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Castellón histórico - Paisajes Turísticos ValencianosPaisajes Turísticos Valencianos

Paisajes habitados

Castellón histórico

Castelló, capital de la Plana y de la provincia homónima, en su origen se encontraba en el Tossal de la Magdalena, a siete kilómetros al norte de su actual emplazamiento. En este pequeño cerro se han encontrado vestigios ibéricos y romanos y aún se aprecian algunos restos de las murallas y torres del castillo musulmán, que han sido recientemente restaurados.

El pequeño castillo en alto –el castelló, que da nombre a la actual ciudad– vigilaba y protegía a una multitud de alquerías diseminadas por el llano. La incomodidad de este emplazamiento, sin embargo, determinó su traslado al fértil llano, en el lugar conocido como el Palmeral de Borriana. La licencia para este traslado se realizó en Lleida a 8 de septiembre de 1251 por el rey Jaume I a Ximén Pérez d’Arenós. La tradición sitúa este traslado en el tercer domingo de Cuaresma de 1252, y en su recuerdo se celebra en la misma fecha desde hace más de cuatro siglos la popular Romeria de les Canyes desde Castelló a la ermita de Santa María Magdalena; a partir de 1945 a la romería se le añadió el Pregó, les Gaiates y otros elementos y las fiestas se alargaron desde el tercer sábado al cuarto domingo de Cuaresma. Hay que recordar, sin embargo, que desde 1922 la Mare de Déu del Lledó es la patrona de Castelló. Aunque la actual ermita data del siglo XVI, hubo sobre su solar una primera capilla en el siglo XIV levantada en el campo donde Perot de Granyana encontró la minúscula imagen de esta virgen.

A lo largo del siglo XIII, al tiempo que se produjo la colonización agraria y un incipiente desarrollo del comercio al otorgársele a Castelló el derecho a feria en 1269, el término pasó primero a manos de la alta nobleza, en 1245 al monasterio de Sant Vicent de València y en 1287 éste y todas sus posesiones al catalán de Poblet. No fue hasta 1297 cuando Jaume II, con la ayuda económica de los vecinos, recuperó Castelló para la Corona. Unos años antes, en 1284, Pere III había sentado las bases del municipio según el modelo de la ciudad de València, basado en un Consell compuesto por 36 consellers, donde destacaban cuatro jurats que ejecutaban los acuerdos. Otros cargos políticos eran el escrivà dels jurats o secretario, el justícia o juez, el síndic o tesorero, el sequier y el mustassaf, una especie de policía local que, entre otras tareas, vigilaba el mercado y la limpieza de caminos. Esta organización municipal perduró durante más de cuatro siglos hasta la abolición de los fueros o Furs de València (1707).

Por lo que se refiere a fisonomía urbana, durante la segunda mitad del siglo XIII Castelló todavía se articulaba alrededor de un eje central, la actual calle Major que, en principio, sólo era un camino paralelo a la acequia Major. A uno y otro lado de ésta se distribuían callejuelas y manzanas poco regulares. Esto podría ser consecuencia de un poblamiento anterior a la fundación de la villa alrededor de la alquería llamada de Benirabe. A finales del siglo XIII Castelló contaba con un recinto amurallado aproximadamente rectangular en sentido norte-sur, siguiendo la calle Major, y cuatro puertas: al sur la de València (o de l’Om o d’en Passanant) y al norte la de Tortosa (o de Paüls); por el oeste se entraba por la puerta Mitjana y la calle dels Sabaters (hoy Colom) que llegaba a la calle Major; unos metros más al sur de esta última surgía la calle de l’Aigua que llevaba al portal del mismo nombre al este de la muralla.

A comienzos del XIV Castelló fue elegida capital de la sotsgovernació dellà Uixó, un territorio que coincidía con la actual provincia de Castelló, salvo el Alto Palancia y el condado de Almenara. Este carácter de sede gubernativa foral la marcó ya por siempre con una función administrativa sobre las comarcas septentrionales valencianas. Su crecimiento a lo largo de este siglo fue notable, pues en 1418 sumaba ya 1.100 fuegos, casi 5.000 habitantes. La desecación de los marjales y el reparto de las aguas del Millars entre las villas de la Plana (1346), que establecía que cuando el agua fuera escasa se harían 60 filas o partes, de las cuales 14,5 corresponderían a la huerta de Castelló, contribuyeron al aumento del regadío, de 8 Ha en 1250 a 22 en 1398.

Fruto de esta rápida expansión demográfica, durante la primera mitad del siglo XIV ya se habían creado dos barrios extramuros: uno al oeste configurado por las calles de Enmig y Amunt y uno al norte, más allá de las calles del Canyaret (hoy Antonio Maura y Ensenyança) y de l’Illeta (actual Núñez de Arce). A finales de este siglo ya se habían derribado los muros norte y oeste de la villa para incorporar los mencionados arrabales. Al norte de la calle Major la nueva muralla se abría por el portal de l’Hospital, y al oeste de la actual calle de Colom por el de la Fira; al nuevo muro también se accedía por el portal de València, al sur a la calle de Enmig, y por el de la Puríssima, al norte.

Con la incorporación de los arrabales del norte y oeste, la villa del siglo XIV adoptó a grandes rasgos una forma cuadrada y un plano en damero. La nueva muralla, que perduró hasta 1796, se correspondía con la actual avenida del Rei en Jaume, al oeste, la plaza de Clavé y la calle de Sant Lluís, al norte, la Calle Governador al este, y las calles de Gasset, Porta del Sol, Ruiz Zorrilla y Escultor Viciano, al sur. Dentro del recinto cuatro plazoletas irregulares se disponían alrededor de la primitiva iglesia: al norte la de l’Herba, que era el mercado de frutas y verduras; al este la de les Corts concentraba el poder foral y municipal en el porticado Palau Comú, primera sede del Consell de Castelló que se hallaba entre las actuales calles de Cavallers, Colom y Ausiàs March; al sur la de les Carnisseries era el mercado de la carne; y al oeste la Vella, sobre la cual recaía el cementerio, la Casa Abadia y la fachada principal de Santa Maria. El recinto medieval poseía una pequeña judería, al norte de la actual calle de Cavallers, y una morería no mucho mayor al norte de la actual calle de Amunt o Alloza.

La segunda mitad del siglo XV fue una etapa de regresión demográfica para la Plana, afectada por carestías a las que se sobrepusieron diversas epidemias de peste negra. Hacia 1469 la población de Castelló se había reducido a 626 fuegos y en 1510 a 514 (menos de 2.500 habs.). La recuperación demográfica durante la primera mitad del siglo XVI fue lenta y traumática, puesto que Castelló participó en la Guerra de las Germanías y tras la derrota de los agermanats fue saqueada y los líderes de la resistencia en el Maestrat encarcelados y ejecutados dentro de sus murallas. En 1572 todavía no había alcanzado los 600 vecinos, pero 37 años después la población se había duplicado, sin que la expulsión de los moriscos en 1609 repercutiera en el censo de la ciudad, que sólo afectó a 36 de sus 1.165 familias. A lo largo del siglo XVII la demografía de Castelló se mantuvo estable, con 1.152 fuegos en 1646.

Por lo que respecta a la trama urbana, el siglo XVI y, sobre todo, el XVII significaron notables reformas urbanas. En 1549 se consagró la iglesia arciprestal de Santa Maria, joya del gótico iniciada en 1403, después que un incendio destruyese la primitiva iglesia del siglo XIII. En 1604 se terminó otro de los hitos de la ciudad: el Campanar de la Vila, torre campanario de planta octogonal, cinco cuerpos y 58 m de altura, conocido popularmente como el Fadrí por encontrarse soltero o exento –no adosado a la iglesia. De titularidad municipal y recientemente restaurado, junto a él se dispone la Casa Abadia (s. XVI), que hoy alberga varias salas de lectura y exposiciones. Al inicio de la calle de Cavallers frente a la plaza de l’Herba se inauguró en 1606 la Llotja del Cànem (lonja del cáñamo), cuya rehabilitación –que llevará a cabo la UJI para exposiciones temporales y fines administrativos– se espera que concluya en 2006, coincidiendo con los 400 años del edificio. En 1663 la antigua plaza de les Carnisseries se desplazó hacia poniente para dejar sitio a la nueva capilla de la Comunió de la iglesia arciprestal. Ante el estado ruinoso del viejo Palau Comú, el Consell decidió en 1689 construir frente a Santa Maria y ocupando parte del viejo cementerio el actual Palau Municipal, cuyas obras no terminaron hasta 1716; hoy en día este edificio, considerado de estilo clasicista italianizante de austera decoración, es uno de los de mayor valor arquitectónico de la ciudad. Con el decreto de Nueva Planta (1707) desaparecieron les Corts y su plaza, cuyo solar se aprovechó para ampliar la iglesia. Así fue como las cuatro plazas medievales se concentraron en una única gran plaza –la Plaça Major– a poniente de Santa Maria, para albergar los principales edificios públicos.

A finales del XVII la ciudad intramuros se había densificado, mientras extramuros prosperaban dos arrabales de aspecto aproximadamente triangular: uno al norte, llamado del Pla o de Sant Fèlix, y otro al sur de Sant Francesc o de la Trinitat. Por el suroeste, entre las actuales plazas de Borrull y de Fadrell, se habían construido las primeras casas del arrabal del Roser. Hacia levante la ciudad no crecía por el alto valor de la huerta y hacia poniente tampoco, de momento, porque allí –en la actual avenida del Rei en Jaume– se celebraba la feria.

A comienzos del siglo XVIII Castelló conoció un auge demográfico y económico sin precedentes, basado en el cultivo del cáñamo y en su tejido para hilos, cuerdas, cordeles y maromas para embarcaciones; en 1747 se había creado al oeste de la ciudad L’Hort dels Corders (Huerto de los Sogueros) para concentrar las actividades textiles del cáñamo y desde 1751 esta industria aseguró su éxito comercial cuando empezó a abastecer a la armada española, que monopolizó su producción. Frente a los 1.072 vecinos –unos 4.800 habs.– en 1713, en 1786 Castelló ya sumaba 12.000 habitantes, la mitad de los cuales extramuros. La dificultad de comunicación entre la villa y los arrabales condicionó el derribo de las murallas en 1796, lo que permitió a la ciudad expandirse cómodamente en todas direcciones, sobre todo hacia el oeste tras la apertura de la plaza o avenida del Rei en Jaume en 1800. Los arrabales de Sant Fèlix y de la Trinitat también progresaron, en forma de punta de lanza, hacia el norte y el sur, respectivamente, mientras que a levante el crecimiento todavía era tímido por el alto valor de la huerta.

Los inicios del siglo XIX fueron traumáticos, ya que en 1811 el mariscal Suchet tomó la ciudad, que no fue definitivamente abandonada por las tropas francesas hasta 1814, y en 1837 la liberal Castelló fue asediada por el general carlista Cabrera, lo que provocó el levantamiento de una nueva muralla, 41 años después de haber derribado la medieval. Después de la efímera proclamación cantonal de 1873, los carlistas volvieron a asediar Castelló, pero sólo seis años después del final de la tercera guerra carlista, en 1882, comenzó la demolición de la nueva muralla ante la notable expansión económica y urbana de la ciudad. La sustitución de los cultivos tradicionales por los cítricos para la exportación a finales de siglo, el tradicional empuje del cultivo y la manufactura del cáñamo y la aparición de nuevas industrias como la azulejera condicionaron este auge demográfico: en 1887 la ciudad superaba los 25.000 habs. y en 1910 los 32.000.

Otro hecho destacado que marcó el crecimiento urbano del XIX fue el desarrollo de las comunicaciones. En 1802 se terminó el nuevo camino real de València a Barcelona que pasaba por la actual avenida de València, rondas del Millars y de la Magdalena y avenida de Benicàssim. Por el este se construyó el nuevo y amplio camino del mar (actual avenida dels Germans Bou) y por el oeste se mejoraron los caminos de l’Alcora y de Morella, abriéndose esta segunda hasta Zaragoza en 1860. En 1862 llegó el ferrocarril de València y en 1868 de Barcelona, y en 1888 se inauguró el ferrocarril de vía estrecha la Panderola entre Castelló y el Grau, que se extendería luego a Almassora, Vila-real, Onda y Borriana.

Castelló había sido elegida capital provincial a partir de 1833, pero fue en el último tercio del XIX –con la pacificación y el derribo de las murallas– cuando esta designación se tradujo en obras públicas de relevancia. El ferrocarril y la estación fueron instalados en las afueras, al oeste de la ciudad, y en sus alrededores se construyó el flamante parque de Ribalta, la plaza de toros y el hospital provincial, mientras el notable teatro Principal, de corte neoclásico, se edificaba en la plaza de la Pau. Ya a principios del XX se levantaron otros notables edificios como el instituto de bachillerato Francesc Ribalta, el Casino Antic, la Casa dels Caragols o los modernistas de Correos, la casa de les Cigonyes y el quiosco de la plaza de la Pau. En 1925 ya se había compactado toda la ciudad hasta la misma vía férrea, y hacia el sur se expandía alrededor de la calles de Herrero y la Ronda del Millars; mientras tanto, a levante la huerta continuaba frenando el desarrollo urbanístico y hacia el norte no se había construido nada al otro lado de la Ronda de la Magdalena.

Durante la Guerra Civil Castelló estuvo en la zona republicana hasta junio de 1938, ordenando el ayuntamiento en 1936 la demolición de la iglesia de Santa María. Tras la guerra se inició su reconstrucción, que concluyó en 1999 imitando con más o menos fortuna el esquema de la original, de la que sólo conserva la fachada norte y parte de las otras dos. Después de 700 años en que Castelló y toda la histórica Sotsgovernació dellà Uixó (menos el Alto Mijares) habían formado parte del obispado de Tortosa, en 1960 se creó la nueva diócesis de Segorbe-Castelló y la iglesia de Santa Maria fue elevada a la categoría de concatedral.

Por lo que respecta a la evolución demográfica y urbana, entre 1930 y 1960 la ciudad creció bastante a pesar de los avatares de la guerra, alcanzando los 60.000 habs. en la segunda fecha. La expansión urbana se llevó a cabo en todas direcciones, siguiendo un trazado en damero hacia el sur y el este, y más irregular por el oeste y, sobre todo, por el norte. A la vez, se llevaron a cabo destacadas reformas internas: en 1947 en la plaza Major, donde se había construido un año antes el nuevo mercado municipal; en la plaza del Rei en Jaume-Hort dels Corders en 1956 y en la nueva plaza de Cardona i Vives en 1972; la urbanización de ésta posibilitó la continuación de la calle de Colom hasta la avenida del mar, creando el primer eje de circulación en sentido paralelo.

El gran auge industrial a partir de 1960 condicionó un aumento demográfico sin precedentes: en sólo veinte años duplicó su población, superando los 126.000 en 1981. El desarrollismo de la época, con total permisividad y falta de planificación, se tradujo en un crecimiento urbano desmesurado y acelerado, que rompió la compacidad urbana de Castelló: el 1981 se contabilizaban más de cien grupos de población dispersos, que reunían al 15% de la población; estos grupos, poblados por inmigrantes procedentes sobre todo de Andalucía y La Mancha, aparecieron como setas en las carreteras de l’Alcora, Borriol, Ribesalbes, Almassora, en la avenida de València y en la N-340 hacia Benicàssim, con una trama urbana caótica en medio de los huertos o de las fábricas.

La existencia de un enorme pulmón verde –como eran los huertos de naranjos–se utilizó como excusa para no construir nuevas zonas verdes dentro de la ciudad. Pero lo más lamentable de las décadas de 1960 y 1970 fue el crecimiento en altura, sobre todo en el centro histórico y alrededores, sin ninguna norma ni relación entre la altura de los edificios y la anchura de las calles. El resultado fue desastroso para el núcleo antiguo, que no sólo perdió su personalidad histórica, sino que al multiplicar y concentrar las actividades comerciales empezó a soportar graves problemas de aparcamiento y de circulación.

En los últimos años Castelló ha vuelto a experimentar un crecimiento económico y demográfico vertiginoso. En 2011 superó los 180.000 habs., con un alto porcentaje de extranjeros, predominando entre ellos los rumanos. La ciudad por fin ha comenzado a crecer decididamente hacia el mar, en las partidas de Censal, Gumbau, Soterrani, Rafalafena, Taixida y la Safra, teniendo como ejes las avenidas de Châtellerault, Germans Bou, la Mar, Rafalafena, el Lledó y Caputxins que, al actual ritmo de construcción, en pocos años podrían estar completamente edificadas hasta la nueva circunvalación o Ronda Est. Ha sido en esta zona oriental donde se han instalado algunos de los edificios de nueva planta más vanguardistas de la nueva ciudad, tales como el Espai d’Art Contemporani, el Museu de Belles Arts y el Auditorio y Palacio de Congresos, éste último cerca de la ermita de la Mare de Déu del Lledó, patrona de Castelló desde 1922. El crecimiento hacia el oeste tampoco se ha frenado y, una vez desviada la N-340 y construida sobre su antiguo trazado la nueva vía férrea soterrada y la flamante estación de tren, la ciudad está creciendo sin obstáculos hasta el mismo río Sec de Borriol y más allá (campus de la Universitat Jaume I). Sobre los antiguos terrenos de la RENFE se ha construido un gran boulevard con nuevas viviendas y zonas comerciales. Al sur también ha continuado el crecimiento, con las avenidas de València y de Almassora y la Gran Via como ejes de desarrollo, y la circunvalación o Ronda Sud como límite, al estar el suelo está copado por las industrias al otro lado de esta.

 

 

Joan Carles Membrado Tena
Departamento de Geografía
Universitat de València

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Fotos

Concatedral de Santa María (foto Pep Pelechà).Plaza de l’Independència (foto Pep Pelechà).Edificio de Correos (foto Pep Pelechà).Calle Mealla (foto Pep Pelechà).El Fadrí (foto Pep Pelechà).Acceso a la concatedral de Santa María (foto Pep Pelechà).

Mapas

Citas

A. J. Cavanilles (1795-1797). Observaciones sobre el Reyno de Valencia.

“La mas septentrional es Castelló, llamado de la Plana para distinguirlo del que está en la gobernacion de San Felipe. Se halla en la llanura á una legua del mar, y á tres quartos del Milláres. Lo ameno y templado de su término, la abundacia y variedad de sus frutos, y las hermosas calles y buenos edificios la ponen entre las poblaciones mas distinguidas del reyno”.

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