Paisajes históricos

El pantano de Tibi

Monumento de la técnica

Para algunos autores la presa de Tibi es, sin dudarlo, una de las obras de ingeniería renacentista más importantes del mundo. Construido entre 1580 y 1594 se trata del más antiguo de los embalses modernos -es decir, con una planta y altura similar a las presas actuales- a lo que hay que añadir que, actualmente, todavía mantiene su funcionalidad. Solo estos aspectos le han hecho merecedor de un importante y prolongado reconocimiento internacional que, sin embargo, no está proporcionado en lo que a nivel legislativo se refiere. Declarado Bien de Interés Cultural por el Decreto 84/94 del Consell e incluido en el Catálogo valenciano de Zonas Húmedas que regula la ley 11/94 de la Generalitat Valenciana, ambas figuras son claramente insuficientes para la entidad del monumento y el entorno que lo acoge desde hace más de cuatro siglos.

El embalse detiene las aguas vertientes en la Foia de Castalla, delimitada por las sierras del Maigmó, Menejador, Onil, Arguenya y Penya Roja y centralizadas por el Riu Verd o Montnegre. Su localización, determinada por la angosta cerrada que se localiza entre las prominentes cerros del Mos del Bou y La Cresta, obedece también a un espacio de contacto progresivo entre dos ambientes claramente marcados: el ombroclima seco, donde se registran precipitaciones entre los 400 y 600 mm anuales con presencia de nevadas ocasionales y un ombroclima semiárido, con precipitaciones inferiores a los 350 mm y, por tanto, con una progresiva transición hacia el ámbito estepario, dominado por los espartizales, los cultivos -mayoritariamente abandonados- del secano y salpicado de singulares espacios de regadío temporal que en las últimas décadas han visto distorsionada su naturaleza y función. La presa se localiza así en una transición ecológica hacia el ámbito de la aridez, uno de los ecosistemas más singulares de Europa y donde la presencia de agua, generalmente relacionada con la gestión tradicional de este espacio por parte del hombre, ha generado una elevada biodiversidad y un ingente patrimonio cultural.

Las reducidas precipitaciones, los usos históricos de aprovechamiento del medio y la presencia de litologías formadas en algunos sectores por yesos y arcillas triásicas, en ocasiones con niveles elevados de salinidad, así como calcarenitas y margas poco permeables, determinan poblamientos vegetales abiertos, cuando no ralos. En contraste, la vegetación hidrófita, dominada por los cañares, saucedas y tarayales, señalan de forma inequívoca el discurrir meandrizante y encajado del río, y los verdes destacan entre los tonos rojizos y ocres de las profundas cárcavas y barrancos.

En dirección aguas arriba el río Montnegre, hendido sobre materiales deleznables y desnudos, sirve de eje visual salpicado de pequeñas huertas sobre terrazas fluviales, asociadas a algunas agrupaciones de casas entre las que destaca Montnegre de Dalt. Masías abandonadas, ermitas, campos de cultivos en desuso e interesantes restos de molinos dan una idea de la singularidad del paisaje agrario tradicional, hoy conservado puntualmente en algunos sectores. Continuando el ascenso e internados ya en el río, algunos elementos patrimoniales de gran valor anuncian la proximidad de la presa: un puente con una llamativa inscripción en honor a Carlos IV, sorprende al visitante por su descontextualización en un espacio tan naturalizado y hasta cierto punto agreste. La casa del pantanero y la ermita de la Divina Pastora muestran también una arquitectura singular por la excelente conservación de sus formas originales. Fácilmente se capta allí el alma de un grabado de Laborde o de López de Enguidanos y se sienten las huellas de Cavanilles, Beramendi o Townsend, como preludio de lo que esconde la estrecha cerrada por la que el camino invita a internarse. Y al girar la vista, casi viniéndose encima del espectador, más de 40 metros de sólida muralla se alzan imponentes desde hace más de cuatro siglos.

 

Un monumento tecnológico

La monumentalidad de la presa está en consonancia con su antigüedad y con la grandeza de sus orígenes. Porque Tibi es también un testimonio del extraordinario dinamismo socioeconómico que vivió el sureste ibérico desde el siglo XIV hasta el XVI. Cabe remarcar que esta presa, al igual que otras coetáneas como Almansa, Elx o Relleu, se realizó por iniciativa y a expensas de los municipios, comunidades de regantes y señores territoriales que se beneficiaban de sus aguas. El papel de la Corona, ostentada por los Austrias, fue tangencial, ya que el protagonismo principal lo tuvieron esas poblaciones inmersas en un crecimiento agrario y comercial centrado en el incremento de la productividad de cultivos especializados y enfocados a la exportación. Cambios que, al igual que otras regiones de Italia o los Países Bajos, supusieron importantes transformaciones sociales, económicas y paisajísticas.

También representa la aplicación de una innovación técnica, iniciada en Almansa, al aprovechar las propiedades del arco tumbado para construir altas paredes de contención y sin grandes grosores. Esta revolución en la ingeniería hidráulica supuso que Tibi fuera, durante siglos, la presa más alta del mundo, el modelo a seguir. Y lo más sorprendente de esta cuestión es que partió originalmente de expertos hidráulicos y maestros de obra locales, algunos de los cuales aparecen en los proyectos originales de varios de estos pantanos, que no han sido considerados por la historiografía en su justa medida. Sin que se conozca bien el peso de una doctrina teórica previa o de la experiencia en el campo de la hidráulica, personajes como el molinero Josep Esquerdo, Pedro de Aguirre o Joanes del Temple representan las altas cotas de conocimiento práctico local que, en el levante peninsular, repercutió en un notable progreso técnico entre los siglos XV e inicios del XVII. El proceso de innovación se vio enriquecido enormemente con la participación de los Antonelli, una saga de afamados ingenieros militares que trabajaron al servicio de la Corona entre los siglos XVI y XVII. Juan Bautista Antonelli (1528-1588) y su sobrino Cristobal (1550-1608), tuvieron un papel protagonista en la ejecución de la presa de Tibi. Cristobal, quien posteriormente proyectaría el embalse de Relleu, dirigió las obras hasta su finalización y realizó notables aportaciones en la mejora de la estabilidad de la presa en arco. Ese contacto entre el mundo de la ingeniería y los conocimientos endógenos de los maestros locales, representa una etapa excepcional de la ingeniería renacentista, con repercusiones hasta nuestros días.

 

Una historia singular

La solicitud y primeras propuestas documentadas comenzaron en 1579, con un papel destacado, en aquellos inicios, de maestros de obra y técnicos locales entre los que destaca el molinero Pere Izquierdo o Esquerdo. El proyecto despertó rápidamente el interés de la ciudad de Alicante y la obras se iniciaron en 1580 con grandes expectativas, tal y como narra en su crónica Rafael Viravens (1876):

“La primera gran piedra de este famoso estanque fue colocada el 17 de agosto de 1580 con gran pompa y magnificencia en la garganta de los montes Mos del Bou y La Cresta. Se erigió un altar, celebrándose en él la Santa Misa que fue acompañada por una capilla de música de Alicante; después procedióse a bendecir y colocar la piedra que serviría de base a la obra siendo indicada esta ceremonia por medio de ahumadas al Castillo de Santa Bárbara para que la anunciase al vecindario de Alicante y su término disparando, como lo hizo, salvas de artillería”.

No obstante, las obras pronto se paralizaron por razones económicas. La posterior reactivación del proyecto, con una mayor intervención de la Corona, permitió la participación de prestigiosos técnicos como Juan Bautista y Cristobal Antonelli, Jorge Palearo (Il Fratino) o, puntualmente, Juan de Herrera y Juanelo Turriano. Tras diversas vicisitudes e interesantes discusiones técnicas –una buena muestra del reto al que se enfrentaban- finalmente se impuso la idea definitiva que se desarrolló bajo la dirección de Cristobal Antonelli: la aplicación del efecto arco permitiría alcanzar alturas sorprendentes y una capacidad de retención de aguas desconocidas hasta el momento. A los Antonelli debemos también un abundante material gráfico –planos, bocetos, perspectivas- que casi permite seguir el proceso de construcción de la presa y los cambios que produciría en la Huerta de Alicante (unas 3.600 ha), hacia dónde se dirigían sus aguas. Este auténtico vergel, que cautivaría a Cavanilles siglos después, no se trataba de una huerta al estilo de los llanos aluviales de los caudalosos ríos Segura o Júcar, que permitían cultivos como el arroz, el cáñamo o los cítricos. Aquí el agua aseguraba las cosechas de secano -algunos autores lo han definido directamente como un secano mejorado– lo cual ya era significativo: cereal, viñedo, olivo y almendro, junto con algunos espacios de hortalizas y moreras. A resguardo de las heladas y con el agua correctamente repartida en momentos clave, las cosechas eran exitosas y constantes.

Inevitablemente, en estas sociedades hidráulicas, el agua cobró un valor muy superior al de la tierra. Existían, hasta no hace demasiadas décadas, propietarios aguatenientes, poseedores de muchas más horas de agua que de hectáreas de huerta, dedicados a vender y especular con las horas de riego. La construcción de la presa obligó a armonizar el interés general de los regantes con esta poderosa oligarquía urbana, naciendo la dicotomía entre agua vieja y agua nueva (adscrita esta última a la tierra), cada una con sus respectivas files y horas. La conflictividad hidráulica siempre estuvo presente, aunque a lo largo de cuatro siglos se idearon mecanismos de regulación, adaptados a las circunstancias de cada época, que han sido reconocidos internacionalmente por su eficiencia.

En 1594, agotados los recursos económicos, se dio por finalizada la presa con casi 43 m de altura -casi 10 m por debajo de lo proyectado inicialmente- un arco de 65 m de longitud y una anchura de 59 m en la coronación y sólo 9 m en el fondo de la cerrada. A pesar de todas las innovaciones técnicas que se habían desarrollado en esta monumental obra –planta curva y altura, tomas de agua, aliviadero lateral- la limpieza de los tarquines acumulados por las avenidas representó un problema de difícil solución. En relación con la mala evacuación de légamos, la presa sufrió desperfectos en 1601, y tal vez estuvieran éstos detrás de los graves daños sufridos por las compuertas en 1697, que inutilizaron la presa. Testimonios contemporáneos y posteriores opinan que se trató de un atentado derivado de la conflictividad hidráulica, aunque la historiografía todavía no ha podido confirmar este hecho. Lo cierto es que no será hasta finales de 1738 cuando se pueda de nuevo almacenar agua, ya de forma casi ininterrumpida hasta nuestros días, salvo averías menores, labores de limpia y refuerzos de la pared. La presa ha conseguido resistir importantes avenidas de agua, como la de 1793, cuya memoria queda reflejada en una inscripción en el estribo septentrional de la presa que recuerda el nivel alcanzado por las aguas y da idea de la enorme cascada que debió formarse, sin ocasionar desperfectos importantes. Fue la presa más alta del mundo durante cerca de tres siglos, solo superada durante un tiempo por el malogrado pantano de Puentes, que retuvo las aguas del río Guadalentín entre 1785 y 1802. La infraestructura del pantano consta además de una serie de obras secundarias que controlan y distribuyen las aguas almacenadas. Los azudes de Mutxamel, Sant Joan y El Campello son obras muy notables y permiten entender también la magnitud de las ocasionales crecidas del río. Junto con la compleja red de acequias y partidores, básicamente desmantelada o entubada por el inmisericorde proceso de urbanización sufrido por la Huerta de Alicante, aporta(ba) al conjunto un gran valor patrimonial.

 

Un paisaje por descubrir

El pantano es un ecosistema artificial y el río Montnegre, uno de los más antiguos ejemplos de río completamente represado. Pero sus más de cuatro siglos de existencia aportan al medio indudables ventajas ecológicas. La presencia de una laguna de agua permanente ha enriquecido el mosaico de ambientes que podemos encontrar en el entorno del pantano, dominado por pinares, roquedos verticales, barrancos, olmedas y cañaverales junto con pequeñas huertas. Las aguas del pantano, caracterizadas por su tonalidad variable de verdes oscuros, en ocasiones turquesa y azules profundos, cuando no negros, destacan en su contacto abrupto con las orillas rocosas. Cuando se alcanza la presa y el abismo que le acompaña en el paramento aguas abajo, la perspectiva se abre para ofrecer un territorio donde el agua ha determinado singulares paisajes de huertas conectadas por el río y sus acequias y profundos barrancos, en un entorno marcado por la aridez.

Junto con estos valores ambientales y paisajísticos, la monumentalidad de la presa esconde también en su entorno un patrimonio asociado de enorme valor y multitud de detalles para descubrir. Junto con la casa del pantanero, la ermita y el puente, son de obligada visita las casas de los obreros, con la fuente y lavadero del pantano y una inscripción de estilo neoclásico conmemorativa de la construcción de dicha fuente en 1795. En la cerrada, junto a las imponentes galerías donde se realizaban las peligrosas operaciones de desagüe, puede observarse el trazado de la Acequia de los Enamorados, que transcurre colgada y parcialmente escondida en la roca y que parece tener un origen romano, cuando se canalizaron las aguas provenientes de la Font de l’Alcornia.

El ascenso por la escalera, tallada en la piedra a finales del siglo XVIII, resulta una experiencia emocionante que permite observar la pared en toda su dimensión. En la culminación, junto a la señal que indica la altura alcanzada por las aguas en la riada de la noche del 7 al 8 de septiembre de 1793, puede observarse también una placa conmemorativa de la visita del ministro Rafael Gasset en 1900, con motivo de la inauguración de las obras de recrecimiento y modificación de la galería de desagüe proyectadas por el ingeniero Próspero Lafarga. Fueron una de las últimas obras de entidad acometidas en la presa que, con sus cuatro siglos de existencia, ostenta el título del embalse en funcionamiento más antiguo de Europa y el precursor de las presas modernas.

 

Pablo Giménez Font
Benito Zaragozí Zaragozí
Instituto Interuniversitario de Geografía
Universitat d’Alacant

Compartir:

Fotos

Pantano de Tibi (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Tibi (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Tibi (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Tibi (foto Miguel Lorenzo).Pantano de Tibi (foto ESTEPA).Pared del pantano de Tibi (foto ESTEPA).

Mapas

Citas

Rafael Altamira (1895). La fiesta del agua.

“Si no fuera por el Pantano (...) un pantano hermoso que tenemos allá arriba en la montaña y que recoge las lluvias para los días de escasez, la miseria sería permanente aquí. Gracias a él, se puede regar cada mes, y a veces, en años lluviosos, más a menudo; y siempre es para nosotros una emoción el riego. Pero cuando falta también el Pantano, o escasea su contenido ¡adiós tierra!”

Carlos Beramendi (1794). Viage.

“Parece que la naturaleza estaba pidiendo al arte que la ayudase a contener (por medio de un murallón, situado entre lo angosto de dos montañas de piedra viva, llamado desde lo antiguo el Estrecho de Tibi) el curso de las aguas que toman su origen en las fuentes de Castalla, Tibi y Onil y de las vertientes de los montes, para que reunidas en aquel punto, formasen lo que hoy se llama Pantano de Alicante (conocido por aquí con el nombre de Pantano de Tibi) consiguiendo de este modo el riego tan necesario de toda su huerta.”

Antonio López Gómez (1951). Riegos y cultivos de la Huerta de Alicante.

“La presa de Tibi exhibe su masa rotunda, vieja de tres siglos y medio, con orgullo legítimo que no puede discutirle ninguna de su época. Si hoy ha perdido su primacía ante las moles de los embalses modernos, a mediados del siglo pasado aún se ponía como ejemplo de obras en su género (...). Si los regadíos levantinos prueban lo que puede el hombre en lucha con la sequía, ciertamente ninguno como el de Alicante tiene tan limpia ejecutoria por el esfuerzo de la empresa.”

J. Antonio Cavanilles (1795-1797). Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia.

“Puede subirse a la terrasa o esplanada en poco tiempo tomando la escalera excavada entre el monte y el murallón; pero es tan angosta, desigual y peligrosa, que solo es de uso para los acostumbrados a ella. Mas seguro aunque mas largo es el camino de las cuestas que conduce a las alturas, y desde ellas mirando hacia el pantano se descubre la vista que representa la estampa adjunta. Sus diferentes alturas y formas, la variedad de colores del terreno con la multitud de arbustos que en él crecen, amenizan el País, y lo hacen sumamente vistoso.
Como las aguas reunidas en aquella laguna provienen de las lluvias que robáron tierras en los yesares y campos de la hoya de Castalla, llegan al pantano cargadas de légamo, que precipitado en capas sucesivas forma un cortezón de muchas varas en lo interior del estanque. Este quedaría inútil en pocos años si no se limpiase con frequencia; operación peligrosa quando no se hace con el mayor de los cuidados.”

Bibliografía

ALBEROLA, A. (1994).

El pantano de Tibi y el sistema de riegos en la huerta de Alicante. Alicante: I. C. “Juan Gil-Albert”.

ALBEROLA, A. (ed.) (1995).

Cuatro siglos de técnica hidráulica en tierras alicantinas. Alicante: I. C. “Juan Gil-Albert”.

CAMARERO, E.; BEVIÀ, M. y BEVIÀ, J. F. (1989).

Tibi, un pantano singular. València: Conselleria d’Infraestructures i Transport.

GIMÉNEZ FONT, P. (2015).

“Una síntesis sobre la singularidad e importancia histórica de los pantanos de época moderna” en Melgarejo, J. (dir.). Los pantanos de época moderna de la provincia de Alicante. Alicante: Diputación de Alicante - Instituto del Agua y de las Ciencias Ambientales de la Universidad de Alicante. 30-48.

LÓPEZ GÓMEZ, A. (1996).

Els embassaments valencians antics. València: C.O.P.U.T, Generalitat Valenciana.