuanto a la fauna propia de la Serra d’Espadà, sobresalen las rapaces, como el águila perdicera, el águila culebrera, el águila calzada y el azor. Entre las rapaces nocturnas podemos encontrar el cárabo, el búho chico y el búho real, y de los mamíferos, se puede citar el jabalí, el zorro, la garduña, la jineta y el tejón entre otros.
El Parque Natural posee una gran riqueza natural, histórica y cultural, como atestiguan los numerosos yacimientos arqueológicos de la edad del bronce y de los íberos, así como los restos de cerámica, inscripciones y diferentes construcciones romanas.
No obstante, es en la época árabe cuando la Sierra de Espadán adquiere su mayor esplendor, tal y como se puede observar en sus poblaciones de marcado carácter árabe, como Aín que ha conservado la estructura y el estilo tradicional. En este período se levantan castillos y torres en casi todas las poblaciones de la sierra de los que se conservan algunas ruinas como las del castillo de Mauz en Sueras, los castillos de Tales, Alcudia, Azuébar, Aín o Artana; la torre del Pilón en Matet, la de la Alfándiga en Algimia de Almonacid, la de los Dominicos en Ayódar. Podemos destacar los restos del Castillo de Almonecir, en Vall de Almonacid, de origen musulmán del siglo XII – XIII, aunque en realidad era un monasterio fortificado o ribat, habitado por una comunidad de monjes guerreros musulmanes, los muràbitin y llamado al-munastir, nombre que deriva del latín monasterium, que con el paso del tiempo ha evolucionado a Almonecir y recientemente a Almonacid.
Su economía se basaba en la ganadería y, especialmente, en la agricultura que alcanza un gran auge gracias al sistema de riego con acequias, balsas, norias, presas y acueductos, lo cual favorece un importante aumento poblacional. De su importancia como centro económico, comercial y cultural, es signo su prestigiosa escuela coránica.
Cuando Jaime I inicia su conquista, establece una serie de pactos con las poblaciones de la sierra encaminados hacia su sometimiento. En el siglo XVI, la presión de la Inquisición y de las conversiones forzosas sobre la población morisca, fomentó la emigración y las revueltas. En 1609, los moriscos fueron expulsados definitivamente de la sierra, entrando así en una etapa de fuerte depresión económica y poblacional.
Debido a la especial orografía del terreno, la Sierra se convierte en un lugar estratégico por sus defensas naturales en todos los conflictos armados: los alzamientos árabes, la guerra Carlista o la guerra Civil, que dejan muestra de su presencia a través de numerosas excavaciones y trincheras.
A lo largo de los diferentes paisajes presentes en la Sierra de Espadán, quedan reflejados los diferentes usos de los recursos y actividades en este medio ambiente. Las actividades socioeconómicas de la zona se han centrado en el aprovechamiento tradicional de los recursos naturales, como por ejemplo, la explotación de los alcornocales para la extracción de corcho. La plaga de filoxera, a finales del siglo XIX destruyó casi toda la viña, por lo que grandes extensiones de ésta quedaron abandonadas en los años veinte, pero muchas otras fueron repobladas con alcornoques. En 1862, se inicia una explotación intensiva de los recursos suberícolas de Espadán, aunque ya había habido con anterioridad, desde época musulmana, precedentes de la utilización de este recurso, tal como indica el hallazgo de placas de corcho en la excavación del poblado de Benialí. También corroborado por lo que se expone en la carta puebla de la Sierra de Eslida, o la de Suera otorgadas en 1612 y en las de Castro y Fondeguilla, de 1613, al indicar el pago de una de cada ocho planchas de corcho extraídas, tal y como se hacía con el resto de productos de secano. En este período la producción de corcho era bastante moderada, destinándose éste a usos menores como flotadores para las redes de pesca, tapones, aislantes, colmenas y sobre todo el alcornoque se utilizaba para obtener leña y carbón. Algunos autores como Cavanilles, en 1795, ven en la proliferación de alcornoques más una dificultad que una ventaja:”Quedaría siempre inculta la mayor parte, cubierta de peñas con poquísima tierra, como también los montes ásperos llenos de cortes y precipicios, pero los terrenos donde hoy se ven multitud de pinos, alcornoques y madroños se transformarían”.
A finales del siglo XIX, la producción de corcho de la Sierra de Espadán se destina a la demanda de la industria taponera gerundense. En la actualidad, los reductos originales y las antiguas plantaciones se han convertido en densos bosques que se extienden por las umbrías y los valles de Espadán. El alcornoque debe crecer bajo condiciones ecológicas muy ajustadas a sus necesidades de agua. Las lluvias, inferiores a los 600 mm anuales, son insuficientes para su desarrollo óptimo, aunque la entrada de vientos de levante produce nieblas frecuentes que mejoran la disponibilidad hídrica. La producción anual con estas condiciones es bastante baja y obliga a prolongar los turnos de extracción del corcho de 12 a 14 años para obtener el grueso necesario para la fabricación de tapones.
Otros productos de la sierra son los cultivos dedicados al algarrobo, almendro, olivo, cerezo y otros frutales. Entre éstos destacan el olivo, por la excelente calidad del aceite y las cerezas cultivadas en el fondo y en las laderas de los valles. Debido a las características orográficas, la agricultura de montaña destaca más por su calidad, que por el volumen de su producción. Otra actividad tradicional ha sido la fabricación de mangos o de gaiatos a partir de las ramas del almez o lledoner.
La apicultura es otra actividad con gran desarrollo en la zona, existiendo gran número de colmenas que proporcionan, además de excelentes mieles, otros productos como la jalea real, el polen o la cera.
Las aguas que manan de la sierra son idóneas para el consumo humano, por su bajo contenido en cal, por lo que en el Parque se ubican diversas envasadoras.
Otro de los recursos explotado en la Sierra de Espadán ha sido el cinabrio, mineral del que se obtiene el mercurio, en minas como las del Hembrar que debe su nombre a la abundancia de enebros, (originariamente se denominó el Enebral), o la galería del socavón, cerradas en la actualidad.
Entre los restos que nos indican otros recursos de la sierra que han sido explotados desde tiempos ancestrales se encuentran los pous de neu o neveras para la obtención de hielo que se distribuía a las poblaciones de la Plana Baixa. Ejemplo de estas neveras pueden ser la nevera de Espadán, entre Alcudia de Veo y Algimia de Almonacid o la nevera de Castro, en Alfondeguilla, utilizada hasta el siglo XX.
Elena Grau
Departament de Prehistòria i Arqueologia
Universitat de València
Carlos Sarthou Carreres (1910). “Impresiones de mi tierra”.
“La Sierra de Espadán en cuyas breñas se riñeron terribles hechos de armas en históricas guerras, es una cordillera quebradísima que en su cresta tiene prolongadas mesetas rodeadas de desigual crestería de peñascos, que recortan desde lejos el paisaje en su horizonte, formando caprichosas líneas. Pródiga en escarpadas pendientes, enormes pedruscos y rugosidades variadísimas, hace en muchos puntos difícil y más que difícil temeraria por lo imposible, su ascensión. En su corazón alberga larga serie de pintorescos pueblecillos...”
A. J. Cavanilles (1795). Observaciones sobre el Reyno de Valencia.
“Quedaría siempre inculta la mayor parte, cubierta de peñas con poquísima tierra, como también los montes ásperos llenos de cortes y precipicios, pero los terrenos donde hoy se ven multitud de pinos, alcornoques y madroños se transformarían”.
ALMERICH, J. M., CRUZ, J., TORTOSA, F., (2001)
Espacios naturales: tierras interiores valenciana, Alzira, Edicions Bromera.
BUTZER, K. W. et alii (1985)
Una alquería islámica de la Sierra de Espadán. BSCC, 305-365.
DOMINGO CALABUIG, J., GÓMEZ SERRANO, M. A., MAYORAL GARCIA-BERLANGA, O., (2001)
Guía de la naturaleza de la costa de Castellón, Itinerarios para conocer su fauna, flora, paisaje e historia. Editorial Antinea.
VIDAL GONZÁLEZ, P. (2007)
Mosquera. Etnología de un paisaje rural de la Sierra de Espadán, Castelló, Diputació de Castelló, Biblioteca Popular.