Paisajes litorales
Un bosque litoral sobre 28 siglos de historia
En la comarca del Bajo Segura, en la provincia de Alicante y a escasos 35 km de la capital, se encuentra el municipio costero de Guardamar del Segura. Sus 11 km de playa y su bosque litoral, resultado de un ambicioso proyecto de reforestación, hacen de este pueblo de 17.000 habitantes uno de los destinos turísticos preferidos de la comunidad. El conjunto destaca por la belleza de su paisaje de dunas fósiles y móviles, cubiertas estas últimas por un bosque litoral a ambos lados del río Segura.
Las dunas litorales son acumulaciones de arena arrastrada por las brisas marinas y los temporales de Levante desde las playas inmediatas. Estas, a su vez, no son otra cosa que depósitos de arena de origen continental que los ríos han arrojado al mar (Ebro y Ródano principalmente en este caso) y que luego ha sido distribuida por todo el litoral gracias a la corriente de deriva que, ayudada por las holas, ha acabado vertiendo en la orilla del mar. Las dunas son más frecuentes y grandes cuanto más seco es el clima, que en el caso de Guardamar, con sólo 250 mm de lluvia al año, está clasificado como árido. Se trata pues de formaciones dinámicas, en proceso constante de transformación, que avanzan desde la playa hacia el interior sepultando cuanto encuentran a su paso, ya sea campos de cultivo, edificios o pueblos enteros. Las más alejadas de las playas, a las que no llega la fuerza del viento, pueden devenir en dunas fósiles, esto es, con la arena firme y endurecida hasta convertirse en roca arenisca. Sobre una de ellas están las ruinas del castillo medieval y en su ladera septentrional estaba situada la vieja Guardamar. Las dunas móviles, las que están más cerca del mar y se ven sometidas a los temporales de viento, cubren un amplio espacio litoral que se extiende desde el sur de las Salinas de Santa Pola hasta el cabo de Cervera (dunas de La Mata). El profesor Vicenç Roselló de la Universitat de València dice de ellas que “integran el conjunto dunar más importante de la costa mediterránea española” (Roselló, 1978:31).
El origen de la Guardamar que hoy conocemos es posterior a la conquista cristiana, pero dentro de su término municipal se han encontrado restos de asentamientos humanos que se remontan al siglo VIII a. C. La conservación de estas ruinas es excelente debido a los movimientos de la duna que dieron como resultado el soterramiento de estos enclaves y su preservación durante 2.800 años.
El más antiguo de estos asentamientos está datado entre los siglos VIII y VI antes de Cristo y corresponde a un poblado fenicio declarado Bien de Interés Cultural conocido como La Fonteta. Las investigaciones llevadas a cabo por Rafael Azuar y su equipo en el yacimiento de una rábita islámica durante la década de 1980 sacaron a la luz varios objetos de la época fenicia que llevaron a los arqueólogos a sospechar de la existencia de un asentamiento de dicha cultura en el lugar. En 1996 comenzaron las excavaciones a cargo de un grupo de arqueólogos de la Universidad de Alicante, dirigido por Alfredo González Prats, que acabó desenterrando un asentamiento fenicio. Gracias a la acción de las dunas se trata de unos de los enclaves púnicos mejor conservados de la Península. En La Fonteta se ha encontrado un sistema defensivo compuesto por una gran muralla de alrededor de 12 metros de altura y diversos bastiones, además de una organización callejera tanto en el interior como en el perímetro exterior de dicha muralla. Asimismo se han conservado hornos y talleres metalúrgicos de hierro, plata y cobre. La existencia de estas construcciones, junto a la posibilidad de explotación de las salinas de la zona, nos da uno de los motivos principales por el que los fenicios decidieron instalarse en esta área.
En este lugar también se han encontrado muestras de la presencia de poblados ibéricos, entre las que destaca la Dama de Guardamar, hallada en 1987 en el yacimiento arqueológico de Cabeza Lucero. Este busto de una dama ibérica semejante a la Dama de Elche, de 50 cm de altura, está datado entre los años 400 y 370 antes de Cristo.
El otro gran descubrimiento arqueológico del lugar lo constituye la Rábita Califal, de mitad del siglo X, localizada en el centro de la duna móvil, a unos 480 m del río Segura, a 560 m del mar y a 1.350 m del centro de Guardamar. Al igual que ocurrió con el asentamiento fenicio, las dunas enterraron la rábita, conservándola casi en su totalidad. Alrededor de 900 años después, durante los trabajos de reforestación de las dunas, en 1897, se encontró una lápida fundacional que hablaba de la existencia de una mezquita en ese mismo lugar. Casi un siglo después, en 1984, comenzó la búsqueda de dicha mezquita. El resultado fue el hallazgo de 22 celdas con sus respectivos mihrabs, una mezquita, estancias para acoger a los viajeros y varios edificios anexos.
A comienzos del siglo XIII, una vez abandonada y enterrada la rábita, los cristianos construyeron un poblado nuevo, incorporado al Reino de Valencia y elevado a la categoría de villa real en 1304. En este mismo lugar el geógrafo musulmán Al-Udri cita la existencia de una población llamada Al-Mudawwar, que debe ser la misma que todavía en 1326 es citada como Almodóvar, aunque ya por estas fechas y desde poco después de la conquista cristiana en torno a 1240, se habla de una villa llamada Guardamar. La arabista Carmen Barceló opina que se trata del mismo lugar, aunque otros lo ponen en duda, ya que entre la Rábita y la vieja Guardamar hay una distancia superior a 1’3 km. Durante la Edad Media fue una plaza fuerte compuesta por castillo y muralla. En el siglo XVIII la colonización agrícola hizo que la población creciera rápidamente como apunta a finales del mismo siglo Cavanilles, que la describe en estos términos:
“Guardamar, último pueblo de la huerta, puesto en la pendiente rápida septentrional del monte, con calles en cuesta, y edificios muy ordinarios: fué antiguamente población respetable, mas decayó de modo que en tiempos de Escolano se componia de solas 200 casas, inclusas las de Roxales, mirado como aldea suya padeció despues las menguas que otros pueblos por la expulsion de los moriscos, y guerras que siguiéron hasta la de sucesion; pero recobrada la paz tomó nuevos aumentos con la agricultura, y actualmente consta de 660 vecinos, que se esmeran en cultivar su término, mejorar y multiplicar las producciones. A imitación de varios pueblos de la huerta han plantado muchas tahullas de naranjos, destinado á hortalizas dilatados campos, donde cogen al pie de 500 arrobas de todas ellas, y puesto en todas partes frutales de diversas especies. Tienen en el secano olivos, viñas, higueras, barrilla y muchísimo grano, especialmente cebada, del que cogen 30 cahices”. (Cavanilles, 1797, II: 243)
En 1829 un gran terremoto afectó a varios municipios de La Vega Baja, principalmente a Torrevieja, Almoradí, Benejúzar, Torrelamata, Rojales y Guardamar. En este último el resultado fue la destrucción de la antigua villa medieval y de su castillo. Hubo que construir otra ciudad y el encargado de hacerlo fue el ingeniero José Agustín de Larramendi, que sobre dicho proyecto escribió: “Guardamar va a ser el pueblo más bonito del Reino (…) Guardamar se planteará apartado del antiguo, entre éste y el molino de viento, en una ladera de suave pendiente y agradables vistas al mar, con la regularidad y forma prolongada según permita la naturaleza”. Aunque en aquel momento pareció el lugar idóneo para el nuevo asentamiento, años más tarde el avance de la duna amenazó con enterrar el pueblo y sus huertas. Larramendi diseñó un callejero de plano hipodámico de vías amplias con árboles y edificios de poca altura con patios interiores. Se utilizaron materiales y estructuras más sólidas para aguantar mejor futuros seísmos. La característica principal de este trazado fue la novedad de añadir dos plazas circulares a ambos extremos del pueblo, lo que le dotó de un encanto especial. Aunque muy transformado por las edificaciones modernas de varias plantas que han sustituido a las casas originales, el plano ideado por Larramendi mantiene su diseño hipodámico con sus calles rectas formando manzanas rectangulares y sus dos plazas circulares ya citadas (actualmente ‘dels Llauradors’ y ‘dels Pescadors’), más una tercera de forma rectangular en el centro, ‘Plaça de la Constitució’, donde está la iglesia parroquial de Sant Jaume con su torre en el centro de la fachada, el ayuntamiento y la casa-museo del ingeniero Mira, instalada en uno de los pocos edificios que quedan según el diseño original de Larramendi. Al oeste sobre el cerro se levantan las ruinas del castillo, parcialmente restaurado, en el que destaca el Baluarte de la Pólvora desde el que se divisa una bella panorámica de Guardamar con el mar Mediterráneo al fondo.
Pero Larramendi situó el nuevo poblado en una vaguada situada entre la duna fósil y la móvil, concretamente en la esquina SO de la misma, sin pensar que los vientos de componente NE que dominan en este punto harían avanzar las arenas hacia el poblado, como empezó a ser evidente sólo unos cincuenta o sesenta años más tarde.
A finales del siglo XIX las dunas amenazaban con tragarse el pueblo de Guardamar, igual que habían hecho con los asentamientos fenicios y árabes siglos atrás. En 1897 se aprobó por Real Orden el Proyecto de defensa y repoblación de las Dunas de Guardamar, llevado a cabo por el ingeniero alicantino Francisco Mira Botella. En 1900 comenzó una repoblación forestal que duró 30 años y en la que participó casi todo el pueblo. En una extensión de más de 700 hectáreas se plantaron más de 600.000 árboles, principalmente pinos, palmeras, cipreses y eucaliptos. Se construyeron caminos, casas forestales, dunas artificiales y tres viveros. El resultado de tan ambicioso proyecto es el bosque litoral de La Pinada, orgullo del municipio.
Al finalizar el trabajo de reforestación Mira Botella escribió: “Con estos trabajos queda detenida en la playa toda la arena que el mar arroja. La fijación de las dunas es tan completa, que aún en los días de levante fuerte, se cruza por ella sin que se note el movimiento de las arenas. Hemos evitado que el pueblo de Guardamar de 3.000 habitantes, desaparezca sepultado junto con los terrenos de su fértil huerta.”
Fruto de la intervención de Mira es el actual bosque de pinos, palmeras, cipreses, eucaliptos y varias especies halófitas de arbustos y hierbas, que forman un paisaje natural de gran belleza, compuesto por las Dunas de Guardamar y las Dunas de la Marina, agrandado por la presencia de las ruinas fenicias, ibéricas y musulmanas ya citadas. Una red de senderos permite recorrer las intimidades del bosque y llegar hasta los puntos de interés natural y arqueológico.
A ambos lados de la desembocadura del río Segura encontramos playas de arena fina, acompañadas varias de ellas del ya mencionado frondoso bosque litoral de pinos, palmeras, cipreses y eucaliptos frenando el avance de las dunas. Sus aguas limpias invitan al baño y a la práctica de deportes náuticos. Cada una de las playas que conforman los 11 km de la costa de Guardamar tiene una serie de singularidades que la hacen especial. Las más importantes son las siguientes.
Platja dels Tossals: al norte de la desembocadura del Segura esta playa naturista destaca por su abundante vegetación y sus dunas naturales.
Platja dels Vivers: en la zona de dunas de esta playa encontramos los yacimientos de La Fonteta y la Rábita Califal. Debe su nombre al hecho de que fue en sus proximidades donde se crearon los tres viveros en los que nacieron los más de 600.000 árboles que fueron replantados a lo largo de todo el sistema de dunas. Al norte de esta playa está la desembocadura del Segura con un puerto deportivo y un pequeño faro rojo que guía a los navegantes.
Platja de la Babilònia: destacan sus casitas, de mediados del siglo XX, situadas a muy pocos metros del mar. Cuando se construyeron la distancia de las aguas era mayor, pero la regresión de la playa ha ido aumentando a lo largo de los años debido a la construcción de un espigón, parte del proyecto de explotación de la desembocadura del Segura, que provocó un cambio en el depósito de sedimentos. Debido a esto, conforme pasaban los años, el mar se fue comiendo la playa hasta alcanzar varias de las viviendas. Actualmente algunas de estas casas ya han sido derribadas y otras se encuentran en estado de ruina.
Platja del Montcaio: destaca por la presencia de restos arqueológicos de época romana de los siglos I al IV después de Cristo, repartidos en dos yacimientos, el de El Castillo y el de El Salidero. Asimismo encontramos los restos de una rábita islámica de los siglos X y XI y la conocida como Torre del Descargador, también islámica, de los siglos XII y XIII.
Carme Piqueras Sanchis
Ghaleb Fansa
Departament de Geografia,
Universitat de València
José Agustín de Larramanedi, ingeniero de la nueva Guardamar
“Guardamar va a ser el pueblo más bonito del Reino”
Francisco Mira Botella,ingeniero de La Pinada de Guardamar
“Con estos trabajos queda detenida en la playa toda la arena que el mar arroja. La fijación de las dunas es tan completa, que aún en los días de levante fuerte, se cruza por ella sin que se note el movimiento de las arenas. Hemos evitado que el pueblo de Guardamar de 3.000 habitantes, desaparezca sepultado junto con los terrenos de su fértil huerta.”
AZUAR, R. (coord.). (1989).
La rábita califal de las dunas de Guardamar (Alicante): cerámica, epigrafía, fauna, malacofauna. Alicante: Diputación Provincial de Alicante, Comisión de Cultura.
Azuar, R. (2004).
El ribat califal: excavaciones y estudios (1984-1992). Madrid: Casa de Velázquez, 2004
BARCELÓ, C. (1983).
Toponímia aràbica del País Valencià. Alqueries y castells. Ajuntament de Xàtiva i Diputació de València.
CAVANILLES, J.A. (1797).
Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Vol. II. Valencia.
FIGUERAS, F (1957).
Historia de Guardamar del Segura en la edad antigua. Alicante: Diputación Provincial de Alicante.
GONZALEZ PRATS, A. y RUÍZ SEGURA, E. (2000).
El yacimiento fenicio de La Fonteta (Guardamar del Segura. Alicante. Comunidad Valenciana). Valencia: Real Academia de Cultura Valenciana.
MÁRQUEZ EXPÓSITO, A. M. (1987).
El Pinar de Guardamar del Segura y repercusiones sociales. Valencia: Escuela Social de Valencia.
PIQUERAS, J. (2005).
Guardamar del Segura, voz en la Gran Enciclopedia de la Comunidad Valenciana, Vol. 8. València: Levante. El Mercantil Valenciano.
ROSELLÓ, V. (1994).
Geografía de la provincia de Alicante. Aspectos físicos. Diputación de la provincia de Alicante.
CANALES MARTÍNEZ, G. (2010)
“Guardamar, el pueblo más bonito del reino (1829)”, en vv.aa. Guardamar del Segura. Arqueología y museo. Alicante: Fundación MARQ. Recuperado el seis de julio de 2017, de:
VV.AA.