Paisajes habitados

Xàtiva

La impronta de dos mil años de historia

La ciudad de Xàtiva, considerada durante siglos (XIII-XVII) como la segunda del reino de València, es hoy una población de tipo mediano, de 30.000 habs., que sigue teniendo un alto valor estratégico en las comunicaciones (el militar ya pasó a la historia), conserva su valor monumental e histórico, y mantenie una notable función comercial, desdoblada entre el interior de la ciudad y los grandes establecimientos situados en el ensanche septentrional.

 

Un marco natural rico y variado

El relieve del término participa de cuatro unidades. Al norte la sierra de Santa Anna, un afloramiento triásico (arcillas y yesos), cubierto en parte por depósitos terciarios y con una altura máxima de 344 m en la ermita de Santa Anna, antiguo lugar de culto y de vigía. Al sur de esta sierra, entre la Llosa y Xàtiva, se extiende un amplio valle de fondo plano, con una altitud media de 80-100 metros y cubierto de sedimentos cuaternarios. Lo surcan de Oeste a este el rio Cànyoles y el barranco de Carnicers, y de Sur a Norte el rio Albaida, con cuyas aguas se riega la fértil huerta de Xàtiva. Como un gigante solitario en medio de la llanura cuaternaria, se alza la imponente mole del Puig (312 m) en cuya cima están las ruinas de la ermita de Nuestra Señora del Puig. Al Sur de la huerta la tierra se vuelve a erguir por medio de un anticlinal de paredes casi verticales y agudas crestas calizas que dan lugar a la sierra de Bernissa (455 m), del Castell (308 m) y de la Penyarroja (309 m). Las tierras blancas o albarizas dan un colorido especial a Bixquert, tierra de secano donde antes hubo extensos viñedos y ahora hay frutales y se multiplican los chalets hasta tal punto que llegan a formar una segunda ciudad para el veraneo. Por el Sur del Bixquert se levanta la Serra Grossa, límite con la Vall d’Albaida, cuyos pliegues cretácicos alcanzan los 500 m en la divisoria con l’Ollería y los 393 m en el Alt del Paller (linde con Bellús). L’Estret de les Aigües, un cañón transversal a la sierra Grossa por donde baja el rio Albaida, marca el límite entre Xàtiva-Bellús de una parte y el Genovés y Benigànim de la otra.

 

Antecedentes ibérico-romanos

Los testimonios del poblamiento son de los más antiguos de toda la fachada mediterránea, como atestiguan los restos humanos hallados en la Cova Negra (Estret de les Aigües), datados en el Paleolítico Medio. Atendiendo a los orígenes de la ciudad actual, su origen se remonta a la cultura ibérica, siendo una de las pocas de España que ha conservado el topónimo ibérico: Saiti, que luego derivó en latín a Saitabi o Saetabis, en árabe a Sátiba, en castellano a Játiva y en valenciano a Xàtiva. La permanencia del poblamiento durante más de dos mil trecientos años en un mismo lugar hace que sea muy difícil la conservación de restos antiguos, dado que los materiales han sido reutilizados una y otra vez. Así se explica la escasez de restos ibéricos, cuyo poblamiento principal debió estar en el lugar donde ahora el Castell Menor.

La romanización, iniciada en el siglo II a.C., hizo de Saiti una población floreciente que acuñó moneda propia y fue elevada a la categoría de municipio de derecho romano con el nombre de Saetabis Augusta. Durante el largo período romano la población bajó de la estrecha cresta del castillo y se extendió por la pendiente, siendo cercada con murallas de las que todavía quedan algunos vestigios. El recinto ibérico-romano coincide con el espacio ahora vacío que hay entre la ciudad actual y el castillo, donde están las iglesias de Sant Feliu y Sant Josep, el antiguo monasterio del Montsant (ahora hotel), la Nevera y el Bellveret. Los restos romanos, aparte de las murallas, son visibles gracias a excavaciones recientes en Sant Feliu y el Bellveret, pero el resto de todo aquel recinto fue objeto de una ocupación agrícola y ahora se halla abancalado y plantado de algarrobos, olivos y pinos. Muy abundantes son las inscripciones latinas, la mayoría sobre piedras halladas en enterramientos. Los materiales constructivos más nobles (columnas y sillares) se hallan ahora formando parte de edificios post-romanos, siendo lo más relevante el porche de la iglesia de Sant Feliu (siglo XIII), sostenido por columnas romanas.

Durante el Bajo Imperio, Saetabis fue elegida como sede episcopal, como muestran las actas de los concilios toledanos, celebrados ya en tiempos de los visigodos (siglos VI y VII), en las que aparecen consignados seis obispos setabenses. Su iglesia, de la que quedan algunos restos, estaba en el mismo lugar donde más tarde fue edificada la iglesia de Sant Feliu.

 

La Sátiba musulmana

Tras la conquista musulmana, la ciudad fue cobrando importancia como plaza fuerte y encrucijada de caminos. Su castillo o alcazaba de Sátiba fue ampliado y reforzado, y desempeñó un importante papel en varias campañas bélicas: su gobernador Ibn Mahqur resistió el asedio de las tropas de Al-Qádir, antiguo rey de Toledo expulsado por Alfonso VI; en 1094 sirvió de refugio para la tropas almorávides derrotadas por el Cid en la batalla de Quart. El geógrafo Al-Idrisí, a comienzos del siglo XII dice que los castillos de Xátiva eran de gran belleza y solidez. Los restos y noticias de edificios musulmanes prueban que la población rebasó el antiguo recinto romano-visigodo y empezó a ocupar el segundo escalón de transición a la llanura, siendo protegida por una nueva cerca de murallas y torres, de la que se conservan algunos tramos. La medina islámica, según Pavón, debió ocupar casi todo lo que ahora se conoce como ciudad medieval, desde el castillo por el sur hasta la Alameda por el norte, y desde el portal de Cocentaina por el este hasta los de Sant Jordi, Santa Tecla y Castella (o dels Banys) por el oeste. En su interior destacaban la vieja Aljama, situada en el Montsant, lugar principal de la ciudad romana; la mezquita mayor, donde ahora está La Seu y que empezó a ser derribada en el siglo XVI; el Mercado, en la actual plaza de Sant Pere; el palacio llamado de Pinohermoso (ya desaparecido) en la esquina entre las calles de Montcada y Vallés, y Els Banys frente al portal del mismo nombre, donde luego estuvo la Bassa.

Además de su gran riqueza agrícola, la Sátiba musulmana destacó por ser pionera en Europa Occidental en la fabricación de papel, cuyo secreto importaron de China los árabes, exportando la producción al resto de países europeos y norteafricanos. El legado musulmán se aprecia en la trama callejera de la ciudad vieja, aunque los restos materiales mejor conservados son las murallas y torres de defensa, sobre todo en el Castillo y en los lienzos que bajan desde el mismo para envolver la ciudad, especialmente el de la parte de levante, donde están la Torre del Sol, construida durante el período almohade, y algunas otras. En el museo de L’Almodí se conservan varios elementos del derruido palacio de Pinohermoso y una pila de mármol rosa, catalogada como una de las mejores piezas de su género en España.

 

La Xàtiva cristiana en la Baja Edad Media

Bajó el dominio cristiano. Xàtiva conoció una de las mejores etapas de su larga historia, llegando a convertirse entre los siglos XIV y XVI en la segunda ciudad del reino de Valencia. Aunque no logró recuperar la sede episcopal visigótica, Xàtiva mantuvo todo su valor estratégico y militar, por haber quedado como guardiana de la frontera con Castilla dentro del principal camino que unía ambos reinos por el valle de Montesa y el puerto de Almansa. Al mismo tiempo la ciudad y su castillo tenían como misión controlar a toda una gran mayoría de población morisca que siguió habitando la mismas huertas de Xàtiva, la Canal de Navarrés y la Vall d’Albaida. Estas y otras razones influyeron para que la ciudad fuera elevada a la categoría de capital de una subgobernación.

La población morisca de la ciudad fue expulsada del recinto amurallado y distribuida entre la zona rural del entorno y el barrio de la Morería (arrabal de Sant Joan). Los judíos, que ya constituían una minoría en tiempos de los musulmanes, siguieron teniendo su barrio propio en la parte de intramuros, cerca del portal de Santa Tecla. El enorme castillo y las mismas murallas de la ciudad fueron reforzados y ampliados entre 1287 y 1369, adquiriendo una forma muy similar a la que hoy conocemos. El abastecimiento de agua, una de las obras de las que Xàtiva se siente más orgullosa, se mejoró mediante la construcción de los acueductos de Bellús (algunos opinan que éste es de origen musulmán) y del Aigua Santa, éste último por una cota superior a la de la acequia de la Vila, que quedaría relegada exclusivamente al riego de la huerta.

La renovación urbana dio lugar a nuevos y grandiosos edificios. En la parte más alta, dentro del viejo recinto romano, sobre las ruinas de la catedral visigoda, fue levantada en el siglo XIII la iglesia de Sant Feliu, con portada románica e interior gótico, catalogada como Monumento Nacional, en cuyo interior se conservan una pila de agua bendita de alabastro de finales del XII y varios retablos de pinturas gótico-renacentistas. Cerca de allí, la vieja aljama o palacio árabe fue convertido en el monasterio femenino cisterciense del Montsant. A pesar de estas obras la parte alta iría siendo abandonada por sus habitantes que se fueron trasladando a la parte de abajo, de mejor acceso desde las huertas y con agua en las casas y fuentes públicas. El viejo recinto se convirtió así en una amplia albacara para guardar ganado y cultivar olivos y algarrobos, abancalando la ladera y destruyendo los vestigios del antiguo poblado.

En la parte baja las principales obras fueron las siguientes: la iglesia de Sant Pere (siglo XIV), levantada sobre una antigua mezquita en la plaza del Mercado, donde los musulmanes celebraban la feria de ganados, tradición seguida también por los cristianos. La iglesia de Santa Tecla, en el extremo opuesto, que fue destruida en 1707 por las bombas de las tropas borbónicas y rematada por el terremoto de 1748. El convento de Santo Domingo, del que sólo queda la iglesia gótica restaurada. El convento de San Francisco, cuya iglesia también restaurada ha vuelto a ser abierta al culto. El convento de Santa Clara, en buen estado pero vacío de su comunidad de monjas; y muy próximo al mismo, el convento de la Trinidad, del que sólo queda su hermosa portada (actual Archivo Histórico). Fuera de las murallas, en el arrabal de les Barreres se levantó el convento de la Merced, cuya iglesia sirve ahora de parroquia. De la misma época eran la Casa de la Vila, ya desaparecida, y algunos palacios como el de los Borja, del que quedan algunos vestigios.

 

El zénit del esplendor de Xàtiva en el siglo XVI

Al finalizar el siglo XV Xàtiva contaba con unos 8.000 habs. y estaba a punto de alcanzar su zénit como segunda ciudad más importante del reino. Su casco urbano se vio enriquecido por nuevos edificios civiles y religiosos. Entre los primeros cabe destacar muy especialmente a dos: el Hospital y el Almudín. El primero debió ser empezado a finales del siglo XV pero no fue terminado hasta mediados del siglo XVI, conservándose en muy buen estado su gran fachada con elementos góticos y renacentistas. Su interior fue destruido en 1707 y vuelto a levantar a comienzos del siglo XVIII. El edificio del Almudín o depósito de trigo, fue construido entre 1530 y 1548, conservándose todavía en muy buen estado. En 1919 fue convertido en museo de bellas artes y hoy forma parte del Museo de la ciudad. A finales del siglo XVI se acometió la construcción de la iglesia de Santa María (La Seu) sobre el mismo lugar donde estaba la mezquita mayor cristianizada, pero las crisis de los siglos XVII y XVIII habrían de retrasar la conclusión hasta ya entrado el siglo XX. A los conventos ya establecidos entre los siglos XIII y XV, se añadieron en el XVI y principios del XVII otros cinco más: dos dentro del recinto murado, como eran el de San Agustín (1515) en la misma calle donde está el de Santo Domingo, y el de la Consolación (1520) en la calle del Portal de Valencia; y otros tres extramuros: el de Sant Onofre el Vell (1575) en un descampado cercano al Portal de Cocentaina; el del Carmen (1570) en la salida hacia la Llosa; y el de Capuchinos (1607) en las proximidades del arrabal de Sant Joan. En este último lugar, donde vivían los moriscos fue edificada hacia 1535 la iglesia del mismo nombre para atender religiosamente a los moriscos bautizados a la fuerza.

 

La expulsión de los moriscos: el inicio de la decadencia

La expulsión de la población morisca en 1609 supuso la pérdida de casi la mitad de los habitantes de la gobernación y el despoblamiento de más de un centenar de pueblos, incluida la propia morería de la ciudad. La crisis demográfica vino acompañada por la económica y la ciudad se resintió negativamente. Castigada también por las epidemias de peste a mediados del XVII, Xàtiva perdió parte de su potencial demográfico, bajando de 7.400 habs. en 1572 a 6.200 en 1646, no habiendo noticias de que en este periodo se construyesen grandes edificios.

A comienzos del siglo XVIII sufrió los devastadores efectos de la guerra de Sucesión, tras haber tomado partido por la causa austracista y resistir los duros asedios a que se vio sometida por las tropas borbónicas mandadas por D’Asfeld. Las acciones de guerra causaron grandes destrozos en la ciudad y su arrabal de les Barreres y muchas de sus casas y palacios fueron luego saqueadas, siendo expulsados temporalmente muchos de sus habitantes. La mayor ignominia fue, aparte de la derrota, el castigo a que la sometió el nuevo rey Felipe V, quien desmembró la antigua gobernación territorial, le restó funciones civiles y le cambió su nombre histórico por el de San Felipe, que habría de soportar hasta las Cortes de Cádiz (1811). En 1713, por efecto de la expulsión o desalojo, sólo quedaban en la ciudad 1.500 habs., pero poco a poco fueron regresando las familias expulsadas y en el transcurso del siglo XVIII logró recuperar parte de su esplendor y funciones urbanas, hasta el punto de que en 1787 el Censo de Floridablanca registró 12.655 habs. Durante aquella centuria se llevaron a cabo varias reformas urbanas y se construyeron nuevos y grandes edificios. Se remodeló el centro de la ciudad y la vieja plaza de les Cols fue ampliada, dando lugar a la actual plaza del Mercat, con sus pórticos y sus casas de gusto academicista. Entre los nuevos edificios cabe señalar toda una serie de palacios alineados en las calles de la Corretgeria y de Montcada, siendo los más renombrados los de Alarcón (1715-30, actual sede de los juzgados), Diego, Estubeny, Cerdà, etc. a los que habría que añadir la Casa de la Enseñanza mandada hacer por el arzobispo Mayoral (1753), la ermita de Sant Josep diseñada por el arquitecto Francisco Cuenca, el nuevo convento de Sant Onofre frente a San Pedro y la Fuente de los 25 Chorros, por citar sólo algunos. Los desperfectos causados por la guerra y por los terremotos de 1748 provocaron la ruina de la iglesia de Santa Tecla y de buena parte del Castillo, que fue prácticamente abandonado a su suerte en la segunda mitad del XVIII, trasladándose la guarnición militar a nuevos cuarteles entre la muralla y el arrabal de les Barreres.

 

El siglo XIX: estancamiento y desamortización

La construcción del Nuevo Camino Real de Madrid a Valencia entre 1776 y 1789, con un itinerario que dejaba apartada la ciudad (unos 4 km desde el empalme de Cerdà), supuso una pérdida de la importante función caminera de Xàtiva. Es verdad que está fue recuperada con creces a partir de 1858 con la construcción del ferrocarril Valencia-Almansa, por lo que las causas del estancamiento demográfico habría que buscarlas en otras razones. Podrían apuntarse algunas como la pérdida de sus funciones nobiliarias y religiosas, por efecto de la abolición de los señoríos, la desamortización y la exclaustración, que supusieron la emigración del medio centenar de familias nobles (con toda su corte de sirvientes y criados) y la de varias decenas de religiosos, expulsados de los numerosos conventos que fueron cerrados y que no volvieron a ser recuperados (el Carmen, San Francisco, Santo Domingo, la Merced, la Trinidad, San Agustín, San Onofre, Capuchinos y el Montsant). Tales pérdidas no lograron ser corregidas por el incremento de sus funciones civiles (cabeza de partido judicial) o educativas (primer instituto). La causa principal de la decadencia de la ciudad estuvo en la ruina de su industria textil basada en el lino y la seda, que prácticamente quedó reducida a la nada entre 1810 y 1830, dejando en el paro a unas 1.300 personas.

El estancamiento demográfico (en 1900 seguía teniendo sólo 12.600 habs.) hizo que no fueran necesarias obras de ampliación urbana, aunque se llevaron a cabo algunos proyectos que serían luego de gran trascendencia: bajada de la Estación, bajada del Carmen y urbanización de la Alameda. La primera fue delineada tras la construcción de la nueva estación ferroviaria en 1860. La bajada del Carmen (nueva salida hacia Valencia y hacia el Cementerio) y la urbanización de la Alameda se hicieron en 1882, después de que fueran derribadas las murallas (1874) de los flancos norte y oeste de la ciudad. Estas tres arterias servirían para acoger el primer ensanche urbano que tendría lugar ya en la primera mitad del siglo XX.

 

El siglo XX

A partir de 1910 (12.700 habs.) tendría lugar una nueva expansión demográfica por inmigración que elevó el número de habitantes a 14.148 en 1920, a 15.087 en 1930 y a 18.683 en 1940. Luego vendrían otras dos décadas de estancamiento (18.092 en 1950) y finalmente un lento proceso de crecimiento que llega hasta nuestros días, en que la ciudad ronda los 30.000 habs. Por razones orográficas el crecimiento urbano del siglo XX y comienzos del XXI sólo ha podido hacerse en dos direcciones: hacia el norte, invadiendo la huerta y hacia el oeste, faldeando la sierra Bernissa en dirección hacia Novetlé. Por el lado oriental, carretera de Benigànim, el crecimiento ha sido menor. Por el norte sigue habiendo una barrera que dificulta la expansión, como es la vía férrea y las amplias instalaciones de la estación. Hasta 1960 el crecimiento urbano no sobrepasó la vía férrea. Primero fueron los grupos o barrios de casas baratas de Planas Tovar, El Carme, etc. y luego la construcción de grandes bloques de pisos siguiendo las nuevas calles paralelas a la Alameda (Vicente Boix, Gregorio Molina, Argentina, Abu Massaifa, Pintor Guiteras, Académico Maravall, etc.) y la más antigua de la Reina. El mismo paseo de la Alameda sufriría la agresión especulativa con altos edificios que han roto el encanto de la misma y el paisaje urbano.

El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1988 tenía como principal objetivo el crecimiento de la ciudad más allá de las vías férreas, para lo que eran precisos dos nuevos pasos subterráneos (los de Simat y Molí de Perico) y uno elevado en el camino de la Granja (1996). El espacio al norte de las vías fue ordenado para albergar actividades industriales y comerciales por medio de grandes avenidas que sirven al mismo tiempo como rondas exteriores al conjunto de la ciudad, cuyo caso urbano es preciso atravesar todavía en cualquiera de la direcciones de tránsito que se trate.

 

 

Juan Piqueras Haba
Departamento de Geografía
Universitat de València

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Fotos

Casa del Puig (foto Miquel Francés).Castillo y Ciudad de Xàtiva (foto Miquel Francés).Ermita de Nuestra Señora del Puig de Xàtiva (foto Miquel Francés).Vista de Xàtiva (foto Miquel Francés).Termino de Xàtiva desde l’Ermita de Santa Anna (foto Miquel Francés).Vista del Puig (foto Miquel Francés).Vista norte de Xàtiva (foto Miquel Francés).Xàtiva desde el Castillo de Vallada (foto Miquel Francés).

Mapas

Citas

Al-Idrisi (1154). Libro de Roger.

“Xàtiva es una ciudad bonita y tiene alcazabas que se toman como ejemplo por su belleza y solidez. Y en ella se fabrica un papel que no tiene igual en el mundo y que se exporta tanto a Oriente como a Occidente”.

A. J. Cavanilles(1797). Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Imprenta Real, Madrid, 1797 (Edición facsímil, Valencia, 1981).

“La Huerta de San Felipe ofrece un bosque de moreras, cercado de olivos, algarrobos y viñas. Jamás descansa el suelo en este sitio delicioso: apenas se siegan los trigos, ya se ven los campos llenos de maíces, melocotones y hortalizas. Las cristalinas aguas, dirigidas por varios canales, animan aquel cuadro con su movimiento y murmullo, y dan al mismo tiempo frescura y vida a los vegetales. Hay muchísimas fuentes en el término; las principales son las de Bellús y La Santa. La de Bellús nace media hora al sur de San Felipe en el estrecho llamado de les Aigües, por donde el río Albayda atraviesa el monte Serra Grossa. Sale con violencia de las entrañas del monte por una cueva de ocho pies de diámetro, elevada sobre el nivel del río algunas varas”.

T. López (1786-1789). {Relaciones geográficas, topográficas e históricas del Reino de Valencia. Reproducción facsímil de la edición de 1919, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Ed. Consell Valencià de Cultura (1988), con comentarios de Vicente Castañeda y Alcover, 2 vols.

“... tiene su asiento prolongado de Oriente a Poniente, al pie de un monte de bastante elevación, en cuya cumbre está el castillo naturalmente fuerte sobre peñascos y tajos formidables, tan largo como la ciudad misma, con la que se junta por medio de dos cortinas o murallas, flanqueadas con torreones, de modo que el todo viene a formar un paralelogramo, cuyos lados opuestos forman, de una parte, ambas murallas, y de la otra la ciudad y el castillo”.

C. Sarthou Carreres (1930). Guía gráfica de Játiva, con 150 ilustraciones fotográficas del autor, Valencia, Tipografía del Carmen.

“El turista que anda por el mundo para ilustrarse; o por gusto de andar e impresionar su retina con el desfile de bellas sensaciones de la Naturaleza o del Arte; el turista que en breves horas puede asomarse a la Seo y a San Félix, al Museo y los casinos, cruzar la Alameda y subir al Castillo se aleja al anochecer llevándose unas impresiones fotográficas para recuerdo y una grata impresión en su mente de la Ciudad augusta y bella de este extremo de la Ribera valenciana. Otras visiones subsiguientes velarán el recuerdo; pero siempre rememorará con gusto la cruz de esmaltes de nuestra Colegiata, la pila oriental del Museo, los retablos de San Félix y la ventana del Duque dominando el Castillo”.

R. Cebrián (1983). Montañas valencianas II: Serra Grossa, Sierra La Plana, Sierra Enguera, Caroig, Muela de Cortes, Martes, Muela del Albeitar, Sierras del Ave, Caballón y Malacara. Ed. Servei de Publicacions del Centre Excursionista de València, 247 pp.

“La ciudad se tiende al pie de la Serra Vernissa, en las laderas septentrionales de la afilada y larga loma del Castell, coronada por la imponente fortaleza romana, árabe y gótica. El paisaje ciudadano actual muestra dos sectores bien diferenciados entre sí: el núcleo medieval, de calles estrechas y tortuosas del primitivo tejido urbano musulmán, inalterado por los conquistadores cristianos, cuyas casas, de muros enjalbegados aparecen con frecuencia ornadas de escudos linajudos. Un segundo agrupamiento urbano, al pie del monte, reúne la ciudad moderna”.

Bibliografía

GONZÁLEZ BALDOVÍ, M. (1992).

Museos de Xàtiva: la Colegiata, San Félix y l’Almodí, Vicent Garcia, Valencia.

PIQUERAS, J. y SANCHIS, C. (2006).

Geografia de Xàtiva y su región, en Historia de Xàtiva, vol. 1, Universitat de València, Matéu Editors

SATRHOU CARRERES, C. (1933-1940).

Datos para la historia de Jàtiva, Xàtiva, Imprenta Sucesora de Bellver, 5 vols.

VENTURA CONEJERO, A. (1998).

El Castell de Xàtiva, Xàtiva, Matéu Editors.