Paisajes litorales

Peñíscola, fortaleza y población

La ciudad sobre la roca costera

La ciudad de Peñíscola se alza sobre roca costera, en la comarca del Baix Maestrat. Tras sus potentes murallas, en una península unida a tierra por un istmo, y rodeada de una costa baja y arenosa en sus proximidades, conformando todo ello un magnífico paisaje. Este hito paisajístico no es solo un referente actual, sino que a lo largo de la historia ha tenido un marcado protagonismo en la línea costera, encontrándose referencias desde la más remota antigüedad.

 

Un hito costero mediterráneo

Efectivamente esta imagen única, de castillo roquero que se adentra en el mar, ha sido reseña marítima desde las primeras narraciones escritas que tenemos de los visitantes de la Península Ibérica en la Antigüedad. Tanto griegos como romanos, dan noticia de ese punto en el paisaje, de esa presencia marinera. Su entorno geográfico es el espacio donde habitaban los ilercavones, pueblo ibérico al sur del Ebro. Tal vez es la Querrónesos (??????????) de la Ora Marítima de Rufus Festo Avieno, escrita en el siglo IV de nuestra Era, pero que aporta datos del siglo VI a.C.: “… Después se alza la alta cima de Crabasia y una playa desierta hasta los confines de Onusa Querronesos…” Sería en la Antigüedad al igual que ahora un punto de referencia, un hito sobre el paisaje costero, una guía para los navegantes, al mismo tiempo que un punto de parada, aprovisionamiento e intercambio de productos.

El istmo en momentos de marea alta se inundaba dejando la roca cual si fuese una isla. Sin embargo esta visión en nuestros días ha desaparecido, pues las construcciones sobre el mismo y el puerto hacen que ya no se produzca este fenómeno.

El actual castillo, que domina la población es de origen musulmán, aunque el aspecto actual es ya de una fortificación cristiana. Castillo que fue de la orden del Temple, residencia del afamado Papa Luna; nacido en Illueca un pueblecito de Zaragoza, por lo tanto hijo de la Corona de Aragón. Cabeza de la Iglesia según la obediencia de Aviñón bajo el nombre de Benedicto XIII; protagonista de momentos difíciles para la cristiandad durante el Cisma y considerado posteriormente antipapa al privársele de toda legitimidad. No obstante él, desde su corte pontificia de Peñíscola, desde 1411, insistió hasta el final de sus días en ser el único Papa auténtico, empeño por lo cual ha pasado a la historia por su “tozudez”, cuando en realidad desde su visión no era más que la verdad en esa complicada historia cismática. Su blasón con la media luna aún puede verse en los muros del castillo roquero. Vemos, pues, a Peñíscola convertida en palacio papal, cual corte de Aviñón o sede vaticana. A la muerte de este Papa no reconocido por Roma, el cónclave de Peñíscola eligió un nuevo Papa en la figura de otro aragonés: Gil Sánchez Muñoz quien, con el nombre de Clemente VIII, retuvo su papado desde 1424 hasta 1429, mientras en Roma otro Papa, reconocido por la cristiandad ocupaba la silla de San Pedro.

Las defensas de la fortaleza fueron reestructurándose en los siglos siguientes, así en época de Felipe II se dotó de un baluarte fortificado para defender la plaza de los ataques desde el mar, es una época de peligro para las costas valencianas por las frecuentes incursiones de piratas. Es entonces cuando el Mediterráneo está infestado de naves turcas y del norte de África, que abordan barcos y desembarcan en nuestras costas tomando botín y cautivos para luego negociar el precio de su liberación. En este momento Peñíscola es una verdadera y potente fortificación de esta línea costera, un verdadero ‘castillo’, como nos lo muestra el texto del ingeniero Juan Bautista Calvi quien en un informe sobre la protección de nuestras costas, realizado hacia 1560 indica: “… no es cosa de hazer en él gasto de nuevo porque aunque el sitio es muy nombrado por su fortaleza quando al efecto es de ruyn momento, porque no ay puerto ni amparo ninguno y se puede sustentar y defender como ahora está con reparar algunos traveses de poca cosa” (Archivo General de Simancas, Guerra Antigua, leg. 72, fol. 182, extraído de A. Cámara). Junto a estas fortificaciones en los pueblos de nuestras costas se alzan torres vigías a lo largo de ellas que a su vez constituyen actualmente otro de los hitos de nuestro paisaje costero y que vemos en otro apartado de esta publicación.

El castillo fue residencia de nobles, refugio de virreyes, estuvo presente en los avatares históricos del Reino de Valencia al cual pertenecía. Durante la guerra de Sucesión a la corona hispánica, se declaró partidaria de la dinastía borbónica, en contra de la mayor parte del Reino a favor de los Austrias. En ganar la guerra Felipe V en agradecimiento le dio el título de ‘Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad’.

No solo la historia, también los libros de viajes, el arte y la literatura han tomado a Peñíscola como referencia. Vicente Blasco Ibañez en su novela El papa del mar nos aproxima al paisaje de Peñíscola con las siguientes palabras: “Este promontorio se convertía en una isla cuando el Mediterráneo empezaba a encresparse, cubriendo con el avance de sus murallas lívidas y cóncavas, empenachadas de espuma, la faja de arena que lo une con la tierra firme. En tiempo de bonanza toda la flota de pescadores de Peñíscola, barcos embreados y de gruesas bordas, se ponía en seco, formando doble fila sobre dicho istmo.” 

La literatura en valenciano también ha tenido a Peñíscola como un hito de nuestro paisaje patrio: “… la roca avançava decidida dins la mar, coronada per un massís castell històric de murs emmerlats, dins del qual un papa havia adquirit fama pel seu talent i la seua tossuderia… Durant el día, penyal i castell es fonien en l’airecel argeant encegador; en canvi, als capvespres, a través d’una finíssima boira, prenien tonalitats vermelles, blaves, morades; eren colors de sommi, de conte de fades, endolcides per una amorosa melanconia. Al ple de l’estiu, el sol ponent feia destacar la fortaleza sobre el mar com si fos d’or” (Martínez Ferrando, Ernest, L’altre generut i altres contes més, València 1963; Extraído de Beut 1966, p.63)

Pero, además de una visión romántica y literaria, Peñíscola es un punto destacado de la costa, una referencia estratégica, para las cartas de avegación y literatura marina: “La plaza de Peñíscola está situada… en una piedra toda cubierta de edificios, y en lo mas eminente uno grande y cuadrado que es el primero que se descubre á la primera vista de esta plaza, la que está separada de la tierra firme por una lengua de tierra baja, de modo que parece isla…” (Tofiño de San Miguel, Vicente: Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo y su correspondiente de Africa, Madrid, Imprenta Real, 2ª ed., 1832, p.121).

 

Un paisaje profundamente alterado

Durante siglos Peñíscola era exclusivamente el castillo y las casas que lo rodeaban, y como máximo casas de pescadores al otro lado del istmo ya en tierra; al norte y al sur la costa baja y arenosa, las zonas de marjal tras las playas, y un poco más al sur la Sierra de Irta que también analizamos en este trabajo.

En el primer cuarto del siglo XX, 1922, se estructuró el puerto pesquero, dotando de un nuevo elemento en el paisaje. No obstante en la primera parte del siglo la ciudad no creció excesivamente conservando el aspecto mantenido durante siglos. Será a partir, fundamentalmente, de la mitad del siglo pasado cuando merced a la actividad turística Peñíscola tendrá definitivas transformaciones que alteraran para siempre su paisaje.

Otro dato de interés es la elección del paisaje de Peñíscola como plató para el rodaje de películas. Por una parte diversas realizaciones cinematográficas eligieron la ciudad por ella misma y por su entorno, y al mismo éstas servían de promoción por todo el mundo de los valores de la ciudad. Se rodó la película Calabuch en 1956, obra del valenciano Luis García Berlanga, y la que más trascendencia publicitaria ha tenido: El Cid, en 1962, de Anthony Mann. En 1999 el mismo García Berlanga rodaría en Peñíscola París Tombuctú.

No obstante las alteraciones nos encontramos, hoy en día, ante una ciudad con una larga historia, y con un rico Patrimonio Histórico-Artístico: castillo templario residencia del Papa Luna, como hemos indicado, construcciones defensivas de la época de Felipe II y posteriores, la iglesia parroquial de Santa María de origen gótico, ermita de la Virgen del siglo XVIII, ermita de San Antonio, zona del parque de artillería con sus defensas, áreas ajardinadas, espacios museísticos y expositivos, hoteles, restaurantes, tiendas… El caserío se articula siguiendo la topografía del terreno, en calles estrechas y empedradas, casas con muros blancos de cal, sus vanos enmarcados con añil, un ambiente urbano que nos indica estamos en el Mediterráneo. Al igual que su activo puerto pesquero. El paisaje de la actual Peñíscola se ve enriquecido por una interesante actividad cultural y lúdica, así actividades teatrales, especialmente de teatro clásico, música clásica, certámenes cinematográficos, que hacen de Peñíscola además de una ciudad bella, una ciudad viva.

Peñíscola, desde sus altos muros que se abren hacia el mar, es un mirador hacia el romper de las olas contra las rocas a los pies de los muros del castillo, al horizonte y también con nuestra mirada hacia la costa, hacia las próximas sierras.

No sólo la ciudad sino su entorno terrestre y marítimo conforman paisajes diferentes de gran valor, así la Sierra de Irta que veremos en esta misma publicación, la Vega del río Seco o de Alcalá, la línea de costa profundamente alterada, todo un espacio a cuidar y a mejorar, para avanzar desde actuaciones sostenibles.

Hoy en día la roca, castillo y población se mantienen erguidos sobre las aguas en una imagen imponente, siendo un punto de referencia tanto desde el mar como desde la tierra. Pero el entorno terrestre ha cambiado, y mucho, desde la idílica apariencia que tuvo hasta no hace más de cincuenta años. Las llanuras litorales han sido ocupadas por construcciones turísticas, por inmensos edificios de apartamentos, urbanizaciones, hoteles, y demás servicios turísticos.. Hoy el istmo, que antes era inundado por la marea, ya no es visible `puesto que parte del puerto y las ampliaciones de la ciudad lo cubren. Al norte una línea contínua de construcciones, cual muro tras la playa, se extiende en el horizonte, más al sur la Serra d’Irta se conserva como uno de los parajes de la costa menos alterados negativamente por la mano del hombre, esperemos que por mucho tiempo.

Si contemplamos las imágenes de Peñíscola de principios del siglo XX o incluso las que nos muestran las películas de los años cincuenta y sesenta de las que hemos hablado, no podemos más que sentir una cierta tristeza ante una acción humana sobre el paisaje tan poco sensible, una nostalgia del horizonte para siempre perdido. No es cuestión de frenar el progreso, no es tema tampoco de rechazar el turismo, sino de actuar sobre el entorno de una forma mucha más cuidada y respetuosa con uno de los paisajes, aún hoy en día, más bellos de la Comunidad Valenciana.

 

Josep Montesinos
Departament d’Història de l’Art
Universitat de València

Ghaleb Fansa
Departamento de Geografía
Universitat de València

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Fotos

Castillo de Peñíscola (foto ESTEPA).Ermita de Sant Antoni (foto ESTEPA).Castillo del papa Luna y casco antiguo desde la playa Sur (foto Adela Talavera).El castillo templario del papa Luna y casco antiguo desde la playa Sur (foto Adela Talavera).El castillo templario del papa Luna y casco antiguo desde la playa Sur (foto Adela Talavera).El peñón de Peñíscola desde la playa de Benicarló (foto Adela Talavera).Peñíscola (foto ESTEPA).Peñíscola y el castillo del Papa Luna (foto ESTEPA).

Mapas

Citas

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