Paisajes y acciones estratégicas

Alto Palància

Un paisaje de agua y montaña

Contraste y diversidad geográfica

Contraste y diversidad geográfica constituyen uno de los principales elementos que dotan de personalidad y belleza a los paisajes del Alto Palancia. Esta comarca, ubicada en las estribaciones orientales del Sistema Ibérico, presenta una configuración compleja, que reúne, entorno a la cuenca alta y media del río Palancia, unidades morfoestructurales muy diversas. Así, siempre bajo el dominio general de la dirección ibérica (NW-SE), aparece el valle flanqueado por dos sierras: la Sierra Pina-Espadán al norte y la Sierra de Calderona al sur. Estos relieves, de origen alpino, se encuentran muy fracturados y dislocados, descendiendo en gradería hacia el mar. La cuenca de drenaje se cierra por el W en el páramo de El Toro-Barracas, que podría considerarse como una prolongación geológica del altiplano turolense.

Desde el punto de vista topográfico, las mayores altitudes se encuentran en el noroeste, en las sierras de Javalambre y El Toro (Collado de la Nava Seca con 1614 m. y Collado de la Baraja con 1602 m.), formando la divisoria de aguas con el río Turia. La Sierra de Espadán, que sirve de divisoria con el río Mijares, presenta máximos de 1.106 m. en el Pico de la Rápita y 1.086 m en el de Espadán. En cuanto a la alineación sur de la Sierra de Calderona las altitudes son menores (Pico de Montmayor con 1.015 m y Pico del Águila con 878 m).

Se configura así el conjunto estructural del Alto Palancia, que, a su vez, podría dividirse en dos sectores: el comprendido entre El Toro y Navajas, que recoge el curso alto del río, y el tramo entre Navajas y Sot de Ferrer, referido al curso medio. La transición entre ambos se produce mediante un escalón constituido por calizas jurásicas (Pérez Cueva, 2006).

Este rompecabezas tectónico propicia la aparición de escenarios contrastados porque reúne en una misma comarca diferentes unidades topográficas (que van desde los los 1.614 m del Collado de la Nava Seca a los 100 m en Sot de Ferrer); litológicas (desde las calizas predominantes en la Sierra de Calderona hasta los rodenos y materiales plásticos del Keuper en Espadán); de vegetación (carrascales, alcornocales, coscojares, pinares, etc.) y de cultivo (desde los cereales de secano del altiplano a las huertas y frutales del valle). También la ocupación humana a lo largo de la historia ha dejado huella de su diversidad en el rico patrimonio cultural que presenta.

 

El río vertebrador

El valle del Palancia constituye el eje vertebrador entre la costa Mediterránea y las tierras de Aragón. “Espadán al norte y la Calderona al sur (…) son dos auténticas barreras (…) obstáculo a las comunicaciones transversales, entre las cuales se abre paso el río, arteria económica y eje cultural” (Cebrián, 2000).

Efectivamente, ya desde tiempos iberos las rutas de penetración hacia el valle del Ebro seguían este paso natural y, en época romana, se asentó la vía que comunicaba Sagunto con Zaragoza. Por este camino entró Jaume I en la reconquista del Reino de Valencia, y posteriormente se consolidó el Camino Real de Aragón. En la actualidad sigue manteniendo su función de corredor, como lo demuestra la construcción de la Autovía Mudéjar o la línea de ferrocarril. Según Rosselló (1995) el río Palancia “ha facilitado históricamente el paso de las comunicaciones a lo largo de sus 75 km de curso”. El valor estratégico, que desde siempre ha supuesto el valle para el control del territorio, ha contribuido a la consolidación de los núcleos de población más importantes, como Segorbe (que sustenta la capitalidad), Viver, Jérica, Soneja y Sot de Ferrer.

El río Palancia es además el eje hidrológico de esta comarca. Si bien en esta zona de cabecera la extensión del área vertiente es pequeña y, en consecuencia, las aportaciones de escorrentía superficial son escasas, el cauce vehicula una cantidad considerable de caudal. Según Pérez Cueva (2006) este hecho se debe a las surgencias de los manantiales provinentes de las cubetas de Viver y de Seborge, así como de los sobrantes de riego por manantial. En su recorrido por la comarca, el cauce presenta una componente de circulación continua que favorece los procesos de conectividad hidrológica entre el valle y las vertientes. De ello se benefician los ecosistemas naturales, como los bosques galería (chopos, sauces y vegetación de ribera), y los diferentes aprovechamientos agropecuarios y turísticos. A partir de Sot de Ferrer las condiciones cambian y la sangría constante de las acequias secan el cauce.

 

Paisaje de agua y montaña

Desde el punto de vista climático, las tierras del Alto Palancia se encuentran en la transición entre el clima de la llanura litoral valenciana y las tierras altas de Javalambre. Las temperaturas medias oscilan entorno a los 13ºC y las precipitaciones anuales en torno los 550 mm (Pérez Cueva, 1994). Estos datos arrojan una evapotranspiración media real alrededor de 500 mm, lo que según Pérez Cueva (2006), permite cierto margen a la recarga hídrica.

La estructura geológica del territorio favorece el almacenamiento de estos recursos de agua en el subálveo y su posterior afloramiento superficial, en forma de numerosas fuentes. A ello contribuyen varios factores. Por una parte, destaca la secuencia de fallas transversales a la dirección tectónica general, que convierte el valle en una sucesión de cubetas, separadas entre sí por escalones tectónicos. Por otra parte, es importante la alternancia de materiales calizos permeables que almacenan agua, sobre los materiales plásticos del Keuper, que constituyen la base impermeable de los subálveos.

Ejemplos de ello lo constituyen las cubetas de Viver y de Segorbe (Pérez Cueva, 2006). En la Cubeta de Viver, la gran plataforma calcárea de El Toro-Barracas, que aparece colgada sobre el resto de la cuenca, presenta gran permeabilidad, mientras que los materiales del Keuper (margas y arcillas) que afloran en las cuestas del Ragudo, son impermeables, dando lugar a una circulación horizontal del agua subterránea y su posterior afloramiento en diversas fuentes, como la de los Cloticos, del Ragudo, del Hocino, la Fuensanta, etc. La Cubeta de Seborge presenta un sector de surgencias al pie del umbral del Regajo, donde destacan el manantial de la Virgen de la Esperanza en Navajas o la Fuente de los 50 Caños en Segorbe.

Por tanto, como afirma Pérez Cueva (2006) “la Sierra de Espadán se presenta como una sierra rica en aguas, con muchos (…) sistemas de regadío y (…) núcleos de población. Frente al altiplano calcáreo de Barracas, seco y despoblado, las cubetas de Viver y de Segorbe son lugares de abundantes manantiales. Estos, y no el río Palancia, son la causa de que en el valle se concentre un mayor número de núcleos de población y las villas de mayor tamaño”.

La estructura geológica no sólo determina un paisaje de agua, sino que está en la base de un paisaje de montaña, configurando un conjunto de cumbres de gran altura y agudas crestas. Cavanilles (1797) describía la cabecera del Palancia haciendo alusión a “montes cortados como a pico por centenares de varas”. Entre las cumbres más importantes, destaca Peñascabia (1.318 m), la montaña por excelencia de la comarca.

Presentan estas sierras potentes bancos de materiales calizos y margosos que alternan con las areniscas rojas del Buntsandstein (rodeno) y los materiales plásticos del Keuper. Fruto de ello es el gran contraste cromático (brillantes colores amarillentos, rojizos, morados o irisados), a la vez que ecológico, que tienen un reflejo claro en la diversidad de suelos, flora y fauna.

La riqueza del sustrato y la acción humana sobre el medio se manifiestan en la existencia de dos parques naturales (Sierra de Espadán y Sierra de Calderona) y cuatro parajes municipales (Dehesa de Soneja, Pozo Junco, Peñascabia y monte de la Esperanza). La Sierra de Espadán fue declarada Parque Natural de la Comunidad Valenciana en septiembre de 1998. Sus suelos silíceos y bien drenados acogen una de las formaciones de alcornocales mejor conservadas de la Comunidad, en el valle de la Mosquera. Si bien no reúne los requisitos de precipitación de su óptimo ecológico, el alcornocal sobrevive gracias a las criptoprecipitaciones aportadas por nieblas y flujos húmedos de levante (Pérez Cueva, 1994; La Roca et al., 2016), así como a la intervención antrópica. Durante 155 años el manejo humano ha creado un tipo de alcornocal “puro” con estructura de bosque parque, con el objetivo de explotar el corcho (La Roca et al., 2016). Junto a estas formaciones aparecen bosques de pino rodeno. Ya en suelos calizos dominan las encinas y el pino carrasco. En menor cantidad aparecen los robles, quejigos, tejos y arces, así como sotobosques de jaras, brezos, enebros y torviscos, en suelos ácido; y lentiscos, coscojas, mirtos, etc. en suelos calcícolas.

La Sierra de Calderona, por otra parte, fue declarada parque nacional en enero de 2002 y ocupa una menor extensión en la comarca. La vegetación dominante son bosques de pino carrasco, acompañados de un matorral de coscoja, romero, jaguarzo y aliagas, entre otros. Junto a la vegetación natural, las tierras de labor completan el mosaico verde de la comarca. La mayor parte de la actividad agrícola consiste en cultivos arbóreos, fundamentalmente frutales de hueso, olivos y almendros, que se ubican en las cubetas de Viver y Segorbe. Los altiplanos de El Toro y Barracas producen trigo y cebada.

 

La riqueza natural y cultural

Un poblamiento, de baja densidad, que concentra los mayores núcleos de población en el eje del valle y que presenta una economía de base agrícola, ha conservado en gran medida la riqueza natural de su entorno. Además, la ocupación histórica de la comarca ha contribuido, con su legado patrimonial y cultural, a poner en valor estas tierras.

Destaca el municipio de Segorbe que, como ya se ha comentado, ostenta la capitalidad económica y cultural de la comarca. Su pasado como sede episcopal la ha dotado de numerosas iglesias y edificios religiosos entre los que destacan la Catedral (reconstruida a finales del siglo XVIII y con un importante claustro gótico) y su museo. Desde el punto de vista natural cabe mencionar la fuente de los 50 caños (en la que cada uno de los caños está dedicado a una provincia española).

Cerca de Segorbe, en las inmediaciones de Altura se alza la Cartuja de Vall de Crist, fundada en 1385 por Martín el Humano y declarada monumento BIC (Bien de Interés Cultural) en enero de 2007. También en este municipio encontramos el santuario de la Cueva Santa que, ubicado a 811 metros de altitud, constituye un importante lugar de peregrinación.

Remontando el valle aparece, en Navajas, un bello paraje natural denominado El Salto de la Novia, formación tobácea desarrollada sobre una terraza del Pleistoceno Medio, que toma su nombre de una leyenda de amor. Antonio Ponz (1774), en su Viaje de España, describe el proceso de precipitación calcárea del siguiente modo: “(el agua) petrifica raíces y ramas de arbustos, y aún hierbas secas de las de sus orillas y los canales mismos por donde pasa, notándose que donde corre más violenta y golpeada depone más materia pétrea, la cual es porosa y semejante a la piedra pómez.”

Aguas arriba, en Jérica, la Torre de las Campanas, campanario mudéjar del s. XVII, recuerda la relación de estas tierras con Aragón. Esta construcción fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1979.

Estos elementos y otros muchos son los que dotan a esta comarca de recursos paisajísticos de elevado valor ambiental y cultural. Se añade a ello su fácil accesibilidad, a través de numerosas vías de senderismo y cicloturismo. Especial mención merece la Vía Verde de Ojos Negros, la más larga de España, nacida a tenor del desmantelamiento de la vía de ferrocarril a las minas de Ojos Negros. No obstante, en las últimas décadas del pasado siglo se ha producido un incremento de construcciones de segunda residencia, poco integradas con el entorno, que puede constituir una verdadera amenaza para la calidad paisajística de la comarca. Por ello, ahora más que nunca, es necesario apelar a la responsabilidad política y a la conciencia ciudadana, para preservar un paisaje de gran valor como el del Alto Palancia.

 

Ana M. Camarasa-Belmonte
Departamento de Geografía
Universitat de València

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Fotos

Vistas de Jérica (foto Pep Pelechà).Vistas del Salto de la Novia, Navajas (foto Pep Pelechà).Vistas del río Palancia en Navajas (foto Pep Pelechà).Vistas del río Palancia en Navajas (foto Pep Pelechà).Vistas del río Palancia en Navajas (foto Pep Pelechà).Embalse del Regajo (foto Pep Pelechà).

Mapas

Citas

Antonio Ponz (1774). Viaje de España, Tomo IV, Carta VII.

“Todo el territorio de este obispado abunda de fuentes, en cuya cercanía están fundados los pueblos (…) Son suficientes dichas aguas para regar la mayor parte de sus términos, con lo cuál y el suave temperamento
se cría toda especie de plantas y frutos.”

Antonio J. Cavanilles (1797). Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia.

“Hay en el término de Viver más de 50 fuentes, de las cuales algunas tan copiosas, que una sóla bastaría para regar las huertas actuales: casi todas nacen en sitios elevados, precipitándose no pocas veces en vistosas cascadas, y amenizando el recinto con canales y frescura.”

Rafael Cebrián (2004). Montañas valencianas VIII: la Cabecera del Palancia.

“Peñascabia preside con su majestuosa mole la unidad territorial de la cabecera del Palancia, un amplio arco de sierras estribos de Javalambre y la elevada plataforma del llano de El Toro-Barracas.”

Bibliografía

CAVANILLES, A. J. (1797).

Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Madrid: Imprenta Real (Edición facsímil, Valencia, 1981).

CEBRIÁN, R. (2000).

Montañas valencianas VIII: la Cabecera del Palancia. Papers de muntanya XXII. Centre Excursionista de València.

CEBRIÁN, R. (2004).

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“El alcornocal antropizado de la Serra d’Espadà”. En J. F. Mateu (coord.). El territorio valenciano. Transformaciones ambientales y antrópicas. Universitat de València. 47-50.

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PONZ, A. (1774).

Viaje de España, Tomo IV, Carta VII (Viajes de España, Tomos I-IV). Ediciones Aguilar (1988).

ROSSELLÓ, V. (1995).

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