Paisajes históricos

Castell de Guadalest. Castillo y embalse

Naturaleza e historia en la joya esmeralda de Alicante

Entre las sierras de Aitana, la Serrella y la Xortà se encuentra un pequeño pueblo de alrededor de 200 habitantes, declarado Bien de Interés Cultural, que se ha convertido en lugar de visita obligada para miles de turistas y viajeros. Se trata de un pueblo-castillo de origen musulmán construido sobre una escarpada roca, a 586 metros de altitud sobre el nivel del mar en la parte interior de la Marina Baixa, a 73 km de Alicante y a menos de 30 de los grandes complejos turísticos de Benidorm, Altea y Calp, de donde recibe la mayor parte de visitantes. Su estratégica posición en el centro del valle del mismo nombre le confiere una vista completa sobre el mismo, del que en tiempos pasados fue cabeza señorial y administrativa. Una muralla rodea esta fortaleza compuesta por los restos de dos castillos, el de la Alcozaiba y el de Sant Josep, que aprovechando la orografía del terreno nacen directamente de la roca. Desde los años 2015 y 2016 forma parte de Los Pueblos más bonitos de España y del Mundo, respectivamente.

 

El marco natural según el ilustrado Cavanilles

No hay mejor descripción del marco natural de la Vall de Guadalest que la que hizo el naturalista Cavanilles en 1797:

“Llegué al frondoso valle de Guadalést, que con la Baronía de Confrides se prolonga en cuesta rápida hácia levante como tres leguas. Hállase encerrado entre Aitana y Serrella, este al norte, y Aitana al mediodía, montes como vimos unidos en la parte occidental, donde dexan el paso ó puerto de Confrides para entrar en el valle, y siguen divergentes hácia levante por mas de quatro leguas: su mayor anchura apénas llega á media legua, que con dificultad se cruza en hora y media por los cerros y cuestas interpuestas; pero el término se extiende aun mas por las vertientes de ambos montes, llegando en parte á dos leguas de norte á sur. Tiene al oriente los términos de Polóp y Callosa d’en Sarrià; al poniente los de Ares, Benasáu y valle de Ceta; al norte los de Castells y Bolúlla; y al mediodia los de Finestrát y Sella. La tierra es blanquecina, y en partes de yeso, de cuya naturaleza son también los altos cerros que están como pegados á las faldas de Serrella y Aitana; cerros que al parecer ocupáron en otro tiempo la anchurosa hoya, cruzada actualmente por el rio. Este baxa desde lo alto de Confrides lamiendo y excavando las raices de Serrella; serpea por el valle engrosado con gran número de fuentes; mueve varios molinos harineros hasta salir al término de Callosa, y destruyendo sin cesar cerros de yeso llega al rio Algár cargado de las tierras que robó en su curso” (Cavanilles, II, 1797: 201).

 

Un pueblo-castillo con más de mil años

El topónimo Guadalest proviene, según Carmen Barceló, del término árabe Wada(a)last(a), en el que wada puede significar tanto río como valle, y Last es quizá una palabra de origen anterior a los árabes. Construido bajo dominación musulmana, el castillo era garantía de protección para numerosos pueblos del valle. Después de la conquista cristiana Jaume I lo incorporó al reino de Valencia, respetando la continuidad de sus habitantes musulmanes y poniendo únicamente una guarnición cristiana en el castillo, desde el que se controlaban los demás poblados del valle. De 1267 a 1276 pasó de un señor a otro hasta que Pedro III de Aragón, hijo de Jaume I, nombró a Arnaldo de Mataró alcalde vitalicio. De 1286 a 1289 se ampliaron tanto el castillo como las murallas, por orden de Alfonso I. El erudito valencianista Beüt i Belenguer, en sus Castillos Valencianos, describe las funciones que tenía la fortaleza de Guadalest señalando que “desde el castillo se ejercía la autoridad sobre los habitantes del valle, vigilando sus actividades y previniendo cualquier movimiento hostil, así como la defensa en caso necesario”. Pasaron los años y se fueron sucediendo los señores hasta que en el siglo XV el Castell de Guadalest pasó a ser propiedad de la familia Cardona, que lo mantuvo bajo su dominio hasta la Guerra de Sucesión.

El siglo XVI vino acompañado de una orden real que modificaría sustancialmente la vida en el valle. En 1521 el emperador Carlos I, presionado por la Contrarreforma de la Iglesia Católica, decretó la conversión al cristianismo de todos los musulmanes de España. Varios nobles cuyos señoríos contaban con una gran presencia de población musulmana pidieron que hubiera más tolerancia y que en lugar del bautismo en masa se intentara convencerles por medio de la predicación. Entre ellos estaba Sancho de Cardona, señor de Guadalest, que incluso había permitido la construcción de una mezquita. A pesar de las reticencias de Cardona los musulmanes fueron bautizados y obligados a cumplir con los preceptos de la iglesia católica. Para ello se crearon tres parroquias o retorías de moriscos repartidas por el valle, cada una de las cuales agrupaba a cuatro o cinco poblados. El de Benimantell quedó anexionado a la parroquia de la capital del valle (Sanchis Sivera, 1922: 2519). Las muestras de tolerancia de Cardona con la población musulmana dieron como resultado un proceso inquisitorial en 1542 que culminó en 1569 cuando se le forzó a abjurar de levi, es decir, se le atribuyó un delito de leve sospecha de herejía. Las peticiones de estos señores abogando por una convivencia pacífica cayeron en saco roto, ya que en 1609 el decreto de Felipe III resolvió la expulsión de todos los moriscos. En aquellos cruciales momentos, según cuenta Escolano (Libro nono, 1380), había en Guadalest tan solo 40 familias de cristianos y más de 1.000 casas de moriscos bajo su jurisdicción, que comprendía hasta 16 poblados: Confrides, Floret, l’Abdet, Benizeclí, Benihalet, Benifato, Beniqueys, Maurar, Benimuza, Zeneta, Beniardà, Ondarella, Ondara, Benimantell, Moxaraques y Beniazim. Tras la expulsión muchos de ellos jamás volvieron a ser repoblados, con la consiguiente quiebra económica de su señor territorial. Aunque se intentó atraer a nuevos colonos cristianos mediante cartas de repoblación en 1611 y años posteriores, muy pocos fueron los que se decidieron a ocupar las casas vacías y a cultivar los empinados lugares del valle. En 1646 apenas fueron censados 175 vecinos en todo el valle, de los que 38 estaban en Benimantell y 26 en Beniardà. Habría que esperar al siglo XVIII para que se produjera una mayor recuperación demográfica, que sería constatada por Cavanilles, quien estimaba un total de 650 vecinos repartidos entre Guadalest (100), Benimantell (180), Beniardà (150), Benifato (80), Abdet (830) y Confrides (110). El resto de lugares permanecían despoblados o reducidos a simples caseríos.

Los Cardona continuaron dominando el valle hasta comienzos del siglo XVIII. El último miembro de esta familia que ejerció su mandato fue Sancho Ruíz de Lihory, octavo marqués de Guadalest. Sancho fue embajador de Carlos II en Viena, por lo que comenzada la Guerra de Sucesión apoyó la causa del archiduque de Austria. En 1713, al acabar la guerra con la victoria de Felipe V, el marqués, que había sido nombrado príncipe de Cardona y Austria por el archiduque, se exilió voluntariamente, negándose a acogerse a la amnistía del monarca. Durante la guerra, en el año 1707 y como consecuencia de la derrota en Almansa, un grupo de combatientes austracistas se refugiaron una noche en el castillo de Guadalest. Horas después la voladura de una mina del polvorín provocó una explosión que destruyó gran parte de la fortaleza.

La Guerra de Sucesión acabó con la autoridad de la familia Cardona en el valle de Guadalest, pero hubo otra familia, la de los Orduña, cuya influencia en el municipio sobresalió durante siglos, ya que desde la segunda mitad del siglo XVI varios de sus miembros se habían venido sucediendo como alcaides y gobernadores de aquella villa y castillo. La familia vivió en la fortaleza hasta 1644, cuando debido a un terremoto se trasladaron a una zona más baja. Actualmente la casa Orduña se ha convertido en el Museo municipal y es el punto de acceso al castillo.

 

Guadalest hoy. Naturaleza e historia seducen al visitante

El municipio, declarado conjunto histórico-artístico en 1974, está dividido en dos barrios: el del castillo, barrio medieval en lo alto del cerro rodeado por la antigua muralla, y el del Arrabal, construido posteriormente en la falda de la montaña debido al aumento de la población. Al barrio del castillo se llega por un corto paseo que discurre entre el cerro y un pequeño jardín de palmeras hasta alcanzar el Portal de Sant Josep, un túnel excavado en la propia roca. Avanzamos por el interior de la montaña y a la salida se encuentra la casa nobiliaria de la familia Orduña y el encanto de un pequeño pueblo de calles empedradas y casas blancas. En él encontramos numerosas tiendas de recuerdos, artículos de regalo y productos artesanos típicos de la tierra. La economía de tan curioso enclave se basa en el turismo, de ahí que hayan proliferado tanto este tipo de tiendas como numerosas casas rurales y restaurantes. También hay un gran número de museos de temática variada. Uno de ellos es el Museo Municipal Casa Orduña, una casa de aspecto nobiliario con una decoración propia de mediados del siglo XIX, diversas dependencias (biblioteca, cocina y despensa, patio interior con mirador, bodega, alcobas) y una sala de exposiciones temporales de pintura y escultura. Desde la misma hay un acceso a las ruinas de lo que fue el castillo de Sant Josep. Otro es el Museo Etnológico ubicado en una típica casa del siglo XVIII, construida sobre la roca, cuya finalidad es mostrar la vida y costumbres de los habitantes del valle. Un tercero es el Museo Histórico Medieval, popularmente conocido como museo de la tortura, que se compone de tres plantas donde se exponen instrumentos de tortura y otros utensilios de la Edad Media. Muy curioso es el llamado Museo Microgigante, donde el artista alicantino Manuel Ussà presenta una extensa colección de miniaturas, con piezas como un elefante esculpido en la cabeza de un mosquito, una plaza de toros construida en la cabeza de un alfiler o una pulga vestida paseando en bicicleta.

Completa la visita al barrio medieval un paseo por sus calles de casas blancas de una sola altura hasta llegar al ayuntamiento, cuyo sótano alberga una antigua prisión medieval. En la misma plaza y anexionada a la Casa Orduña se alza la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, edificación del siglo XVIII de estilo Barroco. Finaliza la visita de la villa medieval con una parada en el mirador del castillo con unas magníficas vistas del valle de Guadalest, de su embalse y de las sierras que lo rodean.

 

Embalse de Guadalest. La joya esmeralda de Alicante

A los pies del cerro del castillo de Guadalest, casi justo en el centro del valle, se encuentra el embalse de Guadalest, construido entre 1953 y 1966. Con una superficie de 86 hectáreas, una presa de 74 metros de altura y una capacidad de 16 hm3, sirve para el riego de unas 300 hectáreas de frutales y hortalizas y es la pieza más importante en el complejo y modélico Consorcio para el Abastecimiento y Saneamiento de la Marina Baixa, del que se benefician los pueblos y urbanizaciones de del litoral, desde Altea a la Vila Joiosa, pasando por Benidorm, Finestrat y l’Alfàs del Pí.

El embalse también ofrece actividades de ocio, como zonas de baño, navegación con cruceros turísticos y rutas de senderismo por sus alrededores. Estas últimas no tienen prácticamente dificultad y son ideales para todo aquel que se esté iniciando en el senderismo o simplemente para quien quiera disfrutar de un paseo por la montaña. La ruta principal rodea el pantano y lo conecta con pueblos del valle como Guadalest, Beniardà o Benimantell.

El valle está salpicado de pueblecitos de casas blancas, antiguos molinos y campos de cultivo de cítricos, nísperos, almendros y, en menor medida, olivos y algarrobos. La vegetación que encontramos durante nuestro paseo se compone principalmente de bosques de pino y sotobosque de romero, aliaga, brezo y zarzas. Si dirigimos la mirada al cielo probablemente veamos águilas perdiceras, gavilanes, halcones y otras aves rapaces que pueblan las sierras. En casi todos los pueblos se pueden encontrar lugares donde disfrutar también de la gastronomía local, especialmente en el propio Guadalest, en Benimantell y en Benifato.

 

Carme Piqueras Sanchis
Carmen Sanchis Deusa
Departament de Geografia,
Universitat de València

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Citas

Cavanilles, (1797). Observaciones sobre la historia natural del Reino de Valencia, Vol. II

“Llegué al frondoso valle de Guadalést, que con la Baronía de Confrides se prolonga en cuesta rápida hácia levante como tres leguas. Hállase encerrado entre Aitana y Serrella, este al norte, y Aitana al mediodía, montes como vimos unidos en la parte occidental, donde dexan el paso ó puerto de Confrides para entrar en el valle, y siguen divergentes hácia levante por mas de quatro leguas: su mayor anchura apénas llega á media legua, que con dificultad se cruza en hora y media por los cerros y cuestas interpuestas; pero el término se extiende aun mas por las vertientes de ambos montes, llegando en parte á dos leguas de norte á sur. Tiene al oriente los términos de Polóp y Callosa d’en Sarrià; al poniente los de Ares, Benasáu y valle de Ceta; al norte los de Castells y Bolúlla; y al mediodia los de Finestrát y Sella. La tierra es blanquecina, y en partes de yeso, de cuya naturaleza son también los altos cerros que están como pegados á las faldas de Serrella y Aitana; cerros que al parecer ocupáron en otro tiempo la anchurosa hoya, cruzada actualmente por el rio. Este baxa desde lo alto de Confrides lamiendo y excavando las raices de Serrella; serpea por el valle engrosado con gran número de fuentes; mueve varios molinos harineros hasta salir al término de Callosa, y destruyendo sin cesar cerros de yeso llega al rio Algár cargado de las tierras que robó en su curso”.

Beüt i Belenguer, E. (1984). Castillos valencianos. València: José Huguet

“El castillo de Guadalest (…) se encuentra sobre un alto peñasco, encerrado entre rocas (…) Por una rampa se asciende al portal del poblado, que era la puerta del castillo, tras de la cual un túnel excavado en la roca conduce al interior. Sobre la roca se alza el campanario.”

Bibliografía

BARCELÒ, C. (1982).

Toponímia arábica del País Valencià. Alqueries i castells. Ajuntament de Xàtiva i Diputació de Valencia.

BEÜT I BELENGUER, E. (1984).

Castillos valencianos. València: José Huguet.

CAVANILLES, J.A. (1797)

Observaciones sobre la historia natural del Reino de Valencia, Vol. II

ESCOLANO, G. (1611).

Década Primera de la Historia de Valencia, Libro IX, 1380.

PIQUERAS, J. (2005).

Voz Guadalest en la Gran Enciclopedia de la Comunidad Valenciana. Tomo VIII.