Paisajes habitados

Ayora y su entorno

Ayora se sitúa al oeste de la provincia de Valencia, en el extremo meridional del valle al que da nombre. La ancestral presencia humana en la zona y un medio físico contrastado explican su diversidad paisajística. Su extenso término municipal (446 km2), de los de más superficie de la Comunitat Valenciana, permite identificar diferentes tipos de paisaje organizados en unidades paisajísticas. Espacios valiosos en lo ecológico, en lo histórico y en lo cultural, muchos de ellos reconocidos por la población local debido a una carga identitaria, que refuerza el sentimiento de pertenencia y que los convierte en un gran atractivo desde el punto de vista turístico. Así pues, los amplios llanos cultivados en fondos de valle, flanqueados, a oriente y occidente, por muelas y sierras en las que se alternan foresta y cultivos; una red hidrográfica que empieza a organizarse; las numerosas fuentes y manantiales, que explican determinados ecosistemas y asentamientos humanos; y un casco urbano que se organiza en torno a un castillo medieval, constituyen los elementos estructurantes de los paisajes ayorinos, que deben ser concebidos, además de cómo marco de vida, como un motor para el desarrollo.

Las formas del terreno, la litología y el clima están en la base de los paisajes de Ayora. La importancia del clima radica en su influencia directa en la vegetación y en los aprovechamientos agrarios. Asimismo, actúa como agente modelador de las formas del terreno, en función del tipo de materiales. El clima de Ayora es templado, de tipo mediterráneo, aunque con ciertos rasgos de continentalidad. Se trata de un clima de transición muy condicionado por la fisiografía y la distancia al mar. Así, factores como la disposición del relieve o las diferencias altitudinales son los responsables de las diferencias térmicas y pluviométricas entre los fondos de valle y las zonas más elevadas del municipio. El casco urbano, situado a unos 590 m.s.n.m., registra unas precipitaciones medias anuales de 429 mm irregularmente repartidas, lo que junto a unas temperaturas medias estivales en torno a los 23,5 oC, hacen que el clima tenga rasgos semiáridos. Sin embargo, por efecto de la altitud algunos sectores son clasificados como de tipo subhúmedo (observatorio de La Hunde de Ayora a 1.193 metros de altitud, registra 600 mm. de precipitación media anual).

El municipio de Ayora se sitúa en el interior de la gran fosa tectónica que se abre, con una dirección norte-sur, al oeste del Macizo del Caroig y al este de una serie de muelas y sierras (la sierra de las Atalayas, la sierra Palomera, el Montemayor, el Puntal del Arciseco y la sierra del Mugrón). A escala regional, la fosa central es el resultado de una falla de distensión que se prolonga a través del Sistema Ibérico, denominada Arco de Teruel-Almansa, y que posteriormente continúa su trazado hacia el sur a través de las Béticas, dando lugar a la fosa del Vinalopó. Su origen es de tipo estructural, pero durante el Cuaternario se han ido edificando, a partir de los depósitos arrastrados desde los relieves circundantes, un conjunto de glacis que ponen en contacto las laderas con el fondo de la fosa-corredor. La apertura de la fosa tuvo lugar por el abombamiento anticlinal, producido en una fase compresiva de la orogenia alpina, y por su posterior desplome en una siguiente fase distensiva, que favoreció la extrusión de los materiales del Keuper. Estas litologías quedaron cubiertas por materiales terciarios que, con los reajustes de finales del Cenozoico, empezaron a ser vaciados, tras la organización de la red de drenaje. La acumulación posterior de materiales cuaternarios creando conos de deyección y glacis los cuales, en ocasiones, obturan la salida del drenaje de algún sector, generando cuencas endorreicas (Laguna de San Benito), junto a la erosión diferencial que deja en resalte lomas y pequeños cerros, son los responsables del paisaje actual del área.

Así pues, la fosa central, que actúa de espina dorsal y que separa los relieves constituidos por amplias muelas, plataformas tabulares y pequeñas fosas o corredores interiores, es un valle de valles. Es decir, que en su interior han quedado al descubierto afloramientos triásicos en forma de cerros y colinas, que individualizan los cursos de agua. Los movimientos distensivos y la erosión fluvial en la fosa central han dado como resultado un paisaje de suaves pendientes, formando un amplio corredor en la zona meridional entre Ayora y Almansa, que tiende a complicarse hacia el norte. Por tanto, el paisaje de Ayora tiene como componentes base a este gran corredor, creado por la prolongación hacia el sur de la fosa central, y a los relieves tabulares orientales y occidentales.

Al igual que en otros sectores del término, el agua es un agente determinante en la configuración del paisaje de esta zona. El clima condiciona la organización de la red hidrográfica. En el sector central del término de Ayora, tenemos cursos de agua intermitentes, pero de una gran energía durante episodios de fuertes precipitaciones. Destaca la cabecera del río Reconque-Cautabán que drena, prácticamente desde el sur del casco urbano de Ayora, todo el eje central del Valle de Ayora-Cofrentes, hasta que tributa en el río Júcar. La cabecera del Reconque-Cautabán está formada por pequeñas vaguadas que se encajan en los conglomerados terciarios y que confluyen en los colectores principales: rambla de la Hoya de Don Gil, arroyo del Almendralero, rambla de la Virgen de Gracia, barranco de la Casa del Manco, barranco del Sabinar, rambla de Chiliches y barranco de la Mora. Sin embargo, no toda la fosa central drena hacia el norte. En torno a la aldea de Casas de Madrona se halla la divisoria de aguas que hace que parte de las aguas se dirijan hacia los llanos de San Benito.

Pero no sólo los elementos del medio físico explican el paisaje del área. La disponibilidad de un corredor de pendientes suaves y muy regularizadas, suelos fértiles, agua para el riego y buena accesibilidad son los responsables de la intensa ocupación antrópica. La actividad agrícola ocupa la mayor parte de la superficie, tanto en el fondo del corredor como en las suaves bajadas abancaladas de los glacis. En el sector septentrional, la proximidad al casco urbano hace que el paisaje esté algo más fragmentado y sea más heterogéneo debido a las infraestructuras y casas de campo. Aquí, la combinación de usos otorga al paisaje un aspecto diferencial. Además, la presencia de un núcleo importante de población como es Ayora da lugar a un mosaico paisajístico variado y visualmente atractivo. Por tanto, el actual aspecto de este paisaje guarda una estrecha relación con dos elementos, uno de naturaleza física y otro de naturaleza humana. Nos referimos al río Reconque-Cautabán y a las ramblas que lo conforman y al casco urbano de Ayora.

El río y sus tributarios se han encajado sobre sus sedimentos generando terrazas fluviales (partidas de Chiliches y Palaz), o bien han construido un espacio llano, favorables para la ocupación humana y la práctica agrícola. Sobre terrazas y llano se ha estructurado un sistema de regadío, cuyo origen está en la Fuente Redonda. En el parcelario agrícola, regular en el llano y adaptado a la topografía (abancalado) en las terrazas del río y barrancos, se combinan los cultivos de hortalizas con frutales. El segundo elemento es el casco urbano de Ayora. Al ser el centro neurálgico de la comarca, las dinámicas socioeconómicas son intensas lo que se ha traducido en el incremento del espacio urbano y en la proliferación de infraestructuras y zonas de “almacén” a costa de los espacios de huerta. Una dinámica que se produce en el área de la huerta de Ayora guarda relación con la contigüidad del casco urbano. Sobre el espacio de huerta han proliferado segundas residencias. Este proceso ha ganado intensidad en las últimas décadas como consecuencia de la disminución de las prácticas agrícolas. El resultado es un paisaje que transita hacia un urbano disperso. Por lo que respecta al casco urbano de Ayora, este nos presenta el paisaje urbano concentrado. Aunque conserva un carácter rural, su condición de cabecera comarcal ha propiciado un crecimiento superior al resto de municipios del Valle de Ayora-Cofrentes.

Con 5.300 habitantes, Ayora es la localidad con mayor población de la comarca, actuando como nodo comercial y de servicios. Ayora se ubica justo en el punto de contacto entre los Llanos de Almansa-Ayora y el inicio de la parte más abrupta del Valle. El núcleo de población tiene su origen en un cerro sobre el que se hallan los restos de un castillo de origen musulmán, que proporcionaba refugio, y en la disponibilidad de agua para abastecimiento humano y riego. El núcleo urbano primitivo surgió en la base del cerro del castillo. Sólo queda de este primer asentamiento la iglesia de Santa María la Mayor. En el siglo XIV el duque de Gandía, señor de la villa, concedió unas ayudas que posibilitaron la construcción de la población más próxima a la fuente, el barrio de los Altos. La población musulmana fue trasladada fuera del recinto amurallado, a un arrabal situado al otro lado de la rambla, denominado la “morería” o barrio de Santa Lucía. El incremento poblacional del siglo XVI motivó el crecimiento urbano más allá de la muralla, con una trama más ordenada en torno a la calle Mayor y la de la Marquesa. En esta expansión, denominada barrio de lo Hueco, se construyó la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y el Convento de Santo Domingo. El crecimiento demográfico conllevó una expansión urbana durante los siglos XVIII y XIX. Se crea el barrio de la Solana entre las calles del Dr. Marín Lacueva y de las Cruces. Al convertirse en el siglo XIX en partido judicial, Ayora empezó a concentrar otros servicios (notarías, registro de la propiedad, guardia civil, escuela de educación secundaria…). En la actualidad Ayora mantiene su capitalidad comarcal, pero su crecimiento urbano hacia el norte se ha realizado utilizando una arquitectura poco armónica con la tradicional del medio rural, lo que supone un impacto en el paisaje.

Al suroeste del casco urbano de Ayora, la partida de la Hoya Gil, un tanto más abrupta, está abancalada y el parcelario atomizado formando un rosario de terrazas cultivadas de olivos, que se adaptan a la topografía. Por su parte, al sur del Centenar la zona está más regularizada topográficamente y las parcelas conforman un mosaico agrícola, casi geométrico, con cultivos leñosos de secano (olivos y almendros), empezando a intercalarse entre ellos algún campo de cereal. Conforme nos dirigimos al sur de la fosa central, ésta se convierte en un amplio corredor, de topografía casi llana (glacis), que conecta con los llanos de Almansa. El corredor se amplía y el parcelario se estructura en campos cada vez más grandes e irregulares, al adaptarse a la topografía ligeramente ondulada del fondo. Los cultivos dominantes son de cereal de secano, entre los que se intercala alguna lengua de vegetación natural. La carretera N-330 articula el área en su trazado N-S, actuando como eje del corredor.

El sector más meridional del municipio es el de los Llanos de Almansa y la Laguna de San Benito. El paisaje aquí está formado por un mosaico agrícola, en el que se combinan los cereales de secano y olivos con nuevos regadíos por aspersión, a partir de la apertura de pozos (cereal, viña). Efectivamente, en las proximidades de la pedanía de Casas de Madrona se sitúa la divisoria de aguas entre el Reconque-Cautabán, que drena hacia el norte y un conjunto de colectores que desaguan en la cuenca endorreica de San Benito. Esta zona es un ejemplo de endorreísmo semiárido que tiene lugar en un espacio de topografía casi llana, con ausencia de una red de hidrográfica organizada que drene su superficie. Los llanos de San Benito ocupan el espacio de una antigua laguna interior estacional, que se activaba durante los episodios de intensas precipitaciones, manteniéndose la lámina de agua durante largos periodos de tiempo. La acumulación del agua en la unidad se explica por la progradación de edificios sedimentarios (conos de deyección o glacis) que taponan el drenaje, dando lugar a una cuenca endorreica periódicamente inundada.

El paisaje de humedal quedó modificado con la construcción, a principios del siglo XIX de un drenaje subterráneo, que evacuaba las aguas de la laguna transportándola hasta la rambla de la Virgen de Gracia, donde era reutilizada para el riego de la partida del Centenar. Con la desecación de la Laguna, su superficie se roturó y se creó un parcelario agrícola grande y regular, gracias a las topografías casi llanas de la zona. Actualmente, la galería de drenaje ha quedado cegada, generando muy puntualmente en momentos de fuertes precipitaciones, problemas por acumulación de agua. El tipo de agricultura dominante es la cerealícola, que en algunas parcelas se irriga con modernos sistemas de riego. Los asentamientos en la zona son de tipo disperso, exceptuando la aldea de San Benito que está justo en el borde de la antigua laguna. Generalmente están relacionados con casas de aperos o de campo, con instalaciones agrícolas asociadas (motores, aspersión, balsas). Aunque son escasas, también se han rehabilitado antiguas casas de campo como segundas residencias. En la periferia de la laguna, constituida por suaves glacis de mínima pendiente, los cultivos son los almendros, olivos y viñedos.

Además de por la gran fosa central, el término municipal de Ayora está atravesado por otras fosas de menores dimensiones, paralelas o transversales a la primera. Estas son la fosa-corredor de Alpera, el corredor de Carcelén y la fosa de las Chofleras. Entre este conjunto de fosas y corredores se elevan relieves tabulares cretácicos y una sucesión de cerros asociados a la extrusión y erosión de los yesos, arcillas y margas triásicos del Keuper. Al oeste de la fosa central y al sur de la fosa-corredor de Carcelén, la cual está rellena con sedimentos miocenos sobre los que se han formado glacis cuaternarios, hallamos una serie de relieves de tipo molar, separados de N a S por una fosa, paralela a la gran fosa central. Esta fosa forma igualmente un amplio corredor denominado de Alpera-Ayora, más conocido como la Vega, fosa del Rebolloso o fosa de Santa Cruz. Al oeste del corredor de Alpera-Ayora encontramos la Sierra del Cuerno, la Sierra Palomera y la de Tortosilla, con unas ricas formaciones forestales de alto valor ecológico; mientras que al este se erigen a modo de islas los bloques de: las Atalayas-Cerro Gordo-Puntal (en el que el río Zarra ha labrado un congosto denominado la Hoz), el Montemayor-Montechico-Arciseco y la Sierra del Mugrón, esta última de gran interés geomorfológico, pero sobre todo simbólico y patrimonial al albergar el yacimiento ibérico de Castellar de Meca.

El clima de las muelas y de las sierras del oeste presenta un tipo climático seco-subhúmedo y un ombroclima seco, aunque con cierta tendencia a subhúmedo. Las precipitaciones son drenadas desde los relieves que flanquean la Vega, a través de colectores que se organizan en una red, que en dirección norte desagua en el río Zarra. Es una zona de transición entre el piso supramediterráneo y el mesomediterráneo, pues en algunos puntos se sobrepasan altitudes de 1.000 metros (Palomeras, 1.258 m., Rocha del Palo, 1.121 m., Pico Colorado, 1.113 m., Muela de Tortosilla, 1.203 m.). En la Sierra Palomera-Muela de Tortosilla podemos diferenciar dos valles entre montañas. El valle de la Hunde, entre la Sierra del Cuerno y la Muela de Palomeras, y el valle del Hontanar-Horcajos, entre la Muela de la Hunde y la Muela de Tortosilla.

El valle de la Hunde organiza las escorrentías procedentes de las sierras, por medio de la rambla de Espadilla. A los pies del Puntal de la Cueva Negra se han acumulado depósitos cuaternarios formando un pequeño glacis. Sobre ellos y gracias a la abundancia de manantiales en esta zona como la Fuente de la Cadena (surgencia de ladera en el contacto entre las dolomías y las margas), se ha desarrollado históricamente una agricultura de regadío, en torno a las Casas de la Hunde. El valle del Hontanar tiene su origen en una fosa tectónica, con una topografía interior alomada, a través de la cual se organiza la red de hidrográfica. El barranco del Rebolloso recoge las aguas de los pequeños barrancos y vaguadas drenando este sector. Tanto en los valles como en las sierras y muelas, el bosque es la cubierta del suelo principal. Alberga uno de los carrascales valencianos más importantes acompañados de pinares de repoblación. Las actividades antrópicas han estado muy ligadas a la silvicultura: explotación de la madera y caza principalmente. Sin embargo, el valor ecológico y simbólico que ha adquirido el área en la actualidad, está en la base de su función ambiental y social (campamentos, refugios, áreas recreativas y caminos para practicar senderismo en torno a la Hunde).

Otro relieve que estructura el paisaje y que separa por el sur la fosa central de la fosa-corredor de Alpera es la sierra del Mugrón. Esta tiene un carácter montano y forestal, pero también una gran importancia cultural y simbólica, pues alberga en su cumbre y laderas septentrionales los restos de un asentamiento antiguo, actualmente desaparecido, conocido como Castellar de Meca La sierra es una formación de tipo cuesta que tiene lugar en el periodo Mioceno. La altitud máxima que alcanza la sierra es de 1.142 m. El paisaje tiene mucha verticalidad pues dominan las fuertes pendientes (taludes), ocupadas por un pinar de pino carrasco, acompañado de algunas carrascas y coscojas. El sector occidental de la sierra se caracteriza por tener unas laderas de menor pendiente. En la actualidad la presencia humana se limita al pastoreo y a la agricultura, en algunas laderas de la sierra, pero se conservan los restos de uno de los yacimientos valencianos más importantes en la Antigüedad: el Castellar de Meca. Se trata de un asentamiento amurallado, con las construcciones excavadas en la roca, caminos, escaleras, conducciones de agua y un gran número de aljibes. El origen de la ciudad está en el S. IV a.C. (Ibérico), pero posteriormente fue ocupada por otros pueblos hasta su despoblamiento en el S. XII d.C.

Al este de la fosa central se halla otro de los conjuntos montañosos del municipio. Conocido como la sierra de Ayora, se corresponde con el sector suroccidental de la plataforma calcárea del Caroig. Se trata de una zona muy montañosa y agreste, con una fisiografía compleja que proporciona al paisaje un aspecto montano y forestal. La fisiografía es resultado de la tectónica de bloques, que origina un relieve de muelas y mesas individualizadas por ramblas y barrancos. En este área del término de Ayora podemos diferenciar tres sectores. El septentrional viene definido por el gran bloque calcáreo del Caroig-Peñón de los Machos, estructuralmente individualizado por los bloques hundidos de la rambla Molinera y de las Chofleras. Los movimientos compresivos y distensivos han generado todo un sistema de fallas, que son el origen de pequeñas mesas y muelas de techo llano (La Marta, Loma de la Mojonera, Muela de Bicorp, El Puntal Blanco…), siendo el Peñón de los Machos con sus 1.094 m. la de mayor altitud. En sus rebordes fallados (sistemas cantil-talud), se encajan profundos barrancos que otorgan al paisaje una gran verticalidad y un carácter angosto. El paisaje está compuesto por una matriz forestal en una etapa de sucesión de la carrasca hacia un matorral arbolado (pino carrasco y rodeno) y un coscojar y sobre ella una sucesión de fincas agrícolas en las que se practica la agricultura de secano y el pastoreo y la silvicultura.

El segundo sector corresponde a la fosa de las Chofleras. Se abre a mediodía del Peñón de los Machos y se corresponde con un bloque hundido del tipo graben, que se disloca tras los movimientos distensivos de finales del Terciario. El paisaje resultante en esta zona de hundimiento es en de un valle estructural intramontano en cuyo fondo se han acumulado depósitos cuaternarios, que han propiciado su parcial puesta en cultivo. El tercer sector se corresponde con el sector Colmenares-Gallinero, donde la complejidad de las estructuras del relieve, de fuertes pendientes y elevada altitud, ha determinado un paisaje montano y forestal en el que la presencia antrópica está muy limitada y localizada en aquellas zonas en las que se ha podido desarrollar un parcelario agrícola: masías y caseríos vinculados a explotaciones agropecuarias, que en el pasado funcionaban como unidades económicas (Casa de los Marines, Casas del Modorro, Casa Ibáñez, Casa de los Pepinos, Casa Hoya Matea…). En estos caseríos, la actividad agrícola se combinaba con otras para complementar rentas y para el propio abastecimiento. En este sentido, el pastoreo, la saca de madera, el carboneo, la apicultura y la caza se practicaban en ellas, dejando signos en el paisaje (deforestación, corrales y parideras, abrigos de pastores…). Aunque en la actualidad la mayor parte de estas casas se han despoblado y algunas parcelas han sido abandonadas y recolonizadas por la vegetación natural, las fincas se siguen trabajando. La estructura del parcelario está totalmente adaptada a la topografía apareciendo los sistemas de bancales allí donde las pendientes se tornan imposibles.

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Fotos

Castellar de Meca y vistas de los cultivos, Ayora (foto ESTEPA).El Mugrón desde la CV-437 dirección a Alpera, Ayora (foto ESTEPA).El Mugrón y su entorno desde el Mirador de la Loma de la Boquera, Ayora (foto ESTEPA).El Mugrón y su entorno desde el Mirador de la Loma de la Boquera, Ayora (foto ESTEPA).Jalance (foto Adela Talavera).Jarafuel (foto Adela Talavera).Castillo de Ayora (foto Adela alavera).Zarra (foto Adela Talavera).

Mapas

Citas

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“Yace Ayora en una espaciosa hoya, que a lo lejos cercan elevados montes: junto a la villa no hay más alturas que el cerro de yeso, coronado con las ruinas del castillo”.

“Lo precioso del término son las huertas situadas en las cercanías de la villa hacia el oriente, norte y poniente, y se regulan en 40 tahullas, bien que no todas alcanzan riego. El que resulta de las quatro fuentes que por allí nacen apenas basta para 20 tahullas: no obstante todas presentan bosques de frutales y de moreras”.

“Es también recomendable el monte Meca por los monumentos que contiene de alguna población y fortaleza antigua… Vense hasta 40 algibes excavados en la peña, los más de 20 pies de largo, y alguno de 60… Hemos visto que los fundadores del pueblo destruido recogían y conservaban con cuidado las aguas de lluvia, porque sin duda fueron pocas y muy pobres las fuentes”.

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