Paisajes habitados

Cofrentes y entorno

En la confluencia de dos grandes ríos

Hablar de Cofrentes es hablar del Júcar y del Cabriel. Hablar de la confluencia entre el río más importante de la Comunitat Valenciana, el Júcar, y su afluente más destacado, el río Cabriel. Pero es también hablar de Jalance, de Cortes de Pallás, de Jarafuel, de Teresa y de Zarra; de paisajes naturales y de paisajes rurales, de paisajes fluviales y paisajes industriales, de paisajes volcánicos y de paisajes saludables. Los municipios del Valle reúnen en su término municipal un elenco de ingredientes, de acontecimientos históricos y de dinámicas tales, que les permiten que la identificación de paisajes distintos. Paisajes que se han ido construyendo con el trabajo conjunto de las fuerzas de la tierra, del agua y del ser humano.

Cofrentes se sitúa en el sector septentrional de la comarca del Valle de Ayora-Cofrentes. Se trata de un espacio geográfico históricamente rural del interior de la Comunitat Valenciana, ubicado a 102 kilómetros de la ciudad de Valencia. Junto a las localidades vecinas de Jalance, Cortes de Pallás y Jarafuel, con las que comparte lazos históricos, culturales y socioeconómicos, organiza el territorio de la mitad septentrional del Valle de Ayora-Cofrentes. Sus paisajes, preeminentemente agroforestales, están condicionados por un clima mediterráneo de transición hacia un mediterráneo continental; por una fisiografía compleja, en la que se alternan relieves tabulares, altiplanos y valles excavados por los cursos de agua; y por una litología que repercute en el modelado del relieve y en la diferenciación edáfica. La irregularidad y la escasez de las precipitaciones hacen que, en términos generales, el clima sea de tipo semiárido.

Los relieves tabulares marcan los techos del paisaje. Constituyen grandes formaciones molares surcadas por profundos y encajados ríos y barrancos (Júcar, Cabriel, Reconque-Cautabán, etc.) que totalizan los 400 metros de desnivel en algunos sectores, como los cañones que forma el río Júcar a su entrada a tierras valencianas, desde la vecina provincia de Albacete, o a su paso por la Muela de Cortes. Flanquean estas muelas cretácicas una agrupación de sierras ibéricas que han sido modeladas por los procesos erosivos. Acompañando a los ríos Júcar y Cabriel, una miríada de ejes secundarios, ramblas y barrancos se encajan en las laderas para tributar en estos grandes colectores. Los valles, intercalados entre las sierras y muelas, están compuestos por materiales triásicos, en los que domina una gama de colores rojizos y verdosos de las arcillas, yesos y margas. Se trata de materiales mucho más blandos, en los que la erosión ha creado una serie de surcos y cárcavas en las laderas (badlands). En general, se asiste a un contraste litológico y por tanto paisajístico, entre los grises de las calizas y dolomías de las sierras y muelas cretácicas en las cumbres, y los rojos, blancos y verdosos de los materiales triásicos de los valles y laderas.

Morfoestructuralmente, el paisaje de Cofrentes y de su entorno está constituido, por una sucesión de sierras, relieves tabulares, fosas y corredores que propician la alternancia de ambientes fisiográficos, aprovechamientos agrícolas y asentamientos humanos. El origen de esta fisiografía lo hallamos en la tectónica de bloques, que tuvo lugar tras los movimientos distensivos de finales de la orogenia alpina. Así pues, el área es el resultado de la elevación grandes bloques cretácicos con una morfoestructura tabular (Castillico, Juey, Muela de Cofrentes, Alcola, Muela de Cortes…), y unos frentes de muela nítidos y verticales, con respecto a otros que se hunden. Algunos de estos bloques, de gran extensión y con una pendiente regular, conforman amplios altiplanos sobre los que actúa la disolución cárstica. Sus laderas son del tipo cantil-talud, con pendientes superiores al 30%, en las que se encaja la red hidrográfica por erosión remontante.

Tectónicamente el área destaca por la gran fosa que se abre de norte a sur, al oeste del Macizo del Caroig, responsable de, por una parte, separar los relieves tabulares orientales de los occidentales, y por otra de singularizar un amplio valle de valles en el que se diferencian pequeñas fosas y relieves alomados triásicos. El cañón del Júcar y el tramo final del valle del Cabriel el cual, antes de confluir con el Júcar, discurre encajado entre materiales triásicos del Keuper, también constituyen la fisiografía del área. Por tanto, entre este conjunto de fosas y corredores, se individualizan muelas de naturaleza cretácica y formas del relieve asociadas a la extrusión y erosión de los yesos, arcillas y margas triásicos del Keuper (colinas, cerros y badlands). Otras formas del relieve que caracterizan los paisajes del área son los glacis, las terrazas fluviales, las cuencas endorreicas de tipo cárstico (Hoya de Agras) y los restos de origen volcánico (Cerro Agras y Puntal del Castillo de Cofrentes). Con una dirección sur-norte, atravesando todo el valle y encajándose entre las extrusiones interiores de yesos del Keuper, el río-rambla Reconque, también denominado Cautabán, conecta con el río Júcar en Cofrentes tras haber drenado parte de los municipios de Teresa de Cofrentes, Zarra, Jarafuel y Jalance.

El cañón del río Júcar es un congosto que, junto al valle de su afluente, el río Cabriel, también estructuran el paisaje del área. Su origen lo hallamos en una tectónica que genera el graben del Júcar, junto a la meteorización cárstica, que disuelve las rocas carbonatadas, al modelado fluvial, que excava las margas, calizas y dolomías del Cretácico superior y a los desplomes y desprendimientos de roca desde los cintos calcáreos que, junto a la propia evacuación de materiales por el cauce, han ensanchado en algunos sectores el congosto. Por su parte, el valle del Cabriel articula el sector noroccidental del área. Tras haber discurrido encajado sobre los materiales calcáreos de la sierra del Rubial, dando lugar a paredes muy verticales y afiladas, conocidas como Cuchillos del Cabriel, y haber meandrizado en los materiales más blandos (margas y calizas margosas) depositados durante el Terciario, dando lugar a las denominadas Hoces del Cabriel, la erosión ha dejado al descubierto unos relieves triásicos complejos de intensos y variados colores (rojos, blancos y verdosos), perceptibles allí donde la cubierta vegetal es escasa.

Como singularidad geológica de la unidad cabe señalar el afloramiento volcánico de Cofrentes. El cerro Agrás o volcán de Cofrentes es el único ejemplo de vulcanismo continental en la Comunidad Valenciana. El edificio volcánico es fácilmente identificable, tanto por el color oscuro de los materiales ígneos como por su forma y altura, respecto a los enclaves adyacentes vaciados por los procesos erosivos. En la cima del cono volcánico se puede apreciar la caldera, de estructura vacuolar, en la que abundan los basaltos en cuya composición destacan los olivinos y los piroxenos. El origen del volcán es un episodio explosivo detectado por la presencia de lapilli y de tufas en la parte basal del edificio, así como de coladas de lavas basálticas. Las dataciones que se han llevado a cabo estiman que pudo estar activo durante el Pleistoceno Inferior y Medio.

La vegetación, muy condicionada por el clima, el tipo de suelo, los repetidos incendios forestales y la agricultura, es de tipo mediterráneo. Biogeográficamente la zona pertenece a la provincia Valenciano-Catalano-Provenzal-Balear, que forma parte de la superprovincia Mediterráneo Íbero-levantina y más concretamente a la subprovincia Valenciana sector Setabense y sector Manchego. Desde el punto de vista termoclimático comparte rasgos de la zona litoral (piso termomediterráneo) y la sublitoral (piso mesomediterráneo). La separación entre ambas viene a seguir la cota de 700 m.s.n.m. de manera que queda como sublitoral aquella situada en los flancos elevados a ambos lados de la fosa central, y que registra temperaturas medias anuales inferiores a los 15o C. Desde el punto de vista ombroclimático, el entorno de Cofrentes pertenece al tipo seco pues se sitúa entre los 350 y los 600 mm., si bien es cierto que, en algunos sectores elevados y abruptos donde la evapotranspiración es menor por altitud y zonas de umbría, se dan condiciones subhúmedas (Muela de Cortes o Sierra del Boquerón).

Las formaciones vegetales que constituyen el paisaje vegetal de Cofrentes y área de influencia son de dos tipos climatófilas y edafófilas. La vegetación climatófila está compuesta por pinares de repoblación (Pinus halepensis) y por matorral de lentisco (Pistacea lentiscus) y coscoja (Quercus coccifera), que en etapas de degradación se convierten en un matorral ralo de romeros (Rosmarinus officinalis), brezos (Erica multiflora), jaras (Cistus clusii) y aliagas (Ulex parviflorus). En las zonas termomediterráneas se puede hallar vegetación termófila como el palmito (Chamaerops humilis), la coronilla de fraile (Globularia alypum) o la rubia (Rubia peregrina). Esta vegetación es consecuencia de la degradación de la vegetación potencial que debería ser un carrascal termomediterráneo, con la carrasca (Quercus ilex subesp. rotundifolia.) como estrato arbóreo y con un matorral formado por lentiscos, labiérnagos (Rhamnus oleoides), cade (Juniperus oxycedrus) y madreselva (Lonicera implexa).

Por lo que respecta a las formaciones edafófilas, éstas son las que se dan sobre los yesos, margas y arcillas del Keuper, con unos suelos salinos en algunos sectores; y aquella que se da en los cursos de agua (ríos y ramblas). La vegetación sobre el Keuper es más rala. Se compone de un romeral de mediana cobertura, dominado por Onoris tridentata subesp. eduntula i Anthyllos cytisoides, acompañado de pino carrasco disperso (Pinus halepensis). Sobre los yesos del Keuper se desarrolla un matorral gipsícola y en torno al cauce del río Cabriel, río Júcar, río Reconque o Cautabán y ramblas de entidad como la rambla Murell, el barranco del Nacimiento, el barranco del Agua, aparece una vegetación edafófila exigente en humedad como son las choperas y alamedas del Populion albae, y adelfares del Rubo-Nerietum oleandri, acompañados por tarayales donde el suelo es más salino.

Pero el carácter del paisaje del área está claramente condicionado por la acción antrópica. Sabemos que el Valle de Ayora-Cofrentes ha estado habitado desde la Prehistoria; así queda de manifiesto tras la aparición de pinturas rupestres en abrigos y cuevas (Abrigo de Tortosilla en Ayora o el de las Monteses en Jalance), y de restos de asentamientos neolíticos (Rincón del Chuzal en Jalance), de la edad de los metales (yacimiento del Cerro de Basta en Cofrentes), ibéricos (yacimientos de Castellar de Meca en Ayora, del Cerrico del Tesoro en Zarra, del Castillico en Jarafuel, del Castillo de Jalance y del Cerro de Basta y del Castillo, en Cofrentes). Estos primeros poblamientos de la edad de los metales, que articulaban el territorio del valle y con unas actividades agropecuarias, cada vez más consolidadas gracias a las mejoras en las herramientas de trabajo, empezaron a modificar la fisonomía del paisaje.

Esta primera organización territorial se vio trastocada tras la invasión romana. La ciudad de referencia, Castellar de Meca, es arrasada iniciándose su decadencia. La población es obligada a descender de los poblados y se empiezan a ocupar las proximidades de las zonas de cultivo, en el fondo del valle. La romanización no supuso la llegada de la urbanización al Valle, sino que por el contrario supuso una ruralización y dispersión respecto al periodo anterior, con Castellar de Meca en su máximo esplendor. Surgen villas romanas en torno a Meca, las cuales se convirtieron en los elementos estructurantes del paisaje, mientras en la mitad septentrional del valle la presencia romana es más puntual, exceptuando la posible guarnición ubicada en las proximidades del actual castillo de Cofrentes.

Durante la Edad Media, Cofrentes y el resto de poblaciones del valle quedaron bajo el dominio musulmán, convirtiéndose en una zona de frontera entre los reinos árabe y cristiano primero, y tras la Reconquista, entre el Reino de Castilla y Aragón. Durante la islamización del valle los castillos o hisn fueron utilizados para la defensa y control del territorio, aprovechando los accidentes geográficos; por su parte los puntos de abastecimiento de agua explican el origen de los asentamientos de población (alquerías) en las faldas de los castillos, a partir de los cuales se produce un intenso aprovechamiento de los recursos y transformación del paisaje. Por tanto, los castillos, ubicados estratégicamente, controlaban el paso y daban cobertura a las alquerías musulmanas, origen de las actuales poblaciones Cofrentes, Jalance, Jarafuel, Teresa y Ayora. Ese papel fronterizo ha dejado una impronta en el paisaje. Por su parte, las alquerías vuelcan sus esfuerzos en la actividad agrícola, cultivando las fértiles vegas de los ríos-rambla a partir del diseño de los primeros sistemas de regadío. Un ejemplo paradigmático es el de la acequia de los Albares de la rambla Argongeña, en Teresa de Cofrentes, obra compleja siguiendo el margen abrupto de la rambla.

La adscripción del Valle al reino de Valencia se produjo a principios del siglo XIV. No obstante, exceptuando el núcleo de Ayora, la mayor parte de la población del Valle era morisca al servicio de los señores cristianos. El sistema feudal, iniciado con los visigodos, había vuelto a instaurarse con la Reconquista cristiana, de manera que la tierra, en manos de señores o del rey, era trabajada por una población en su mayoría morisca. En el siglo XVI eran 1.100 las familias que lo habitaban y a principios del XVII unas 1.500. La actividad agrícola se practicaba en las desiguales huertas ubicadas en las estrechas vegas de los ríos y en las tierras de secano. Los cultivos predominantes eran los cereales (trigo, cebada y avena), la vid para la obtención de uva, uva-pasa y vino, y también, nogueras, moreras y lino. El almez (Celtis australis) propició una secular artesanía de útiles de esta madera (horcas y garrotes), que ha perdurado hasta la actualidad. También tenía importancia los pastos abiertos para un abundante ganado ovino y caprino en las dehesas, propiedad de los señores. La población morisca tenía un mayor poder de gestión de las tierras de regadío, atomizada por la estrechez de las vegas fértiles, pero no de las de secano. No obstante, la documentación disponible permite afirmar que la fiscalidad era leve en el Valle, exento del diezmo.

La expulsión de los moriscos supuso un punto de inflexión en la evolución socioeconómica y territorial de Cofrentes y municipios del Valle. Traumática en lo humano y social, con episodios violentos (moriscos sublevados en la Muela de Cortes), la expulsión inició un nuevo periodo que abre el camino a la configuración paisajística actual de la zona. El vacío demográfico ocasionado se trató de paliar con cristianos viejos procedentes de Ayora, pero también de otros lugares del reino. Los nuevos pobladores se ajustaron a los conceptos retributivos fijados en la carta puebla, pero llevó tiempo recuperar socioeconómicamente el área. Después, acontecimientos posteriores como la supresión de los fueros por Felipe V, en el siglo XVIII, o la propia guerra de Sucesión tuvieron repercusiones negativas en la progresión el Valle. Ya a finales del siglo XVIII una nueva organización territorial a cargo del Secretario de Estado, Conde de Floridablanca, agrupó a todos los municipios del Valle, excepto Ayora, en el Corregimiento de Cofrentes.

Como se ha comentado, la actividad económica del Valle se basaba en la agricultura y en la ganadería, pero con la orden de expulsión de los moriscos de 1609 arrancó una crisis demográfica, que tuvo su reflejo sobre el paisaje (tierras abandonadas). Es por ello por lo que Cavanilles indicaba en 1797 que en el Valle existía un contraste entre la zona montañosa y de tierras pobres y las vegas de los ríos Cabriel, Júcar, Reconque, Zarra y otros, en donde se habían desarrollado, desde tiempos de los musulmanes, sistemas de irrigación que alumbraban ricas huertas. Cavanilles señalaba que el monte estaba en mal estado y que había un escaso interés en conservar el bosque, produciéndose frecuentemente incendios intencionados por pastores y agricultores. La población tardó más de un siglo y medio en recuperarse y no fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando tuvo lugar un gran crecimiento poblacional, alcanzando los 11.000 habitantes en el conjunto del Valle. Las tierras cultivadas se incrementaron, llegando a abancalarse laderas imposibles. La vid se convirtió en cultivo importante hasta la llegada de la filoxera, a finales del XIX. También el olivo pasa a ser cultivo estructurante del paisaje, además de productivo a nivel económico. Otros cultivos del paisaje actual son el almendro en el secano y los frutales de hueso en las vegas, intercalados con los cada vez más exiguos cultivos hortícolas.

Una actividad antrópica singular relacionada con la geología y más en concreto con litología ha sido la de la producción de sal. Existen aún en Cofrentes los restos de las Salinas de San Javier, instalaciones para la producción de sal a partir de la captación de agua de un acuífero salado. Las salinas continentales se localizan allí donde afloran los materiales sedimentarios del Triásico superior. Éstos están formados por litologías arcillo-evaporíticas cargadas de halita, típicas de la facies Keuper, compuestas por margas, yesos y arcillas abigarradas de colores muy vistosos (rojos, grises, verdosos y blancos), abundantes en Cofrentes y municipios aledaños.

También la explotación forestal y el transporte de la madera, a través de las aguas de los ríos Júcar y Cabriel, han tenido relevancia en la zona. Ya el geógrafo musulmán al-Idrisi citaba en sus textos el transporte de la madera desde Cuenca hasta Jalance por el Júcar y desde aquí a Cullera para abastecer astilleros y ciudades costeras. También señalaba que la abundancia de los bosques de Jalance y Cofrentes y la vía fluvial, garantizaban rentas ligadas a la madera. Esta actividad se vio afectada por la expulsión de los moriscos de Cofrentes, tradicionales conductores de las maderadas a través del Cabriel y del Júcar. Un nuevo impulso conoció explotación del bosque y la bajada de madera por el Cabriel y el Júcar, con motivo de la construcción de barcos para la Armada durante el siglo XVIII, y durante el siglo XIX debido a nuevas demandas: leña para hornos, fabricación de cajas de madera para la fruta, industria, ferrocarril y postes de telégrafos. La decadencia del transporte fluvial de la madera se inició a principios del siglo XX con el impulso del ferrocarril y con la política de construcción de embalses.

Así pues, la actividad antrópica, modeladora del paisaje en el área, ha estado tradicionalmente ligada a la silvicultura en la montaña, pero también a la agricultura en los valles. Los corredores que forman vegas han visto roturado el suelo y organizado un parcelario, responsable de la vocación agrícola. Los sectores más montanos disponen los campos con bancales de piedra seca, siendo el almendro el cultivo dominante. En otras ocasiones, el parcelario se adapta a las suaves ondulaciones de las fosas, coexistiendo los ribazos de piedra seca con los formados por setos y carrascas, utilizadas para el sesteo del ganado; el cultivo dominante aquí es el cereal como sucede en la cañada de Jarafuel o en parte de Sácaras. En los sectores de altiplano se combina la agricultura de secano con el pastoreo y la silvicultura. Existe una sólida red de caminos que comunican los distintos caseríos que se distribuyen asociados a los cultivos. Se trata de asentamientos dispersos, que en su mayor parte han quedado despoblados por la crisis del sector agropecuario y por el cambio a modos de vida más urbanos. La arquitectura rural de estos caseríos está totalmente integrada con el medio, al utilizar materiales del entorno para su construcción. Otras estructuras presentes en el paisaje son los corrales y parideras, aljibes y muros de piedra seca, empleados para la delimitación de las parcelas o para la construcción de bancales en las laderas.

Por su parte, el casco urbano de Cofrentes, ubicado sobre un estrecho, alargado y accidentado cerro, se sitúa a los pies de un castillo sustentado sobre un filón basáltico de origen volcánico, que controla la confluencia de los dos ríos. Tiene todos los ingredientes de una arquitectura rural de origen medieval. El callejero cuenta con un trazado bastante irregular y con fuertes pendientes, debido a la abrupta topografía. Los espacios planos son escasos. En la parte alta es donde se localiza la Iglesia Parroquial de San José y el Ayuntamiento. El casco antiguo de Cofrentes se fundamenta en una agrupación de casas que va creciendo durante los siglos XIV, XV y XVI, por la ladera sur del cerro. Otro sector con una pendiente algo menos acusada es el ensanche del casco urbano, que se extiende en torno a la carretera CV-439 hacia la Balsa de Ves. Este ensanche se caracteriza por presentar edificaciones modernas: la urbanización Balcón del Cabriel, el centro educativo, la piscina, el polígono industrial y el cementerio. La carretera N-330 que discurre por la parte más baja del casco urbano, tiene un trazado sinuoso al adaptarse a la topografía. Al otro lado de la carretera y entre ella y el río Júcar se han implantado nuevos equipamientos como el polideportivo o el Parque Municipal.

En la actualidad, aparte de la actividad agraria, el principal aprovechamiento que se le ha conferido al agua en este medio ha sido el energético. La disponibilidad de los recursos (desnivel y agua) ya impulsó una protoindustria basada en la energía motriz del agua (molinos y batanes). Con la implantación de la electricidad como fuente de energía, los ríos Júcar y Cabriel se convirtieron en centros de producción hidroeléctrica. Grandes infraestructuras hidráulicas se han localizado junto a las riberas del Júcar y Cabriel: el depósito superior de la Muela de Cortes, la central nuclear de Cofrentes y la central hidroeléctrica de Basta, también en Cofrentes, son una muestra de ello. Su efecto sobre la escena es palpable a simple vista: grandes construcciones emplazadas en un entorno natural privilegiado. Pero éstas asimismo han causado graves impactos visuales y medioambientales. La irrupción de la energía eólica también es perceptible en el valle. La orientación y forma del relieve propició que, a principios del siglo XXI, parte de las cimas de las muelas se declararan zonas aptas para instalación de molinos, los cuales ya forman parte del skyline del Valle.

Para finalizar y siguiendo con la importancia del recurso del agua en Cofrentes y en los municipios de su entorno, cabe señalar su papel como motor de un turismo orientado a la salud y al contacto con la naturaleza. Vinculados a la geología existen afloramientos de aguas con propiedades terapéuticas, siendo el manantial de Hervideros el más representativo al dar origen al Balneario de Hervideros. Por su parte, los ríos con sus congostos y los embalses de Embarcaderos y Cortes son un reclamo visual y un recurso para la navegación y deportes de aventura.

 

Emilio Iranzo García
Departamento de Geografía
Universitat de València

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Fotos

Cofrentes y su entorno (foto Adela Talavera).Cofrentes y su entorno (foto Adela Talavera).Castillo de Cofrentes (foto Adela Talavera).Central nuclear de Cofrentes (foto Adela Talavera).Pantano de Cofrentes (foto Adela Talavera).Pantano de Cofrentes (foto Adela Talavera).Castillo de Cofrentes (foto Adela Talavera).

Mapas

Citas

J. Fuster (1962). El País Valenciano. Colección Guías de España. Ed. Destino, Barcelona, 527 pp.

“Al llegar a Cofrentes nos reciben el Júcar y el Cabriel, que aquí tienen su confluencia. El Júcar entra por estos lugares en tierra valenciana, y lo hace de manera desabrida, entre acantilados siniestros, a veces de 200 metros de altura y a una velocidad torrencial. Sólo el acontecimiento de su fragor y su visión salvaje es lo que el Júcar da a la geografía de estos pueblos, y no la benignidad del riego. Bueno: aquel acontecimiento y unas posibilidades hidroeléctricas que, ciertamente, han sido bien explotadas”.

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