Paisajes industriales y de servicios

Los saltos hidroélectricos del Júcar

Una garganta de cantiles útiles y sublimes

El salto de Cortes de Pallás

La garganta del Júcar, encajada entre muelas y sierras medias mediterráneas, es un paisaje sublime. En las abruptas laderas del cañón afloran masivas secuencias rocosas y se desarrolla una amplia diversidad de nichos ambientales. Durante siglos, el congosto fue un desierto marginal e incomunicado, un refugio casi inexpugnable, pero también un camino de agua, vigilado desde castillos y atalayas, y arriesgada ruta de almadías y gancheros. Entre Cofrentes y Tous, el río Júcar – alimentado por la sostenida inercia del caudal de base en régimen natural – salva un desnivel de 300 m, un valioso recurso para los saltos hidroeléctricos pioneros en la primera mitad del siglo XX. Desde entonces hasta hoy, la hidroelectricidad ha transformado muchos elementos dominantes del paisaje del cañón. De la gestión energética de la garganta dependen muchas actividades de nuestra sociedad postindustrial. El paisaje del cañón del Júcar, además de agua y roca, y de chorradores y reciales, también es un complejo hidrotecnológico que ha impreso nuevas dimensiones al paisaje.

 

Un aislado congosto

La garganta del Júcar entre Cofrentes y Tous se encaja mayoritariamente entre bordes recortados de mesas y muelas calcáreas (sur) y de sierras plegadas y fracturadas (norte). En las vertientes, desniveles pronunciados, escarpes y cantiles, bien registrados por la toponimia (cinto, cingla, ceja, morro, cuchillo, muralla, cortada, alto, rialto, puntal, etc.), alternan con cuestas y taludes de marcado gradiente sobre rocas más blandas. También hay marcas de desprendimientos y desplomes. En todo caso, el perfil transversal y la anchura de la garganta cambian en cada tramo.

En su recorrido por el cañón, el Júcar es un río alóctono con una notoria influencia atlántica en su régimen, con nevadas invernales en las serranías de cabecera y frecuentes tormentas primaverales. Antes de la regulación del Júcar, el caudal medio a la entrada del congosto era de 55 m3/seg. y a la salida (en Sumacàrcer) era de 60. Si el caudal era relativamente importante, más significativa era la regularidad cárstica de los ríos Júcar y Cabriel, dependientes de los acuíferos de cabecera y de la Mancha oriental. De otra parte, la influencia mediterránea introduce rasgos de torrencialidad. Las crecidas extraordinarias destruían los puentes y arrasaban precarias infraestructuras, que colapsaban la comunicación entre ambas márgenes (así sucedió en 1864, 1884, 1898, 1923). En tiempos más recientes, el desastre de la riada de 1982 aceleró la reordenación hidroeléctrica aguas arriba de Tous.

El congosto se halla comprendido entre los pisos bioclimáticos termo y mesomediterráneo, con ombroclimas de subhúmedos a secos. Al mismo tiempo, el encajamiento condiciona los contrastes entre solanas y umbrías y una rica alternancia de nichos ecológicos. En consecuencia, hay numerosos microambientes con una flora muy representativa; algunos más accesibles fueron aprovechados como recurso por los habitantes de Tous, Dos Aguas, Millares, Cortes de Pallás y Cofrentes.

El territorio que rodea la garganta fue descrito por Cavanilles como un desierto “sin cultivo y sin colonos”. La difícil accesibilidad y los escasos recursos siempre limitaron la densidad demográfica. No obstante, durante la época islámica se implantó a lo largo del congosto un sistema defensivo de castillos, torres vigías y fortificaciones, de los que dependían alquerías y otros asentamientos dispersos. Los sitios defensivos son espectaculares e insólitos, sobre acantilados y cerros (castillo de Tous-Terrabona, Castillet, castillo de Cabas y castillo de Millares, castillos de Ruaya, la Pileta, Otonel y Chirel en Cortes de Pallás y castillo de Cofrentes). El emplazamiento más impresionante es el arruinado castillo de Madrona, sobre una aguda peña junto al cierre de la presa del Naranjero, con restos de estructuras apoyadas en el borde de un abismo de 300 m sobre el Júcar.

Tras la conquista cristiana del siglo XIII, los márgenes del cañón del Júcar siguieron poblados por mudéjares. Forzados a bautizarse en 1525, se produjo la primera sublevación de la muela de Cortes. Posteriormente, la orden de expulsión de los moriscos (1609) originó la gran rebelión con un resultado dramático para los sublevados. La expulsión produjo el abandono generalizado de casas y tierras, algunas de las cuales se transformaron en eriales durante la gran crisis del siglo XVII. Pese a los intentos de repoblación, algunos lugares quedaron definitivamente deshabitados. A fines del siglo XVIII, Buguete (Boxet) y Rugaya (Ruaya) estaban despoblados y en Otonel quedaba una sola casa. El patrón del poblamiento actual, pese a los despoblados, es herencia de época medieval. Las poblaciones que rodean el congosto (Cofrentes, Cortes, Dos Aguas, Millares, Tous) crecieron en el siglo XIX y alcanzaron el máximo demográfico durante las primeras décadas del siglo XX (debido a las obras relacionadas con la construcción de los saltos hidroeléctricos).

Los recursos tradicionales en el entorno de la garganta han sido la ganadería extensiva, los productos forestales y la práctica de la agricultura. Como las cuidadas huertas en el ruedo de los pueblos y los cultivos del secano (algarrobo, olivo, vid) no proporcionaban lo necesario, la actividad agrícola se completaba con la ganadería trashumante, la explotación del monte (carboneo, leña, cal, miel, etc.) o la recolección de esparto para la manufactura de alpargatas, y de palmito para cuerdas, escobas, etc. Algunos vecinos redondeaban sus ingresos con otros oficios a tiempo parcial (arriería, gancheros, jornaleros en la Ribera, etc.).

Otro rasgo ha sido el aislamiento y la dificultad de las comunicaciones. Las vías más comunes eran las veredas de ganado y las sendas de los arrieros. Los pasos más complicados se encontraban en los cintos que bordeaban las muelas. De otra parte, el carácter inaccesible del congosto se veía acentuado por los escasos pasos para cruzar el río Júcar: en Cofrentes, Cortes de Pallás y Millares hubo precarios puentes de madera que, de forma recurrente, eran arrastrados por las mayores crecidas. En Tous había una barca para cruzar el Júcar.

 

La transformación hidroeléctrica

A principios del siglo XX, la llegada de la empresa Hidroeléctrica Española (ahora Iberdrola) cambió la dinámica del congosto. Desde 1907 hasta hoy, la empresa ha desarrollado dos esquemas de explotación diferentes (primero saltos en cascada autónomas a lo largo del congosto, después un complejo hidroeléctrico integrado), mientras ha aumentado significativamente la accesibilidad a buena parte de la garganta. Muchos componentes del paisaje industrial de la primera etapa ya han sido desmantelados o anegados por nuevas presas, mientras las más recientes actuaciones, tecnológicamente más sofisticadas, son visualmente dominantes en la garganta.

Al principio, el proyecto de explotación pretendía la captación de aguas del Júcar en Cofrentes y, tras conducir el agua por un largísimo conducto, instalar una gran central en el Barranco de Falón (Dos Aguas). Esta obra tropezó con dificultades geotécnicas y otros obstáculos insalvables; por ello, se optó por dos saltos sucesivos (Cortes y Millares) dotados cada uno de embalse de derivación, canal de conducción, depósito de carga y central.

El salto de Cortes de Pallás –con presa cerca de Cofrentes y, después (1953), en Embarcaderos– estaba situado al final de un canal de 16 km y 45 m3/s de caudal, con un desnivel de 80 m. La central, con su poblado para empleados, estaba en la margen derecha de Rambla Seca. En la obra, inaugurada en 1922, participaron unos 4000 trabajadores. La conducción de las turbinas y otro material tecnológico fue una hazaña de pioneros. Desde entonces la central de Cortes de Pallás se convirtió en instalación permanente hasta su cierre en 1988. Después la central se desmanteló al igual que el poblado.

El salto de Millares, proyectado en 1926 e iniciado en 1928, también constaba de presa, canal de 17 km y 55 m3/s de caudal casi todo en tunel, depósito de carga y una central de cinco plantas (que llegó a albergar cuatro turbinas). En 1932 entraron en funcionamiento los dos primeros generadores, el tercero en 1935 y el último en 1945. De la subestación de Millares partían cuatro líneas de distribución (Torrent, Alzira, Alcoi y Madrid). También aquí se construyó un poblado. En 1998, la central de Millares dejó de funcionar definitivamente por la puesta en explotación del embalse de Tous. En 2002 se completó la demolición de la central y de los pabellones anexos de viviendas.

Aguas arriba, el salto de Cofrentes, inaugurado en 1952, es heredero y sucesor del mítico Molinar, aunque con un rendimiento hidroeléctrico superior. El salto de Cofrentes unificaba el salto del Molinar en el Júcar y el antiguo proyecto de Jábega en el Cabriel. La obra, que consiste en llevar las aguas del Júcar al Cabriel a través de un túnel de 15 km., consigue un salto de 141 m. Tras turbinar, las aguas retornan al Cabriel primero y después al Júcar y, poco después, eran remansadas de nuevo en la presa de Embarcaderos. En las cercanías de la central del salto de Cofrentes, está la colonia de empleados con sus servicios básicos.

Esta secuencia de sucesivos saltos a lo largo del congosto se ha integrado con nuevas instalaciones. A fines de los 80, se terminó el aprovechamiento hidroeléctrico de Cortes-La Muela, capaz de generar 300 GW/h anuales con la presa de Cortes II (1989) de 116 m de altura y gravedad con planta curva que aprovecha el Júcar desde su confluencia con el Cabriel y con el contraembalse producido por la presa del Naranjero (1989) de 84 m de altura, situada aguas bajo de Cortes II.

El complejo de Cortes se completa con el bombeo de La Muela, apoyado en el embalse de Cortes y en un depósito superior de 20 Hm3 con un salto bruto de 520 m de desnivel y unos 600 MW de potencia instalada, que aprovecha a la perfección el corte casi vertical del cañón del Júcar al situarse a menos de 800 m en planta. Su proximidad a la central nuclear de Cofrentes, a sólo 11 km, y al foco de consumo de la ciudad de Valencia, a 50 km, unida a la disponibilidad de un desnivel natural de más de 500 m, proporcionan unas posibilidades óptimas para conseguir un gran rendimiento energético (M. Aguiló, 2005).

 

Una garganta sublime

Pero el paisaje es también un sentimiento revestido de cultura. Durante siglos, la garganta del Júcar fue una tierra ignorada, estéril, maldita, inexistente. Sólo cuando la modernidad sintió la estética de lo sublime, el congosto fue objeto de otra valoración. Así para Cavanilles, la garganta del Júcar –“un tajo de precipicios sin fondo” y “de abismos y despeñaderos”– era sublime. En las páginas de las Observaciones del Reyno de Valencia expresa, probablemente como en ningún otro pasaje, sentimientos de pánico e inquietud por la “estrechez y desigualdad” del camino entre Cofrentes y Cortes, tanto que “en muchas partes fuera una temeridad subir ni baxar montado”. El viajero confiesa pánico de “trepar por aquellas quebradas, y atravesar los precipicios que se descubren” a cada paso.

A principios del siglo XX, el institucionista Eduardo Soler descubría en el congosto del Júcar – la antítesis de las huertas y riberas ubérrimas de Valencia – los valores del paisaje gineriano. En el abrupto, áspero, bravo y severo cañón del Júcar – con sus rápidos y cascadas, con su silencio y sus ruidos, con sus cinglas y desniveles, con sus caminos solitarios y poblaciones recónditas y apartadas – Soler proyectó sus ideales regeneracionistas y sus sentimientos de goce de la naturaleza. La belleza del cañón – un concepto ajeno a la cultura de los pobladores y un argumento al que eran insensibles los lugareños– compensaba las molestias del camino. A menudo, sus referencias al valor estético del río Júcar en el cañón recuerdan pasajes de E. Reclus. El río – “en comarcas donde dominan el secano y la pobreza de la vegetación espontánea de lo inculto” – era, por oposición, un destacado elemento del paisaje. El río era fuente de riqueza, pero también de peligros y destrucción. Soler intuía que los grandes desniveles eran una oportunidad para la instalación de saltos hidroeléctricos que contribuirían a la regeneración de aquellas poblaciones.

 

Joan F. Mateu
Departament de Geografia
Universitat de València

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Fotos

Deposito superior de la Muela. Complejo hidroeléctrico Cortes-La Muela (foto ESTEPA).Parque de intemperie en Cofrentes (foto Adela Talavera).Parque de intemperie en Millares (foto Adela Talavera).Dos Aguas (foto Adela Talavera).Vista aérea del Embalse de Cortes II (foto ESTEPA).Embalse de Tous (foto ESTEPA).Vista aérea del salto de Millares (foto ESTEPA).Embalse de Cortes II, Cortes de Pallás (foto ESTEPA).

Mapas

Citas

V. Cervera Barat (1903). “Por el Júcar, aguas arriba”, El Mercantil Valenciano, 20 de septiembre.

“Salvada esa cortadura, se ofrece á nuestra vista la hermosísima cascada de Cortes. De una intrincada breña que envuelve como un estuche al molino de la Pileta y que pende sobre el río á unos 50 metros, se vierte el agua deshecha en polvo, y a través de ella el sol naciente descompone su luz en todos los rayos del espectro. Luego más abajo, y sobre un manto de criptógramas con variedades infinitas de musgos, helechos, hepáticas, etc. el agua se desliza suavemente, tejiendo a su paso filigranas de caliza incrustante.
También de esa cascada que llaman Chorradores en el país, hicimos una fotografía, gracias a mi infatigable compañero Pepe Cervera, encargado de ella, que hubo de hacer una cámara oscura en pleno campo como una cucaracha bajo dos mantas”.

E. Soler (1905). Por el Júcar. Notas y apuntes de viaje, p. 11.

“Como en la Alpujarra, como en el macizo de Peñagolosa y en el alicantino de Aitana, los caminos son solitarios; de pueblo a pueblo, en esta comarca (del cañón del Júcar), menos aún que en aquéllos, no hay caseríos, ni casas, ni ventas, ni bosques, ni fuentes, éstas por excepción y poco visibles. Pero aventajan en la amplitud de los horizontes, porque se han trazado, ó mejor abierto á lo largo de extensas mesetas, desde las cuales se tiende la vista en todas direcciones para contemplar y gozar, no una llanura monótona, sino segundos y ulteriores términos formados por un conjunto de montañas que en dirección parecida á la del Júcar atraviesan la provincia de Valencia, ó tambien un espacio más abierto, limitado por la Muela de Bicorp. Y los que han viajado por las montañas saben cuánto atenúa las molestias producidas por el estado del camino aquella impresión que nace de contemplar horizontes grandiosos que, por serlo, hasta llegan á subyugar el ánimo”

Hidroeléctrica Española, S.A. (1907-1957), p. 40.

“Pero ¡qué cerca y a la vez qué lejos estábamos de Molinar! El paisaje (de Millares) es otro, otros los vecindarios, las costumbres, las tradiciones y el nivel económico del medio ambiente. A fines del XVIII, el P. Cabanilles reprobaba a los habitantes de Millares que postergaran el cultivo de sus tierras a las artes industriales. El religioso enciclopédico habría preferido que sus anfitriones (¡ya era ha hazaña en aquellos tiempos recorrer a fondo el valle del Júcar!) se dedicaran a la nutricia labranza en vez de al oficio de fabricar alpargatas. Pero ¿qué habría escrito el autor adivinando que dos siglos después iban la industria y la agricultura a emparejarse y caminar de consuno, que una empresa española concienzuda y audaz habría de civilizar, habría de industrializar, no ya en detrimento de la agricultura, sino en beneficio de los regantes, las aguas histéricas del Júcar?”.

Bibliografía

AGUILÓ, M. (2005).

La enjundia de las presas españolas II, Madrid, ACS, 335 pp.

HERMOSILLA, J. (1999).

Bases para el Plan Estratégico del Municipio de Cortes de Pallás, Valencia, Departament de Geografia de la Universitat de València, 227 p.

HERMOSILLA, J. (1999).

Los paisajes del agua en el Valle de Ayora, Buñol, Edita Mancomunidad Comarcal del Valle de Ayora-Cofrentes.

Hidroeléctrica Española, S.A. (1907-1957).

Barcelona, Seix Barral, 134 pp.

MATEU, J. F. et al. (2007).

Eduardo Soler y Pérez. Por el Júcar. Notas y apuntes de viaje, Valencia, Universitat de Valencia, 120 p + facsímil.