Paisajes de montaña y forestales

El eje Alcoi-Gandia

Las vísceras del País Valenciano

La vía inguinal

Si se pensara en el País Valenciano como un territorio antropomórfico, la línea Alcoi-Gandia correspondería al bajo vientre. A aquel espacio donde las vísceras cumplen con sus funciones físicas y químicas para garantizar que este cuerpo vivo siga siendo la esencia del mediterráneo. Las mismas vísceras con las que se hace el “figatell” que ya era la hamburguesa para los fenicios (Sabater i Soliva & Martínez, 2015) y que conecta La Safor, La Marina y L’Alcoià en un continuo espacio tiempo con Córcega, Italia y Chipre. Si alguien hoy se subiera a lo alto del castillo de Perpuxent en l’Orxa, en un atardecer del mes de julio, ni por los olores, ni por los colores, ni por los sonidos, ni por los sabores, sabría decir en cuál de esas riberas del mediterráneo se encuentra. Porque siempre, eternamente, se intuye, se refleja, se percibe en cada aguja de pino, pala de chumbera o cutícula plateada de olivos que el mar está cerca, y que dejándose llevar, de forma natural y tras un recodo en el camino las olas saladas te mojarán los pies.

La vía Alcoi-Gandia es en el fondo una vía inguinal que busca conectar las entrañas de Alcoi, Concentaina y Muro, la presencia de la Mariola o la solana del Benicadell con su horizonte natural, que sigue siendo el mar. Es la mirada ansiosa de un falso interior que persigue descansar la vista después de recorrer peñascos, muelas y turones y que sigue la vía de un río que una vez fue salvaje, caprichoso e imprevisible, pero que hoy domeñado por el pantano de Beniarrés, solo muestra sus intrincados y encajados meandros para desafiar a la lógica topográfica de la distancia más corta entre dos puntos, que nos dice que es la línea tan recta, como los carriles de hierro forjado de un tren.

Y como toda vía inguinal el desfiladero sirve para excretar, transportar, transformar, exudar, absorber, desechar, incluso penetrar y fertilizar todo aquello que requiere ser excretado, transportado, transformado, exudado, absorbido, desechado, penetrado y fertilizado entre un interior industrioso, maquinador, mañoso, casi áspero, socarrón y alocadamente sensato y que alterna arrebatos provincianos con el cosmopolitismo más refinado y una Huerta de la Safor, acomodaticiamente trabajadora, a veces artificiosamente amanerada, a veces rozando, sublime, el tuétano de la autenticidad, laboriosamente concupiscente, mucho más sosegada.

Estas dos caras de la moneda solo se superan si somos capaces de recorrer la sierra de Ador (Martí i Calafat, Gomar i Ibáñez, & Cervera i Peiró, 2010), siguiendo el río Serpis y circunvalar el circo de la Safor, y la sierra de la Cuta y como para ello no se requiere de sujetos épicos sino simplemente curiosos, sociales, hacendosos y amigos del comercio, el intercambio y la interacción, esto es lo que han hecho durante siglos los habitantes y los visitantes de estos lares.

Pero la vía de comunicación cose muchas más cosas. Cose esa extraña división administrativa provincial entre Alicante y Valencia, cose todas las sinergias de las Comarcas Centrales y cose el profundo vacío que separa los agujeros negros conformados por los espacios metropolitanos Elche-Alicante y Valencia. La conexión Alcoi-Gandia ha ejercido a lo largo del s. XX un descomunal zurcido del tejido emocional de los valencianos y valencianas y como tal conforma parte del sistema visceral de la identidad colectiva.

 

El tren de los ingleses

Pero si bien no nos cabe ninguna duda que en el “Barranc de l’Infern” y en el “Racó del Duc” ha habido actividad continua en términos históricos, es la instalación de la línea del ferrocarril a finales del XIX, lo que confiere carta de naturaleza al paraje.

La “Revista de Gandía” del 28 de marzo de 1887 afirmaba que el tren viene a facilitar la unión estrecha entre dos ciudades, hermanas cuando no gemelas en lo que podemos llamar condiciones envidiables de movimientos mercantiles. Aquella, bañada por el río Serpis cuyas aguas alimentan la fabricación de las más delicadas manifestaciones del trabajo y la inteligencia; la nuestra, regada por el mismo río y abundante en productos de preferente estimación en los mercados del mundo; y ambas acariciadas por la irrealizable ilusión de un porvenir risueño (…).

La vía del “tren de los ingleses” recibe este nombre porque el prohombre local que consiguió la licencia para la explotación de la línea ferroviaria y del puerto, no consiguió financiación nacional, (Novell, 2015). En 1884, por Real Orden de 25 de Junio la Junta de Caminos Canales y Puertos se autoriza a Sinibaldo Gutierrez Mas y a José Rausell la construcción por su cuenta y riesgo del puerto de Gandia. Cinco años, tras arduos intentos por encontrar financiación nacional, los licenciatarios consiguen convencer a unos inversores londinenses y se transfería esa concesión a la Alcoi and Gandia Rail-ways and Harbour Company. (Sanchis Deusa, 1988).

El origen del tren fue en un principio pensado exclusivamente para las mercancías y así los inversores británicos y el ingeniero Philip Ayres crearon una infraestructura como vía de hacer llegar el carbón a Alcoi y llevar la producción textil de la industriosa ciudad al puerto de Gandía. Del transporte de mercancías, para lo que fue diseñado pasó a convertirse en intercambiador de personas y pronto, muy pronto, se convirtió en un medio de transporte del que se apropiaron los viajeros, transformando de manera drástica sus oportunidades vitales. Tanto que en algunos casos supuso la manera de que ciudadanos de L’Orxa, Beniarrés o Gaianes tuvieran la posibilidad de contemplar el mar por primera vez. Fue un tren tan tan humano, que en algunos casos su velocidad, en algunos repechos del “estrecho de Lorcha”, no era muy superior al paso de una persona, lo que permitía que los viajeros subieran y bajaran a su antojo con unas simples carreras. En su ocaso, en los años 60, incluso era conocido como el “tren bañador”, ya que permitía a los Alcoianos pasar los días de verano en la playa de Gandia, yendo y viniendo en el mismo día y despertando las ansias de esa caja de Pandora, que luego fue el turismo en toda la Safor.

En el momento de mayor esplendor en el tramo de Vilallonga a L’Orxa convivían “llumeros” (trabajadores de las centrales eléctricas), trabajadores para el mantenimiento de la línea de ferrocarril Gandia-Alcoi, y sus correspondientes familias o la población de algunos asentamientos agrícolas. Y así, entre las tareas cíclicas se incluían la de producir carbón vegetal, hacer palmas, escobas, cuerda o boga para las sillas, que vendían en los mercados civilizados de Gandía o secar peces de río, ranas, cazar topos o pequeños anfibios.

La serpenteante ribera del “Riu de Gandia” que el tren de los ingleses quiso enderezar a finales del siglo XIX es una línea transitada desde el albur de los tiempos y sus paisajes el fruto de unos paisajistas espontáneos pero intuitivos que generación tras generación han abancalado sus lomas, han modificado sus plantas, han cultivado sus llanos, ha sustituido las carrascas autóctonas por pinos industriales, han paseado sus rebaños para que se alimentaran de hierbas y algarrobas, han cortado cañas para emparrar tomates, han defecado en sus rincones, han incendiado sus matojos, han embalsado sus cauces, han recogido los sobrios frutos de los bosques mediterráneos como setas o espárragos. Y como todo no es monserga bucólica rural, han molido cereales, han fabricado papel –papel de seda- y contaminado ramblas y torrentes, han construido fábricas de luz, y han hollinado la clara luz del mediodía con restos de carbón y han desplazado los ritmos tolerables de las chicharras insectos con la gigantesca chicharra mecánica.

Por fortuna, lo que hoy consideramos como un conservado paraje natural no es más que el producto transgénico, fruto de la manipulación continuada y persistente de manos humanas que durante siglos tomaron el lienzo de la naturaleza y lo dedicaron a cultivar su propia educación estética.

 

La ruta

El río Serpis recorre unos 75 km desde que nace en las proximidades de Alcoi, antes de desembocar en el mar a la altura de Gandia. Desde allí desciende la Carrasqueta para unirse en plaza con el Barchell que recoge las lluvias de la imponente sierra de Mariola, verdadera montaña sagrada de la identidad alcoyana. Y ya por la derecha le acomete el río Molinar. Los primeros kilómetros atropellados recorren, casi a modo de conurbación y con pinares en las laderas de los caminos pasando por la industriosa Cocentaina, l’Alquería de Asnar, Muro de Alcoi y Beniarrés. Allí, desde finales de los años 50 del siglo pasado, el embalse atempera las iras de un río que aunque pequeño y con cauces raquíticos la mayor parte del año, no deja de ser un río mediterráneo, capaz de algunas salvajes crecidas.

Muro de Alcoi se ubica en la parte de levante de la Sierra de Mariola y nada más salir de la población cruzamos otros de los modestos afluentes del Serpis, el río Agres. A partir de ahí ya se puede seguir la plataforma del antiguo ferrocarril que sirve de pista rural durante media decena de kilómetros hasta la pequeña población de Gaianes. Para llegar a Beniarrés hace falta cruzar uno de los túneles del antiguo ferrocarril y superamos el término de Beniarrés al atravesar el Barranc del Corral.

La parte más espectacular del trayecto es sin duda cuando el río deja los espacios más abiertos y se encajona en el “estrecho de Lorcha” (Llorente i Olivares, 1887). Las plantaciones de secano dejan paso a pequeños trozos de huerta y naranjo en las inmediaciones del municipio, para anunciar con el castillo de Prepuxent, que entramos en el Barranc de l’Infern. También la antigua fábrica de papel del municipio, que aguantó hasta el año 2000, nos anticipa ese singular dinamismo industrial que se vive en el territorio entre L’Orxa y Vilallonga.

Desde el punto de vista paisajístico, el recorrido se vuelve cada vez más interesante (Ferrairó, 1991). El antiguo trazado del tren se sigue serpenteando por el Serpis, pasando de una ribera a otra, en función de las dificultades y superando algunos tramos a través de los túneles, que persisten; no así los puentes, que fueron desmantelados en los años 70 del siglo pasado.

Los siguientes 13 km constituyen una verdadera joya para los sentidos. Se conforma un desfiladero a partir del empuje de las paredes calizas de las sierras de La Safor y Ador, de más de 500 metros, sobre el río Serpis, que desciende desde los 250 metros de L’Orxa a los 90 de Villalonga. Los meandros y las curvas del río, las pequeñas represas e incluso las construcciones que salpican el recorrido, generan visiones y ángulos de gran belleza. Dicen los expertos que el trazado constituye uno de los corredores fluviales de mayor valor ecológico y paisajístico del País Valenciano. Entre las denominaciones con las que se conoce el paraje; Racó del Duc o Barranc de l’Iinfern, sin duda la más evocadora de su realidad es la primera, ya que nada infernal se adivina.

Túneles, “assuts” como el de Esclapissada, fábricas de luz como la de L’Infern, puentes, laderas abancaladas, fuentes y algunos equipamientos ferroviarios constatan que el paisaje que nos conmueve a los mediterráneos no es solo la imponente presencia de la naturaleza, sino la constante mano de hombres y mujeres que modelan y humanizan unos parajes para hacerlos suyos.

Y en este punto cabe precisar que de lo que estamos hablando es de la armónica interacción entre humanidad y naturaleza, armonía que no se da en el caso de la agresiva cantera que ya en Vilallonga asesta un brutal mordisco a la estribación norte del Circo de La Safor. El resto de la vía son los tramos más poblados como Potries, Beniarjó, Almoines y Gandia donde se intercalan las carreteras con carriles-bici y caminos rurales, y donde el Serpis acopla a su último afluente, el Vernissa, casi a ras de mar. A la entrada de Gandia, el “pont de ferro”, cerca del Instituto María Enriquez, se puede contemplar el único puente que conserva aun la original estructura metálica, hoy acondicionada como pasarela peatonal.

 

El proyecto de La vía verde

La infraestructura del antiguo ferrocarril Alcoi-Gandia es un trazado de unos 54 km que salva un desnivel de 530 metros, y su conversión en “vía verde” es sin duda su futuro más sensato. Afecta principalmente a unas 15 localidades de tres comarcas. Las razones son más que obvias y van desde la recuperación de un patrimonio industrial y civil de notable valor, supone un proceso de valorización ambiental sostenible que acerca el paraje a la ciudadanía residente, recupera una vía de comunicación que efectivamente acerca a las poblaciones de La Safor, El Comtat i L’Alcoià, ejerciendo esa necesidad histórica de coser el territorio valenciano, y finalmente puede generar un importante valor añadido a los distintos municipios por los que discurre, activando el turismo de interior (ciclismo, senderismo, gastronomía, arqueología industrial, etc.) e incluso cualifica como servicios y actividades complementarios al turismo de costa de La Safor.

La vía verde Alcoi-Gandia es hoy una línea de paisaje que cuenta con un proyecto ya muy bien desarrollado, como la propuesta (anteproyecto) de 2005 del ingeniero A. Jordà, o la propuesta URBACOST que incluso obtuvo reconocimientos, como el premio “Hispania Nostra” recibido en 2010. El objetivo de la propuesta de URBACOST cuyo objetivo era potenciar un turismo alternativo al de sol y playa mediante la coordinación entre los municipios del eje Alcoi-Gandia, a través del río Serpis. En el proyecto se apuesta por preservar y mejorar los recursos naturales y culturales, reforzar la imagen de los núcleos históricos, mejorar la función de los corredores y proteger el carácter singular del paisaje del interior definiendo una serie de estrategias para promover, además del turismo, el crecimiento económico y la calidad de vida de los habitantes del territorio. La propuesta cuenta ahora, después del repecho de la crisis, con el apoyo político de todos los responsables locales implicados y el revitalizado Consorcio de las Comarcas Centrales ha decidido asumir el proyecto de su recuperación.

Sin duda es el momento oportuno de sanear nuestras vísceras.

 

Pau Rausell Köster
Ddto. de Economía Aplicada
Universitat de València

Compartir:

Fotos

Serra de la Foradà (foto Miguel Lorenzo).Recorrido del tren de los Ingleses, Vilallonga (foto ESTEPA).Castell de Perpuxent, Lorxa (foto ESTEPA).Serra de la Foradà (foto Miguel Lorenzo).Serra de la Foradà (foto Miguel Lorenzo).

Mapas

Citas

Bibliografía